El payador perseguido: el Nuevo Testamento de nuestra Biblia criolla

Cuando José Hernández dio a luz al Martín Fierro, no solo estaba narrando la vida de un gaucho: estaba escribiendo, sin proponérselo quizá, la Biblia criolla. En esas páginas se condensaron los dolores, las injusticias, las esperanzas y la sabiduría del hombre de campo. El Fierro se volvió universal, la palabra fundante de una identidad.
Pero, como en toda Biblia, siempre hay un después. Y ese después, en nuestra tradición literaria y musical, se llama Atahualpa Yupanqui.
El testimonio del perseguido
El payador perseguido aparece en 1984, aunque su primera edición es del año 1972, como un largo poema de 737 versos. Allí no habla un personaje ficticio, sino el propio Yupanqui, con su vida atravesada por la persecución política, el exilio y la fidelidad al canto popular.
Si el Martín Fierro puede pensarse como el Antiguo Testamento, la voz coral del pueblo naciente, El payador perseguido se levanta como un Nuevo Testamento criollo: el relato de aquel que, en primera persona, se hace testigo y mártir de su verdad.
Una continuidad espiritual
Hernández ofreció la historia de un hombre arquetípico: Fierro es el gaucho de todos. Yupanqui, en cambio, nos entrega su confesión íntima. Allí está la continuidad: el canto del pueblo que nunca calla, aunque cambien los tiempos y los nombres de la injusticia.
El Fierro nos enseña que la patria se construye desde abajo; el payador perseguido nos recuerda que el cantor tiene una misión: decir la verdad aunque duela, aunque cueste la persecución.
Vigencia de un legado
Hoy, releer El payador perseguido es reencontrarnos con esa raíz testimonial que no envejece. Si el Fierro nos dio la lengua de la tierra, Yupanqui nos dejó la conciencia del cantor que se sabe elegido para hablar por los demás.
Tal vez por eso, cuando pensamos en nuestra “Biblia criolla”, podemos imaginar este paralelismo:
El Martín Fierro como la Biblia completa, obra de fundamento y revelación.
El payador perseguido como el Nuevo Testamento, donde el verbo se hace carne en la experiencia de un hombre que se sabe instrumento de la voz popular.
En ambos casos, lo que permanece es el mismo mensaje: la verdad del pueblo nunca muere.
Carlos Lucenti
Estación Urbana 97.5
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