Fue la madre del cuarteto, y sin embargo, durante mucho tiempo su nombre quedó a la sombra.

Porque en aquellos años —y durante décadas— el lugar de la mujer en el cuarteto estuvo relegado, silenciado, o simplemente invisibilizado.
Ella fue pionera, creadora, fundadora… pero la historia no siempre le dio el crédito que merecía.

Hoy, su legado florece nuevamente en las voces y en los cuerpos de tantas mujeres que pisan los escenarios con fuerza y orgullo.

Desde Maggie Olave hasta Eugenia Quevedo, pasando por tantas otras artistas que día a día sostienen el ritmo, afinan, tocan, producen y componen.

Una escultura de Leonor Marzano y su piano se encuentra emplazada en la peatonal de Córdoba.

Y también esas mujeres músicas, las que están dentro de las formaciones, como La konga, marcando el compás con la misma pasión con la que Leonor marcaba los tiempos del piano.

Revalorizar a Leonor Marzano no es solo mirar al pasado: es reconocer que sin ella no habría presente.

Es entender que el cuarteto, ese corazón que late en cada barrio, en cada club, en cada baile, nació de las manos de una mujer.
De unas manos que no solo tocaron notas, sino que sembraron una identidad.

Por eso, en este día, recordarla no es un simple acto de nostalgia.

Es un acto de justicia.

Porque cada vez que suena el Tunga Tunga, ahí están las manos de Leonor, haciendo bailar a Córdoba una vez más.

Carlos Lucentti - Estación Urbana 97.5