Lunes 25 de Noviembre de 2024

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NOTICIAS DE TANGO

Las casas de tango en peligro de extinción: sin turismo, varias podrían desaparecer

Hace diez meses que están cerradas. Algunas funcionan sólo con gastronomía o se alquilan para eventos. Sus dueños dicen que sobrevivieron gracias a sus ahorros, pero que ya no les quedan reservas.

“Somos el Tango, Patrimonio de la Humanidad, y nos estamos muriendo”, dice Marcelo Giustincich, uno de los directores del teatro Tango Porteño, ubicado a metros del Colón y a dos cuadras del Obelisco. Es un martes de febrero y como todos los días Giustincich ya visitó el edificio de Cerrito 570, donde solía estar el tradicional excine Metro y donde en los últimos 13 años se ofrecen espectáculos de tango con una puesta que recuerda a la década de oro de Buenos Aires. “Es muy difícil ir, pero no dejo de hacerlo. El teatro es muy grande, tiene que haber personal de seguridad, de limpieza, de mantenimiento y de recursos humanos. Por más que esté cerrado, hay una infraestructura que sostener y por eso algunos seguimos yendo. Pero es muy duro. En el teatro entran 700 personas y verlo vacío, en silencio, con espacios a oscuras, sin movimiento, es triste”.

El 15 de marzo, cinco días antes de que comenzara el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, fue la última función. En diciembre hubo otra pero poco se pareció a la anterior: “Cuando anunciaron la apertura de fronteras con países limítrofes, empezamos a organizar la vuelta, con un nuevo show. Proyectábamos el estreno el 26 de diciembre y las fronteras volvieron a cerrarse el 23. Así que, al final, el 26 abrimos a modo de ensayo general”. El público fueron familiares de los bailarines y otros empleados del teatro.

Un año atrás, la planta laboral de Tango porteño estaba compuesta por 80 personas. Hoy son 22. “No hubo despedidos. Pero sí, retiros voluntarios y renuncias. Muchos tuvieron que salir a trabajar de otra cosa, algunos hicieron changas, otros se pusieron como Uber y los que eran del interior del país, volvieron a su casa”, describe Giustincich. En su panorama opaco, cada mes que se suma genera más incertidumbre. Hoy la marquesina de cientos de lamparitas está apagada, en el frente ningún espectáculo se anuncia, y nadie sabe cuándo volverá la actividad. El espacio se alquila, pero a través de un acuerdo con los dueños no se paga, hasta tanto haya una continuidad de funciones.

“Hasta septiembre, a no ser que haya una vacunación más rápida, no creo que volvamos a trabajar. Y todas las casas de tango están en la misma. Tenemos un grupo de chat y ahí tratamos de consolarnos entre todos”.

El hall de. teatro Tango porteño, antes de la pandemia.

El hall de. teatro Tango porteño, antes de la pandemia.

“El panorama es desolador”, califica Cristian Caram, de Madero Tango, el local que llevó en 2005 el fenómeno de las tanguerías vip al dique 1 de Puerto Madero. “Hicimos un intento de abrir 25 días, entre el 4 y el 31 de diciembre, y fue un desastre de ventas”. Para esa vuelta, dice, se encaró una obra muy costosa de ventilación mecánica, conforme a lo exigido en los protocolos. De poco sirvió, agrega, porque el ingreso fue nulo. “Nuestro lugar está muy asociado al turismo internacional. Por eso, cuando creíamos que el regreso de los vuelos se acercaba, invertimos para volver. Pero la reapertura de las fronteras duró 10 minutos, nadie nos visitó y el 1° de enero cerramos otra vez”.

Para Caram la realidad de las casas de tango, que combinan oferta gastronómica con espectáculos de alto nivel, está más emparentada con la situación de los hoteles, que con la de los restaurantes y teatros tradicionales, que, aclara, también están atravesando días críticos. “Los hoteles, como nosotros, no tienen turismo extranjero, que era la fuente principal de ingresos. Y no parece que la reactivación esté cerca: acá y en el mundo el coronavirus sigue atacando y la vacunación viene lenta. Lo que se ve hacia adelante es muy negativo. Es inimaginable volver a atravesar un año como el que pasamos y al mismo tiempo reconvertirse es muy difícil: hay que empezar de cero y eso exige recursos. Nosotros ahora estamos atajando penales y saldando deudas, más que pensando en una reconversión”.

El escenario de Madero Tango está vacío. Intentaron reabir, pero no había público. Foto Juano Tesone

El escenario de Madero Tango está vacío. Intentaron reabir, pero no había público. Foto Juano Tesone

En ese camino de supervivencia proyectan una apertura específica para el fin de semana de San Valentín, que se festeja el 14 de febrero. “El espectáculo está orientado al público local, que históricamente representa el 5% de nuestra clientela”, dice Caram. Otra vía de asegurarse algún cobro es el alquiler de salones, que empezaron a ofrecer en diciembre: “Son eventos chicos de hasta 60 personas, hasta la 1 de la madrugada, sin baile. Más o menos estamos en tres eventos por mes. Antes de la pandemia hacíamos siete u ocho por fin de semana”.

En las últimas décadas, el tango se convirtió en una industria cultural de consumo mundial y en un ingreso millonario para la Ciudad de Buenos Aires, su cuna. “En condiciones normales, el rubro es próspero. De hecho, las casas de tango logramos aguantar el 2020 porque teníamos reservas. No nos ocurrió como a otros negocios que antes de la pandemia estaban en crisis y con el cierre prolongado de la cuarentena terminaron de colapsar. Pero ahora las reservas se agotaron”.

El bar Homero Manzi hoy no ofrece espectáculos. No tiene resto ni público para hacerlo. 
Foto: Rafael Mario Quinteros

El bar Homero Manzi hoy no ofrece espectáculos. No tiene resto ni público para hacerlo. Foto: Rafael Mario Quinteros

Al menos dos veces al mes, Gabriel Pérez se pregunta si vale la pena. Junto a su padre y su hermano administran el tradicional café “Esquina Homero Manzi”, en el cruce de las avenidas San Juan y Boedo. La familia también gestiona otros dos espacios gastronómicos, pero el Homero Manzi es el único que además funciona como casa de tango.

“Nosotros estamos parados porque hicimos las cosas ordenadas durante toda una vida y tenemos un ahorro para poder afrontar este golpe, pero no sé cuánto más vamos a aguantar. Y a veces me pregunto si está bien agotar el ahorro de 15 o 20 años de trabajo en un contexto de tanta incertidumbre”, dice Gabriel.

El Café Homero Manzi siguió sólo ofreciendo gastronomía, pero sin shows de tango. Foto Rafael Mario Quinteros

El Café Homero Manzi siguió sólo ofreciendo gastronomía, pero sin shows de tango. Foto Rafael Mario Quinteros

Los Pérez llegaron al Homero Manzi en septiembre del 2000. La reapertura fue con un café mucho más grande que el original. Esa esquina era un sueño de Eulogio, el padre: cuando era joven, trabajaba en un bar de la zona y caminaba hasta el cruce de San Juan y Boedo para tomar el 160 para volver a Valentín Alsina, donde vivía. En la parada del colectivo, quedaba deslumbrado por el movimiento del café, por sus clientes, por la mística imposible de describir. Muchísimos años después, cuando la familia compró el bar, Eulogio y sus hijos lo transformaron en una sede del tango, con escenario y espectáculos.

Antes de la pandemia, el café trabajaba con agencias y operadores turísticos. En octubre, el anuncio de la apertura de los vuelos desde países limítrofes a Ezeiza, hizo que Gabriel volviera a pensar, junto con encargados del área artística y directores comerciales, en una propuesta de entretenimiento. “Cuando nos decidimos, se volvieron a cerrar las fronteras. Entonces lo pateamos a enero. Pero llegó el rebrote y la situación en Europa y en Brasil empeoró. El 80% de nuestro público es brasileño”, especifica. Hoy. con la mayoría de las agencias de turismo cerradas, considera que no hay panorama para proyectar. Por eso, por el momento, no hay cantores ni bailarines a la vista. Solo oferta gastronómica, como ocurre con otras casas de tango como El Querandí, en Monserrat, y el Café de los Angelitos, en Balvanera.

El Café de los Angelitos también tiene su casa de tango suspendida. Foto: Luciano Thieberger/Archivo

El Café de los Angelitos también tiene su casa de tango suspendida. Foto: Luciano Thieberger/Archivo

“El teatro del Café de los Angelitos está paralizado y Rojo Tango show, que lo hago desde hace 15 años en el Faena, está sin actividad”, resume Antonio Ruiz, a cargo de los dos espacios. En diciembre, atado a la posible llegada de turistas, armó tres funciones en el hotel de Puerto Madero. Pero, como el resto, las bajó por falta de público. Y así proyecta dejarlas hasta octubre, cuando cree que tal vez, siendo optimista, pueda volver a la actividad.

“Ahora las casas de tango estamos cerradas en forma coyuntural, con la intención de reabrir apenas llegue el público, pero sin ayuda y ante un año parecido al anterior muchos no van a llegar a destino”, evalúa. “La situación es tremenda”, refuerza. Y dice que esto puede traducirse en una pérdida muy profunda para la Ciudad de Buenos Aires: “Es una industria que genera muchas fuentes de trabajo. Si los artistas dejan de ser artistas, porque tienen que buscar otro trabajo para sobrevivir, esto puede desaparecer y hay que evitarlo. Hay que intentar preservarlo, por todo lo que significa a nivel cultural y económico”.

El Viejo Almacén es un ícono. Tal su importancia que en 2009 fue elegido para presentar el Festival de Tango. Foto: María Eugenia Cerutti/Archivo

El Viejo Almacén es un ícono. Tal su importancia que en 2009 fue elegido para presentar el Festival de Tango. Foto: María Eugenia Cerutti/Archivo

Desde su última función, el 14 de marzo, la tanguería El Viejo Almacén jamás volvió y Luis Héctor Veiga planifica una fecha de reapertura aún más lejana que la que estiman sus colegas. “Hasta febrero de 2022 no vamos a abrir”, dice. Suena exagerado, para entonces falta todavía un año y serían casi dos de total parate, pero Veiga lo explica así: “Los cruceros y los operadores turísticos hacen la reserva un año antes. Así funciona el mercado. Hoy recibimos pedidos de cotización para febrero de 2022, por eso digo que la actividad va a volver en ese momento. Estoy seguro: desde el 14 de marzo de 2020 hasta febrero de 2022, El Viejo Almacén va a estar cerrado”.

No siempre pensó así. Al inicio de la pandemia creyó que la situación estaría resuelta a los dos meses. No ocurrió y pensó que quizás hacían falta otros dos más. Pero tampoco y los meses se fueron sumando. “Hasta hoy la empresa está al día con todo el mundo: con personal, con Afip, con servicios. Todo salió de los ahorros. Pero de acá en adelante se hace demasiado difícil”.

El Viejo Almacén funciona en una de las construcciones más antiguas de la Ciudad. Foto Alfredo Martínez

El Viejo Almacén funciona en una de las construcciones más antiguas de la Ciudad. Foto Alfredo Martínez

En 1996, Vega reconvirtió la tanguería ubicada en la esquina de Balcarce e Independencia -una de las construcciones más antiguas de la Ciudad- en un complejo turístico de show y gastronomía internacional. En marzo del año pasado, además de los grupos de los cruceros, llegaban 20 combis provenientes de hoteles por noche. Pero casi 365 días después, nadie llega. Los únicos visitantes son Vega, sus hijos y algunos empleados.

“Voy todos los días y me da pena porque todo está listo para empezar. Sueño con verlo abierto. Yo tengo 82 años y sé que todo tiene un principio y un final. Va a llegar un final para esta pandemia. Y ojalá yo pueda ver a El Viejo Almacén abierto otra vez. Cuando el virus se vaya, espero que podamos estar ahí escuchando unos buenos tangos”.

NS

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