Sábado 27 de Abril de 2024

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Nació entre uvas y frutales, se crió entre hortalizas y hoy sueña con ser referente en laboratorios para el agro

Daniela Ibarra es la nueva protagonista de la serie de podcast Tierra de Historias. Trabajó en un call center y subraya que fue clave para conseguir su primer empleo relacionado al campo.

Los paisajes agrícolas típicos de Mendoza, al pie de los Andes, fueron el escenario en que Daniela Ibarra comenzó a transcurrir su infancia, entre uvas y frutales, en la zona de Rivadavia.

Luego, a los cinco años su familia se fue a vivir al interior de Buenos Aires, a Ascensión (partido de General Arenales), donde sus padres eran parte del entramado productivo de un establecimiento hortícola.

Todo este pasado de ruralidad es el que de alguna manera explica que, finalmente, Daniela decidiera estudiar agronomía.

Hoy vive en Chacabuco (Buenos Aires), donde dirige un laboratorio y es asesora en campos de producción agropecuaria.

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Además, coordina el nodo norte de la Asociación Argentina de Protección Profesional de Cultivos Extensivos (AAPPCE).

En esta nueva entrega de la serie de podcast Tierra de Historias, una producción integral de Profertil, conducida por Juan Ignacio Martínez Dodda, Daniela relata su trayectoria y cuenta que ama tanto su trabajo que sueña con ser la que más sabe de los laboratorios de análisis.

Un extracto de este episodio, que puede escucharse completo en el canal específico de Spotify o al finalizar la nota, se transcribe a continuación:

-¿Cómo fue tu infancia en Mendoza? ¿Dónde naciste? ¿Qué hacían tus padres?
-Nací en Rivadavia, a unos 100 kilómetros de Mendoza capital. Y en realidad toda mi familia es de San Rafael. Mis padres estaban encargados de una finca en la que se cosechaban frutales.

-¿Qué recuerdos tenés de aquellas épocas de niña, en el campo?
-Me acuerdo muy poco de los frutales, porque a los cinco años nos mudamos y vinimos a América, a una quinta donde había producción hortícola.

-Si cerrás los ojos, ¿qué olores, colores, u otras cosas lindas se te vienen a la cabeza?
-Me acuerdo de comer morrones como si fueran una manzana; terrible. Y cada vez que siento el olor del tomate, o de los plantines, eso me hace acordar a la infancia.

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-Con todo ese pasado, de adolescente te decidiste a estudiar agronomía. ¿Hubo algo que creas que te marcó?
-En lo que es frutales u hortícolas, no, no estudié agronomía por eso. Sí me acuerdo que en una juntada con agrónomos de Arenales, había una ingeniera llamada ‘Maribí’ y le conté: “Yo soy agrónoma gracias a vos, porque me inspiraste”. Se reía, pero es cierto: cuando estábamos en la quinta de producción hortícola, la veía todos los días divina, vestida de agrónoma, pero no era común porque los dueños de esa quinta eran todos hombres.

-¿Había eventualmente un plan B?
-La otra opción era nutrición, pero estábamos muy lejos. La realidad es que nunca pero nunca me pregunté qué hago estudiando agronomía. Lo hice como súper segura, aunque sí fue muy complicado, porque uno es muy joven para elegir en ese momento de su vida irse a Buenos Aires.

-¿Descubriste en la carrera de agronomía algo que de repente te deslumbró?
-La agronomía es un montón de cosas, tiene muchas aristas, podés trabajar de lo que se te cante: producción agrícola, de animales, frutícola, agronegocios, como por ejemplo ser un trader, o también estar en un laboratorio, ser docente, hacer comunicación. Se puede hacer absolutamente todo.

-¿Cómo fue tu primera experiencia laboral?
-Mi primer trabajo fue en primer año de la Facultad, pero en un call center, haciendo las propagandas de la marca Western Union sobre cómo enviar dinero. Pero eso fue lo que me ayudó a ingresar a la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en la parte de estimaciones agrícolas, donde me tomaron precisamente porque había trabajado en un call center. Porque para hacer el Panorama Agrícola Semanal (PAS), yo llamaba a los técnicos y me quedaba charlando. Recuerdo patente que no quería poner en el Currículum Vitae que había trabajado en un call center, porque no tenía nada que ver, pero me sirvió.

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-¿Cómo te fue siendo mujer en el ámbito rural?
-Después de eso, trabajé en el INASE (Instituto Nacional de Semillas), en la parte más de oficina del registro de variedades, y hace más o menos desde 2019 que vengo siendo asesora, y nunca me sentí que me falten el respeto o alguna otra cosa, nada de nada. Ahora hay también un cambio de mentalidad en las generaciones más jóvenes. Tengo contacto con contratistas, productores, ingenieros agrónomos, gente que la tiene muy clara y con la que siempre hay mucho respeto.

-Estás en la coordinación del Nodo Norte de la AAPPCE. ¿Qué te gusta de ese trabajo?
-Me gusta charlar, dar la respuesta a si sembramos o no sembramos, considerando todo, no quedarse solo con que el PG me dio tanto y chau. Yo quiero ser la que más sabe de laboratorio de análisis de suelos.

-¿Cuáles son tus desafíos, tus sueños, de acá a 10 años? ¿Qué te imaginás haciendo o que querrías hacer?
-Como sueño, me gustaría estar coordinando varios laboratorios por el mundo.

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Por Infocampo

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