Viernes 29 de Marzo de 2024

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El origen del tango y su olvidada raíz afroamericana

Show de Alberto Castillo con candomberos afroporteños. Rosario (Santa Fe), ca. 1970. Foto Carlos Gómez. Los afros -casi todos aún vivos- son de la familia Garay, Córdoba y Lamadrid en cuya casa, en Flores, funcionó hasta 1952 Centro Recreativo La Armonía, fundado en 1917. Allí se bailaba tango de la Guardia Vieja.

De los barcos bajaron inmigrantes europeos y también africanos esclavizados que fueron configurando el mestizaje cultural que hoy somos los y las argentinos

Buenos Aires iba adquiriendo para su vida cotidiana su banda de sonido. Una música que tenía un poco de todas las músicas pero que era hermosamente original. Les debía mucho a las dinastías de músicos afrodescendientes, siempre escasas de dinero, por el histórico sometimiento y marginación, pero muy ricas en musicalidad.

Fueron nuestros “negros” los primeros en juntar la habanera que les mandaban por barco sus hermanos cubanos con el rioplatense candombe, la milonga campera, la música de los originarios y los ritmos europeos que traían los gringos.

Menchi Sabat en la inauguración de sus murales sobre el tango y sus personajes en el Subte de Buenos Aires. / Archivo Clarín

Menchi Sabat en la inauguración de sus murales sobre el tango y sus personajes en el Subte de Buenos Aires. / Archivo Clarín

Sonó primero, pero no exclusivamente, en lugares considerados “non sanctos”, pero que eran a la vez de los pocos ámbitos donde no se hacían distinciones de clases, razas ni credos.

Allí se destacarían el clarinetista conocido como el Mulato Sinforoso, Rosendo Cayetano Mendizábal, el violinista y autor Negro Casimiro, el acordeonista y compositor Jorge “el Pardo” Machado; Gabriel Diez, autor de El Porteñito, homónimo del conocido tango de Ángel Villoldo.

Y el bandoneonista Sebastián Ramos Mejía, que había heredado el apellido de sus viejos amos, como tantos afros. De día trabajaba de mayoral de tranvía y de noche se lucía en prostíbulos como La Estrella. (1)

Junto a los afros se destacaron algunos inmigrantes, como el pianista y compositor italiano Gerardo Metalo, autor de otros tangos como Qué haces que no te casasLibertad y El otariodonde dejaba en claro su adhesión al anarquismo: “A mí me llaman otario / Y no veo la razón,/ Porque soy de condición, / Compadrito y libertario”.

Entre los italianos también rondaba por allí Santos Discépolo, padre de los célebres hermanos Armando y Enrique, autor de tangos como Payaso y No me empujes caramba. Y entre los criollos, Ernesto Ponzio, más conocido como El Pibe Ernesto, gran violinista y compositor, autor de Don Juancantaba en los tranvías y en conocidos prostíbulos del centro.

Según Julio Mafud, el tango era producto de la mezcla de dos mundos: el de los “cajetillas” que se escapaban de su casa para caer en barra al prostíbulo, y el de los (“cafishios” y “compadritos” que explotaban a las prostitutas 2).

Esa visión de los orígenes del tango como esencialmente prostibulario ha sido rechazada.

​Los primeros grupos musicales tangueros estaban compuestos por violín, flauta, clarinete, arpa y acordeón

El tango en el siglo XX

Para comienzos del siglo XX los escenarios del tango se irán multiplicando. Se ensayaba en los conventillos y ya sonaba en los teatros de la calle Corrientes y en las sociedades de colectividades, particularmente en las italianas como la Scudo de Italia y la Stella di Roma.

Mientras el tango esperaba a Carlitos, los grupos musicales tangueros, compuestos con violín, flauta, clarinete, arpa y acordeón, aun sin ser todavía orquestas, se ampliaban e incorporaban al que llegaría a ser su instrumento por excelencia: el bandoneón.

Ángel Villoldo, autor de Matufias, uno de los primeros tangos sociales. / Archivo Clarín

Ángel Villoldo, autor de Matufias, uno de los primeros tangos sociales. / Archivo Clarín

La obra de Villoldo aparece como un puente entre dos épocas. En 1903 escribía Matufias (El arte de vivir), uno de los primeros tangos sociales, adelantándose décadas a Yira Yira y Cambalache de Enrique Santos Discépolo y dando cuenta de la corrupción y las inequidades de la Argentina “granero del Mundo”.

Ya fuese poniendo en versos de milonga una temática y estilo modernos, sin alusiones camperas, o llevando al tango un cuadro costumbrista rural, Villoldo estaba dándoles a las letras una mayor entidad, que iba más allá del mero estribillo jocoso o de doble sentido, y anunciaba la llegada de un nuevo cancionero: el del tango.

Citas: 1. Roberto Selles, El tango en sus dos primeras décadas, 1880-1900. Historia del Tango, volumen 2, Buenos Aires, Corregidor, 1977, pág. 166-172. 2. Julio Mafud, “Los mundos del tango”, Clarín, 19 de junio de 1975.

E.M.

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