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26/06/2025

¿Rebeldes solitarios? ¿Artistas torturados? Revisemos la idea de “genio”

Fuente: telam

En su nuevo libro, la periodista británica Helen Lewis explora los orígenes y las consecuencias del concepto

>La publicación de The Genius Myth: The Dangerous Allure of Rebels, Monsters and Rule-Breakers (El mito del genio: el peligroso atractivo de los rebeldes, los monstruos y los transgresores) de la periodista británica Helen Lewis ha reavivado el debate sobre la figura del genio en la cultura occidental, cuestionando la fascinación colectiva por personalidades como Thomas Edison, Albert Einstein y Pablo Picasso, y proponiendo una mirada más crítica hacia el mito que rodea a estos personajes. En su libro, Lewis sostiene que la noción de genio, lejos de ser una simple celebración del talento, funciona como un mecanismo social que justifica comportamientos problemáticos y perpetúa jerarquías basadas en supuestas cualidades innatas.

Lewis invita a los lectores a examinar a estos individuos con mayor objetividad, alejándose de la idealización y reconociendo los aspectos menos admirables de sus personalidades. Según la autora, el brillo del genio puede servir de excusa para una serie de conductas reprobables: “alcoholismo, abandono familiar, infidelidad, abuso, excentricidad, falta de responsabilidad”. Esta indulgencia social, argumenta Lewis, implica que otras personas deben asumir las consecuencias y responsabilidades que los genios eluden, lo que constituye una forma de explotación. Un ejemplo paradigmático es la relación entre Leon Tolstoi y su esposa Sophia Tolstaya, quienes compartieron 48 años de matrimonio. Lewis concluye que el novelista ruso “fue un genio, y un parásito”, resaltando el costo personal que la genialidad puede imponer a quienes rodean a estos individuos.

El análisis de Lewis se adentra en los orígenes intelectuales del concepto de genio, señalando que presupone una jerarquía de talento innato. Esta idea, advierte, está cargada de implicaciones problemáticas, ya que la ciencia de la medición de la inteligencia comparte raíces con movimientos como la eugenesia y el racismo científico. La autora presenta a figuras como el antropólogo victoriano Francis Galton, cuyo libro de 1869, Hereditary Genius, defendía que la grandeza se transmitía por herencia familiar. También menciona a seguidores del siglo XX, como el psicólogo social británico Hans Eysenck y el físico estadounidense William Shockley. Al examinar las trayectorias de estos pensadores, Lewis identifica patrones recurrentes: investigaciones poco rigurosas, desdén por los factores estructurales y materiales que influyen en el éxito, y una marcada inclinación por las jerarquías raciales.

Lewis observa que el tema de la inteligencia parece ejercer un efecto distorsionador sobre quienes lo defienden con mayor vehemencia. Sin embargo, sugiere que, en realidad, este campo atrae a personas obsesionadas con la dominación. Para estos individuos, la idea de genio se convierte en una autoafirmación: “hace un fetiche del contrarianismo y halaga al ‘pensador libre’ o ‘intelectual heterodoxo’ hasta llevarlo del escepticismo al conspiracionismo”. En la actualidad, la autora señala que la torpeza social de Elon Musk es interpretada por sus seguidores de la derecha digital como una prueba adicional de su inteligencia.

Un reciente artículo de Houman Barekat en The Guardian cuestiona si esta generalización refleja realmente la percepción colectiva o si responde a una proyección de los propios clichés de la autora. The Genius Myth (editado por el sello Jonathan Cape) se inscribe en la tradición de la no ficción popular que, según el análisis de The Guardian, diagnostica un problema para luego ofrecer la solución. Como parte de este enfoque, Lewis introduce su propio término: “el modelo de déficit del genio”, que describe la tendencia a asociar grandes talentos con defectos o carencias personales. El medio británico considera que esta observación, aunque presentada como un hallazgo sociológico, no deja de ser una obviedad revestida de jerga especializada.

En cuanto al estilo, el libro busca una voz cercana y accesible, similar a la de una charla TED, pero el resultado, según la reseña, resulta forzado y poco natural. La abundancia de palabras en cursiva contribuye a una exposición laboriosa, y en ocasiones, Lewis parece esforzarse tanto en convencer al lector como a sí misma de la relevancia de sus argumentos. El tono del libro revela, en opinión de The Guardian, una cierta hostilidad hacia el arte considerado elevado y hacia quienes lo producen. Ejemplos de esto se encuentran en la descripción que Lewis hace de la obra de James Joyce como “novelas hipotéticas, pero más difíciles de leer”, su desdén hacia la “precocidad y ambición autoconsciente” en el cine, y su confesión de que el documental Get Back de Peter Jackson le resultó “bastante aburrido”.

Fuente: telam

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