31/12/2024
“Mamá se arrojó por la ventana de un cuarto piso once años antes de tenerme”: fragmento de ‘Las huérfanas’
Fuente: telam
Infobae Cultura publica las primeras páginas de la nueva novela —editada por Seix Barral— de la escritora colombiana basada en el vínculo que tuvo con su madre
>1.
Mamá se salvó. Por eso pudo nacer mi hermana Constanza, cuatro años después. Cuatro mujeres: Laura, Ximena, Constanza y luego yo.
Laura dice recordar que papá y mamá discutían en una habitación a puerta cerrada.
Nos quedamos calladas un momento. Ella lo repite dos o tres veces. Yo no le hago notar que se repite, acaso porque también necesito volver a escucharlo. Papá bajó corriendo las escaleras del edificio. Cuando salió, según mi hermana, mamá estaba tendida sobre el techo de un carro con los brazos, las piernas y varias vertebras fracturadas. Recuerda que quería ir a mirar. Tía Melba la retuvo. Mamá estuvo interna en una clínica psiquiátrica cerca de un año. De eso, como de tantas cosas, nunca hablamos. Mamá sufría ese tipo de enfermedad mental que es la negación permanente de la enfermedad mental. Tenía en ese momento dos hijas, veintiocho años y llevaba menos de uno viviendo en Colombia.
Si bien se salvó, su columna no quedó igual. uchos de sus problemas de huesos venían de ahí, fice mi hermana Laura, Lala, la médica psiquiatra, como lo fue también mi abuelo materno y como mi tío Álvaro, hermano de mamá. Me sorprende que hable sin vacilar de un hecho que ocurrió cuando ella tenía dos años. A veces pienso que en la carrera de Medicina les enseñan también a hablar así, como si tuvieran todas las respuestas. Abro los ojos. Vengo de una familia de psiquiatras y psiquiátricos, que no es lo mismo, pero es igual. Tomo una larga bocanada de aire antes de dejarme caer sobre la silla. La vida es una serie de eventos afortunados y desafortunados que se aparean a cada instante: “Quiso morir, pero sobrevivió”; todo eso en tres segundos que durarían para siempre.2.Mi esposo y yo llegamos a Barcelona hace tres años son nuestros dos pequeños. A Myriam la veía poco; se había conseguido un novio bruto que la llamaba “Cari” y le daba nalgadas. Al tipejo le faltaba un diente, tenía aliento a ajo y butifarra y escupía al hablar. Mi prima, como su hermana Verónica, era artista. En el pasado, cuando vino un par de años a vivir a Colombia en busca de los pasos de su padre, muerto en un accidente en un pueblecito entre montañas siendo ella era apenas una niña, nos habíamos convertido en compañeras de apartamento. Vivimos juntas en Bogotá a finales de los años noventa. En el apartamento de la calle de El Despeño, en pleno centro, entre palomas y pandillas, acomodamos un colchón pulgoso en el salón. Cada una tenía una habitación propia. Cuatro paredes para desparramar su soledad, su confusión.
Fuente: telam