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Eureka: una obra de madurez de Lisandro Alonso, con Viggo Mortensen y Chiara Mastroianni
La película, que incluye en su elenco a Viggo Mortensen y Chiara Mastroianni, funciona a la manera de las cajas chinas, donde un espacio dramático incluye dentro de sí al siguiente.
Eureka (Argentina/Francia/Alemania/Portugal/México/2023). Dirección: Lisandro Alonso. Guion: Lisandro Alonso, Fabián Casas, Martín Caamaño. Fotografía: Timo Salminen, Mauro Herce. Edición: Gonzalo del Val. Elenco: Viggo Mortensen, Chiara Mastroianni, Alaina Clifford, Sadie LaPointe, Adanilo, Marcio Mariante. Calificación: Apta para mayores de 13 años. Distribuidora: LAT-E. Duración: 147 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
La nueva película de Lisandro Alonso tiene claros ecos de sus películas anteriores. Al mismo tiempo, de una manera lúdica y autoconsciente, abre una nueva senda para el futuro del director. Alonso fue uno de los nombres destacados del Nuevo Cine Argentino hacia finales de los 90, convivió con las poéticas del conurbano de Pizza, birra, faso de Caetano y Stagnaro y Mundo grúa de Pablo Trapero, con las exploraciones del ecosistema salteño de Lucrecia Martel, con la aparición de nuevos sujetos y nuevas historias en el cine de Rodrigo Moreno, de Ezequiel Acuña, de Ana Poliak y de todos aquellos deudores de la crisis que salieron a hacer cine e historia.
Con su opera prima, La libertad (2001), se acercó a lo real más allá de los mandatos del documental, atesoró la experiencia del tiempo y recuperó una mística pampeana que apenas se sugería en los contornos de la imagen de Misael, el hachero, durante su jornada de sol y su noche de relámpagos.
Luego de aquellos primeros pasos, de las historias de silencio y soledad de Los muertos (2004) y Liverpool (2008), llegó el salto de Jauja (2014), la elaboración de un retrato de frontera y una excursión al fantástico argentino bajo la estela borgeana. Viggo Mortensen y el desierto pampeano se fundieron en una historia de búsqueda y misterio. De ese mundo que Alonso alumbró con rigor y riesgo nace Eureka, una película de historias múltiples y geografías en transición.
Primero, el western como narrativa codificada sobre la conquista del desierto: Mortensen nuevamente interpreta a un padre, Chiara Mastroianni a un coronel; tiroteos y duelos desde un televisor, con los diálogos de Meridiano de sangre de Cormac McCarthy como inspiración. Luego llega la historia de la reserva Pine Ridge en el extremo norte de Estados Unidos, con su nieve cruenta y su pobreza. Alaina patrulla las noches a la espera de que algo suceda; Sadie se dirige a buscarlo y no espera. Y, por último, llegan las fábulas de los nómades del Brasil en los 70, aquellos que escapan de sus sueños y se suman a la fiebre del oro. Tres lugares, tres tiempos, el vuelo de un pájaro y una misma cámara, la de Alonso que no abandona a los que han sido narrados por otros, a los que hoy reclaman su propia voz.
En cada bifurcación del relato, Alonso demuestra que el cine conserva su capacidad de grandeza, que puede escapar a las ataduras de lo literario, abrazar el mundo de la magia. En la conciencia de sí misma, Eureka es una película de madurez, una cita obligada después de Jauja para contemplar aquellos descubrimientos en su justa medida. Puede ser desconcertante para un espectador desprevenido, un laberinto incierto como el que recorren los nómades en el cálido Amazonas. Pero es también un viaje sensorial, hipnótico, una apuesta a un cine que evoca formas del relato perdidas, una inteligencia que requiere más paciencia que excepcionalidad. Una película como pocas en nuestro cine, aquella que asimila un linaje y lo trasciende.
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