FOLKLORE
La peña de Don Olimpio: folclore popular, exquisito y bailable a la vez
El ensamble folclórico propuso en la noche del domingo la quinta edición del encuentro peñero que viene desarrollando los primeros domingos de cada mes desde mayo pasado y que, en su concepto y realización, rompe con el instalado preconcepto que desliga lo exquisito de lo popular, la escucha del baile.
El octeto Don Olimpio, ensamble folclórico de refinado e inspirado cuño, propuso anoche la quinta edición del encuentro peñero que viene desarrollando los primeros domingos de cada mes desde mayo pasado y que, en su concepto y realización, rompe con el instalado preconcepto que desliga lo exquisito de lo popular, la escucha del baile.
En el amplio salón del espacio porteño Santos 4040 –ubicado entre el sector del bar y el auditorio del fondo- y ante unas 150 personas bailando bajo un techo de banderines de colores, el conjunto logró reunir en un mismo gesto a las especies musicales nativas abordadas con elegancia, y proponiendo y desatando la danza.
Aunque la impronta de la agrupación –plasmada hasta ahora en dos discos e infinidad de conciertos- parece proponer música para escuchar por la propia factura depurada de su carácter, esta serie de Olimpeñas exhibe la hondura de un legado que permite ser releído pero que no resigna esa raíz de pueblo que se junta a bailar, a compartir su música, a celebrar la belleza.
“Nos han apuntado con un arma en la cabeza pero somos sobrevivientes y este armado es para nosotros, nosotras, una forma de encuentro y de estar juntos, juntas”, sintetizó Nadia Larcher –voz cantante de Don Olimpio- apenas iniciado el segmento de música en vivo tras la clase de baile que desde las 20 coordinó Flor Vijnovich.
Allí, Nadia junto a la dirección y los arreglos del pianista Andrés Pilar, la flauta de Juan Pablo Di Leone, el clarinete de Federico Randazzo, la guitarra de Juan Manuel Colombo, el contrabajo de Diego Ameriseen, la percusión de Agustín Lumerman y el bandoneón de Milagros Caliva, propuso más de 40 canciones para gozar, ya sea danzando o parando la oreja con una copa de vino en la mano.
A partir de las 21.20 con un set de huaynos y carnavalitos, la formación desató una celebración conformada en bloques danzantes que en ese primer tramo incluyó después chacareras, escondidos, gatos, bailecitos y cuecas norteñas.
En esos pasajes, la agrupación mechó las versiones propias registradas en sus álbumes “Dueño no tengo”, de 2017; y “Mi fortuna, de 2019; con abordajes personales de repertorio popular en una hermosa e impactante conjunción entre una memoria sonora y el recurso académicos en pos de sostener, validar y proyectar una obra y una historia.
Poco más de una hora después y como cierre de ese pasaje Lumerman, Pilar y Di Leone bajaron del modesto tablado y a bombo murguero con plato y legüero marcaron el pulso de “La Sixto violín”, chacarera con letra de Jorge Marziali y música de Raúl Carnota, para que Larcher cante y Vijnovich baile en un momento delicioso.
Tras una pausa, Don Olimpio regresó para abordar seis de las piezas que integrarán su inminente tercera placa, un material que según se confirmó durante la velada, se titulará “Vengo”, que es también el título de un poema de Horacio Pilar, musicalizado por su hijo Andrés.
De ese cancionero de autores contemporáneos por registrar y publicar, la banda regaló “Madreselva”, de Luz Galatea; “Pájaro tuerto”, de Gabo Ferro; la citada “Vengo”; dos de autoría de Nadia: "Al sol" y “Monte”; y la sobrecogedora “La vida, la muerte”, de Juan Saraco.
De regreso al baile, la generosa propuesta apeló a más escondidos, gatos y chacareras, sumó zambas y hasta una cueca cuyana y añadió la presencia de otra voz esencial de la música popular actual como es la de Luciana Jury quien entonó “Carita morena” y también compartió con Larcher “La viajerita”, de Atahualpa Yupanqui.
A la espera del tercer disco propio y de la próxima cita peñera en el barrio de Chacarita, Don Olimpio sigue aportando con talento y audacia a ampliar la aparente estrecha huella de la música folclórica que es capaz de referir a este tiempo abrazando con igual intensidad e impacto la sutileza del sonido de cámara y la plasticidad de unos sonidos que estallan en los cuerpos.
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