Martes 19 de Marzo de 2024

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La Siniestra presentara su disco "SALTO"

En su tercer álbum, el sexteto tanguero grabó el clásico “Afiches”, pero también una chacarera, una milonga de Alfredo Zitarrosa y hasta “Sombra de la noche negra”, de Pescado Rabioso. “Nos gusta hablar de música popular y no sólo en términos de tango”, dicen.

Luego de una década de camino recorrido y un tercer disco en la calle, el sexteto de tango La Siniestra da un importante “salto” hacia las composiciones propias y consolida un lenguaje propio, en donde los arreglos y la instrumentación ocupan un lugar esencial. “Nos gusta hablar de música popular y no sólo en términos de tango”, sentencia Alejandro Bordas, guitarrista y principal compositor del grupo. En esa búsqueda, Salto, su último disco, incluye una chacarera (“Chacarera de Monasterio”), una milonga de Alfredo Zitarrosa (“Milonga en Do”) y una notable versión de “Sombra de la noche negra”, de Pescado Rabioso, en clave tanguera. “Soy tan fanático de Troilo como de Spinetta. En realidad, todos escuchamos rock y arrancamos tocando ese género”, cuenta Bordas, quien afirma que vio un tango en la canción firmada por Amaya-Spinetta. Sin embargo, también encaran un tango clásico de los hermanos Expósito, “Maquillaje”. “La letra está buenísima y nos representa. Pero la idea fue apropiarse del tema y el arreglo fue pensado como un tango de La Siniestra. Hay un montón de versiones que siempre se van repitiendo. Entonces quisimos hacer una versión nueva. Desarmar el tema y volver a construirlo”, explica el compositor. La presentación del disco será hoy a las 21 en el CAFF (Sánchez de Bustamante 764).

–Definen a este disco como un “intento de cortar el cordón umbilical”. ¿A qué se refieren?

–Nos referimos a dejar un poco atrás los prejuicios y tratar de resignificar el género. Hay muchos prejuicios acerca de qué es y qué no es tango. La idea es tratar de borrar un poco las fronteras. Sí, es tango, pero también es música popular argentina. Nos gusta entenderlo de otra manera. No es casualidad, entonces, que toquemos una chacarera o un tema de Spinetta hecho tango. Cortar el cordón umbilical también implica no detenernos en los clásicos sólo para que a la gente le guste. Nos interesa aportar algo.

–¿Creen que la innovación en el tango tiene que ver con mezclarlo con el folklore latinoamericano y argentino?

–Nosotros sentimos propia a la chacarera, por más que todos nacimos y crecimos en Buenos Aires. Decimos que es una “chacarera asfáltica”, a modo de chiste. Vivimos todos en la Argentina y la chacarera no es sólo patrimonio de Santiago del Estero. Nos interesa mixturar y tocar música popular argentina. Es tango, pero también es folklore y un montón de influencias más. Todo eso hace a la identidad de nuestra música.

–¿Una forma de llevar al tango a otros lugares tiene que ver con animarse a hacer composiciones propias?

–Sí, tiene que ver con eso. Ya tenemos diez años de trayectoria, y en el primer disco hicimos un recorrido de tangos tradicionales y bailables. Cada disco es el resultado de la exploración. Y en éste en particular llegamos a las composiciones nuevas, pensando en una sonoridad mucho más concreta que en los otros discos; por eso el nombre del disco, Salto, es muy significativo para nosotros. Llegamos a una síntesis en cuanto a los arreglos, a la sonoridad del grupo. El componer, el hacer, el investigar, el indagar, hacen un poco a la renovación del género. Una vez que empezaste a indagar en el género, te empieza a picar el bichito de la composición. Es fundamental para que los géneros existan que surjan nuevos compositores, nuevas letras y nuevas formas. Es un requisito indispensable para no quedar estancado. Además, ¿de qué nos sirve a nosotros seguir reproduciendo tangos de la época gloriosa si nosotros no vivimos como en la década del ’40? Hubo una especie de invasión cultural a lo largo de los años post-dictadura. Eso generó una brecha en la cual no se compuso tango, y la música extranjera y en inglés penetró muchísimo. Por suerte, a mediados de los ’90 empezaron a armarse nuevamente pequeñas orquestas típicas de jóvenes y surgieron grupos que se animaron a volver a componer, como 34 Puñaladas, Altertango o la Fernández Fierro, entre muchos otros.

–¿Hubo una necesidad colectiva de alimentar el repertorio y darle una vuelta a lo que ya se había hecho?

–Creo que hubo una génesis que tiene que ver con una política cultural concreta impulsada por un par de locos, como Horacio Salgán, Cacho Tirao, Hugo Pierre. Ellos desarrollaron un proyecto cultural: la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA), un gran semillero de músicos populares. Institucionalizar el estudio de la música popular es una política cultural concreta. La escuela se armó en 1986 y diez años después empezaron a surgir un montón de grupos de tango y folklore. Sigue siendo un gran semillero. Nosotros hemos ido a tocar a escuelas primarias y los pibes recibían el tango sin relacionarlo con algo viejo.

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