Jueves 28 de Marzo de 2024

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Maia Sasovsky la animadora de Cosquín: El escenario es un lugar sagrado

La chaqueña volverá a ser la animadora del Festival de Folklore de Cosquín, como desde hace ocho años. En tiempo de cambios cuenta cómo lo vive desde adentro.

La gente le entrás por los ojos”, dice Maia Sasovsky, y algo en esa sinceridad la aleja de lo meramente superficial y estético del comentario: ella, que volverá por octavo año consecutivo a ser la animadora del Festival de Folklore de Cosquín, ya tiene un recorrido tan largo en los festivales argentinos que no tiene que justificar nada. La nota ya no es sólo por sus vestidos llamativos y el glamour que llevó al escenario mayor del folklore; tampoco por el ganado rol de una mujer que llegó a un escenario que siempre fue de hombres.

Ahora, Maia habla con soltura de los artistas, de lo que ocurre tras bambalinas, de los vericuetos políticos en los que prefiere no meterse y en su necesidad de dar un paso adelante año tras año.

Por eso, aunque los malintencionados puedan usar frases como “mis instrumentos son las tijeras y el lápiz labial” con saña, ella las dice en el marco de muchas otras, cuando pone su mirada crítica incluso sobre el escenario, más como público que otra cosa.

–Cada tantos años, Cosquín se enfrenta a cambios. Tu nombre estuvo entre los primeros a pesar de una nueva conducción.
–Si bien me involucro, y tengo una buena relación con la gente de la Comisión de Folklore anterior como de la que está ahora, trato de no involucrarme mucho políticamente. No por cobardía, sino porque me parece que el escenario es un lugar sagrado donde se ve arte. Sino mi lugar sería el de una candidata, y podría hacer campaña en cada rincón de la Argentina, porque estoy todo el tiempo viajando a festivales en provincias y organizaciones con diferentes signos políticos. Yo presento artistas, me gusta hablar de lo nuestro.

Maia asegura que se enteró de que iba a estar presente en este octavo año por la nota publicada en VOS, aunque nunca se sintió afuera ni dudó de que iba a estar en Cosquín, un festival al que cada vez llega con “un poco más de aplomo y de tranquilidad”, producto de los años, de los escenarios recorridos por el país y la gimnasia diaria.

–¿Ya no sos más una joven promesa?
–¡Joven sí! Promesa no tanto. Mi historia no es comparable con ninguna, fue un descubrimiento. Así como logra generar espacios para nuevos artistas, Cosquín generó el lugar de la conductora, porque antes eran locutoras comerciales. Es un orgullo como mujer encontrar un espacio que antes era impensado.

Ella se remonta a varias ediciones anteriores, cuando debutó en la Próspero Molina una madrugada, con el aval de Julio Maharbiz, que la aconsejó de entrada sobre cómo plantarse frente a un escenario tan difícil y frente a una responsabilidad tan grande, y el empuje de Nacha Guevara, con quien había trabajado en Coronados de gloria.

“Cuando me llamó la Comisión por primera vez, inmediata e inconscientemente dije que sí, a pesar de que algunos temían por mí. Lo primero que pensé es ‘qué me pongo’ y lo llamé a Julio Maharbiz. Me crié viéndolo en escenario”, asegura Maia. “Siempre lo vi como público, o trabajando en algunas coberturas, pero no me lo imaginé nunca profesionalmente a Cosquín”, confiesa ella.

Y la clave, que desarrolló en todos estos años, fue siempre mirar a la gente y no mentirle. “Lo necesito. Entonces cuando me emociono o pasan momentos bravos en la plaza, mirar a la gente a la cara es fundamental. Por eso siempre estoy al frente, lo más cerca que puedo, para ver al que está adelante, inclusive cuando me están pidiendo una más o cosas que no voy a repetir (ríe)”.

Vestirse bien
La decisión de utilizar coloridos vestidos, con diseños alegóricos, curiosos, sensuales y efectivos, fue una marca registrada que nació casi por casualidad. “Lo primero que pensé es qué me pongo, porque me encanta la moda, como a todas las mujeres. No podía mentirle a la gente ni me podía disfrazar: no me quería vestir de paisana, o copiar a Soledad o Mercedes porque no tenía que ver conmigo”, dice ella, aunque en ese momento no había pensado en diseñadores como Benito Fernández, con quien está hace cuatro años.

Para este 2015, además, se sumará la cordobesa Cris Tillard, y Luciano Lapasini hará diseños del litoral: ellos tres la vestirán a Maia Sasovsky en distintos momentos de cada noche. “Voy a comenzar con homenaje al poncho coscoíno, con motivos inspirados en el poncho y con la guarda tradicional. Hoy, Cosquín necesita más que nunca mostrar al país que está fuerte y que los que estamos lo defendemos”.

–¿Tu relación con los artistas cambió en ocho años, ahora que los conocés más?
–Trato de ser bastante objetiva siempre. Nunca tuve un problema con ninguno: cuando los despido del escenario, la gente piensa que están muy enojados, pero no es así. Claro que con algunos tengo más relación, sobre todo con los más cercanos a mi generación. A Abel Pintos lo conocí cuando no éramos nadie: yo debuté presentándolo a él en 1997 en la Fiesta del Inmigrante, en Chaco. Estaba su mamá en la platea, que le vendió un disco a mi mamá y a mi abuela. Tengo relación con muchos, porque no te ves sólo en Cosquín: te encontrás todo el año en los festivales, compartís una comida, una charla en un camarín, una juntada. Con algunos tengo más afinidad, con otros menos, pero nunca he tenido un conflicto con nadie.

Maia dice que disfruta siempre de escuchar anécdotas de otras épocas. “Ahora hay cosas que no están presentes, a lo mejor por los tiempos, por el apuro, la inmediatez, la desesperación de muchos por llegar, por la llegada inmediata. En el medio, se pierde la fraternidad que había en esa época. Ahora están apurados por llegar a la nota más alta y levantar la plaza a rabiar... en el apuro se pierde todo eso, y la gente también lo pierde por ese aplauso inventado. Lo digo como público: cuando te dan la lista de artistas ves que hay muchos que no los conocés, que no los ves en ningún lado, que se juntaron dos meses antes y llegan a Cosquín. Hay fórmulas trilladas para levantar la plaza, hay canciones que la gente las tiene en la memoria colectiva: Malagueña, Kilómetro 11, Puerto Tirol, El Negro José, Déjame que me vaya. Lo digo como público: también hay abuso del instrumento para que suene cada vez más fuerte... yo no toco ningún instrumento. Mis instrumentos son las tijeras y el lápiz labial”.

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