Lunes 25 de Noviembre de 2024

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CAMPO-

Priscila, la agrónoma que produce huevos de gallina a pasto y los vende hasta en sus torneos de pade

En otro capítulo de ELLAS, llega la historia de la cordobesa Priscila Novello Tamagnini. Su infancia rural, las dudas sobre seguir agronomía hasta el final del secundario, su experiencia en Francia y cómo es la producción de huevos con gallineros móviles.

El deporte es mi cable a tierra: hice tenis, hago padel, di clases a niños y cuando surgió lo de producir huevos, y no sabía cómo venderlos, empecé a repartirlos por todos lados. Por ejemplo, cada vez que iba a los torneos y los partidos, con la paleta, las pelotas y los huevos. De ahí me quedó ´ahí llegó la huevera´”.

El testimonio es de Priscila Novello Tamagnini, “Pri” para la familia y amigos, la nueva protagonista de la serie de podcast ELLAS, que se crió en el campo y se autodefine como ingeniera agrónoma por elección, huevera por decisión y mujer rural por vocación”.

Aunque nació en Altos de Chipión, una pequeña población de 2.000 habitantes en el nordeste cordobés, se crió en Porteña, una ciudad también de esa zona que es una de las más importantes del país, entre otras cosas, en producción lechera.

Empezó a ir al campo con su padre y actualmente trabaja en el establecimiento de su familia materna. Su madre, que era profesora de inglés, falleció hace unos años. 

Revisando lotes de soja

Dentro de su rica trayectoria, fue también voluntaria en “Hospice La Piedad”, un lugar donde hacen cuidados paliativos a personas con enfermedad terminal, y hacía parquizaciones, ayudaba con la huerta y simplemente acompañaba a las personas enfermas y sus familias.

Y tiene además un capítulo internacional: estuvo seis mes en Francia, estudiando primero y trabajando en una familia de emprendedores horticultores.

-¿Qué recordás de niña de aquellas idas al campo?
– Lo primero que me acuerdo es ir unas 200 millones de veces a la pieza de mis papás en el horario de la siesta y preguntar: “Papi, ¿cuándo vamos al campo?” A cada rato iba a molestarlo. Hoy, trabajando, siendo más adulta, entiendo la siesta de mi papá. Pero me acuerdo de subirme a la camioneta, bajar el vidrio y cuando agarrábamos el camino de tierra sacaba la mano y hacía pulseadas con el aire para ver cuánta fuerza me hacía el viento en la mano. Y cuando llegábamos me iba a jugar. Adentro de las tolvas, con los rollos, los silobolsa, tratar de no clavarle mucho los talones para no romperlos… en esa época había tambo asique también me iba ahí y me ponía a jugar con las mangueras. Y si era la hora de la guachera acompañaba al tambero a darle la leche. Siempre fui muy metida, a veces estorbaba (ríe). 

-Si cerrás los ojos, ¿qué olores se te vienen al alma?
-Mi sentido menos desarrollado es el olfato, pero me acuerdo de las tardecitas. Siempre había un campo que se escampaban los novillos y a la tardecita siempre íbamos a ver si estaba todo bien. Y el olor a tierra de tanto que dábamos vueltas en el lote me gustaba. La luz del atardecer, el sol que atravesaba todo, el sonido de las gomas golpeando en el lote de lo rápido que íbamos, las vacas, y los gritos que daba para desahogarme en medio del campo. Hoy me daría vergüenza, pero en su momento era divertido. 

-¿Algo más?
-Sí, las carneadas. Era todo un acontecimiento. No veía la hora de que sea invierno, haga frío para poder estar esos tres o cuatro días carneando. Me acuerdo del olorcito, primero el fuego del chicharrón, el vapor del chicharrón, el olor a whisky, y después las tortas de mi abuela. Las tortas de mi abuela en las carneadas tenían un sabor diferente para mí. No sé si era porque tenía frío o porque pasaba varias horas sin comer pero ese sabor no me lo olvido más. 

Llegó el momento de estudiar y elegiste agronomía. ¿había otra cosa en tu horizonte o era agronomía, campo y punto?
-Si pudiera elegir de nuevo hubiera sido deportista, quisiera en mi otra vida ser deportista profesional. Yo arranqué de muy chiquita yendo al campo todo el tiempo, después empecé a jugar al tenis y ahí empecé a dejar bastante de ir al campo porque jugaba torneos, entrenaba. Mi papá estaba preocupado, ahora él era el que me preguntaba: “Pri, ¿querés acompañarme al campo?”. Después, llegaron los 15, ahí te das cuenta si tenés posibilidades o no, fueron años difíciles con la enfermedad de mi mamá y después cuando falleció ella ahí sí dejé por completo de jugar. 

-¿Pero ya tenías definido que ibas a seguir haciendo algo de campo?
-No, si me preguntabas cuando estaba terminando la secundaria qué iba a ser yo no tenía ni idea. Pero mi hermana mayor me empezó a ayudar, a guiar, a recordar que de chiquita me gustaba mucho el campo. Después leímos el listado de carreras y materias, y ahí elegí ingeniería agronómica. 

-¿Cómo te fue en ese comienzo que siempre es difícil?
-Nunca me gustaron ni matemáticas ni química, asi que imagínate. Pero bueno, fueron años duros de mucho profe particular. 

-Durante tu carrera fuiste voluntaria en el Hospice “La Piedad”, donde se reciben personas y se hacen cuidados paliativos. ¿Qué te quedó de esa experiencia?
-La verdad que son muchas las sensaciones que uno vive ahí adentro acompañando a las personas en esa situación. Lo primero que te puedo decir es que se puede ayudar hasta el último segundo de tu vida. Incluso las familias o el propio paciente, escucharlos, contar la experiencia de su vida, siempre algo te llevás. Y después la resiliencia que hay en esos lugares, la vitalidad de las personas, las ganas de vivir. Yo creo que eso es una de las cosas que más me llevo, el valor de vida en sí. 

En Hospice01

-También en un momento obtuviste una beca y te fuiste a Francia. ¿Cuánto estuviste allí, dónde, haciendo qué?
-La beca la obtuve el último año de la carrera. Cuando arranqué el norte era estudiar y sacar materias, mucha silla, muchos ejercicios. Después empezás a ver las materias que más te gustan. Ahí me empecé a preguntar ¿Qué me gustaría seguir? Y quería un desafío afuera. Estuve seis mes y medio en Clermont-Ferrand, cerca de Lyon. Y ahí hice algunas materias electivas, y después, una vez que rendías todo bien, te quedaban unos meses para estar. Yo hice un currículum traducido y empecé a mandar 25-27 currículums a distintos lugares para ver qué podía hacer. Yo quería trabajar. La Facultad donde fui era mucho de producción agroecológica, y yo quería ver si realmente la producción podía hacerse así. 

-¿Y cómo te fue? ¿Te llamaron?
-De los 25 me contestó 1. Era una empresa familiar. Cuando me llamaron me temblaba la mano y la voz. No sabía qué decir, pero le pedí si podíamos escribirnos, porque era más fácil para mí. Era una empresa familiar, pareja y dos hijos que hacían agricultura orgánica y después la vendían en las ferias. Del norte me fui al sur de Francia. Fue una muy linda experiencia, tengo gratos recuerdos. 

-¿Cómo producían?
-Arrancábamos 4 y media de la mañana, porque aprovechábamos la humedad para sacar malezas con la mano, cortábamos a la una, a las dos volvíamos y hasta la noche no parábamos. Y los fines de semana nos íbamos de feria a armar el stand para vender la verdura. 

-¿El idioma?
-En casa, mamá profesora de inglés, pero en “casa de herrero, cuchillo de palo”. El inglés lo esquivé bastante y aún hoy me cuesta, es algo pendiente. Y quería otro idioma. Entonces estudié antes de irme casi un año y después aprendí casi todo allá. Yo soy muy vergonzosa y mi profe de inglés me decía “hablá acá, porque allá no te va a salir nada”. Y cuando llegué lo único que supe decir fue “hola, tengo frío, tengo sueño”. 

Cuando estuvo en Francia

-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy en tu laburo?
-Me encanta no tener horarios. Siempre trato de levantarme temprano, pero si tengo un día bastante duro al otro día trato de dormir un rato más. Y después agarrar la camioneta, ese camino hacia el campo, escucho podcast, música, radio. También disfruto ingresar al lote, ver cómo están los cultivos, no dejo de sorprenderme todavía cómo crecen los cultivos de una semana a la otra. Eso me gusta mucho. Después sumé el emprendimiento con las galinas y los huevos y eso también me gusta. 

-¿Cuándo y por qué arrancaste? ¿Cuánto estás produciendo?
-Arranqué porque le empecé a prestar atención al huevo. Me llenaba la atención cómo este producto, el huevo, sale de un animal como la gallina, con una cáscara dura, dos consistencias como clara y yema. En una de esas noches no me podía dormir y me puse a buscar sobre avicultura, sistemas de producción avícola. Ahí me encontré con varias formas, una de estas era la que tengo yo de sistemas libres de pastoreos. En esa búsqueda me topé con el establecimiento “El Mate” de Bruno Vasquetto, leí mucho, él había sacado un libro, el cual compré y me quedé sin plata en la cuenta, era lo último que tenía. Después hice un curso con él, leí otros libros. Mientras iba averiguando qué raza me convenia, el tema del gallinero móvil, las redes, sobre qué pasturas… hasta que un día me llegaron las 500 gallinas. 

Con Bruno Vasquetto en quien se inspiro para la cria de galinas que hace hoy

Priscilla junto a Bruno Vasquetto, un pionero en el uso de gallineros móviles que la inspiró a este modelo productivo.

-¿Ese día? ¿Qué sensaciones?
-Mirá, yo era muy bichera en el campo de chiquita y no tanto. Pero la gallina nunca la había tocado, hasta me daba miedo de chica. Y la primer gallina que agarré fue una de esas 500 que llegó ese día. 

-¿Hoy cuántas tenés?
-Agrandé un poco, estoy en 920, tengo dos gallineros móviles y al mes junto, dependiendo de la época, unos 25.000 huevos. 

-¿Cómo los vendés?
-Fue otro desafío, porque cuando arranqué sólo pensaba en la producción, las gallinas, qué iban a comer, pero no en cómo los iba a vender. Cuando me encontré con 300 huevos era una parte que no había pensado. Empecé vendiendo en el pueblo, los torneos de padel los usaba para vender, me cargaba la camioneta con los maples de huevos, eso me hizo ganar el apodo de “llegó la huevera”. Llevaba, paleta, pelotas y maples. Después hacía la recorrida yo por los pueblos y repartía. Hoy tengo revendedores/as en distintos lugares, una dietética en Morteros, y en Porteña los reparto yo un día fijo en la semana. También lo pueden pasar a buscar a domicilio y entrego a fábrica de pastas y panaderías. 

Con gallinas02

-¿Cómo te ha ido siendo mujer en el campo?
-Siempre he sido muy corajuda, tímida pero metida, como esa mezcla. Y en el barrio de chica había siempre más varones. Además, jugaba al fútbol con los chicos. No te voy a negar que alguna vez hubo algún caso, pero en general me siento cómoda trabajando entre hombres. 

FUERA DEL SURCO

-Hablamos de tenis, de padel… ¿Es el deporte el espacio en que, después de un día largo, dejás todos los problemas a un lado y te reseteas?
-Es ahí, en el deporte, es mi cable a tierra, me desconecto totalmente, me divierto, me exijo, me enojo. Tengo temperamento, soy competitiva. Soy detallista con la técnica. Entreno. Pero, a su vez, siempre busco otra actividad, siempre pensé en los bonsai, o dibujar, pero nunca lo arranqué. 

-¿Series? ¿Películas?
-No soy de ver tantas, sí antes, cuando estudiaba. Hoy busco las policiales cuando miro. O las películas en historias reales, inspiradoras. 

-¿Tu cultivo preferido?
-La alfalfa. 

Paddle

-¿Algún lugar en el mundo que te gustaría conocer?
-Cualquier país nórdico. Dinamarca, Finlandia. Alguno que me permita presenciar una aurora boreal. 

-¿Música? ¿Por dónde vas?
-Hay días que escucho cumbia, la cumbia santafesina, pensá que estudié en Santa Fe. Pero también cuarteto. Lentos en inglés, Coldplay, Air Supply… pero una canción que siempre escucho es “Todo cambia”, de Mercedes Sosa, es un tema que escucho muy seguido porque es la vida misma. “Cambiar el mundo” de Alejandro Lerner, también. 

-¿Tenés alguna frase de cabecera? ¿Algo que te motive cada día o que te repitas cada tanto?
-“Fuerza y actitud”. Esa una frase que me escribió mi mamá un día que me fue a ver y jugué horrible, pésimo. A mí no me gustaba que me vayan a ver y malísimo jugué. Me fui con la cabeza gacha desde que terminó el partido hasta que salí. Y ella me dejó escrito en la billetera “fuerza y actitud, acordate de mamá, dale siempre para adelante”. Eso lo tengo bien grabado. 

MUJERES EN CAMPAÑA

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

Por Infocampo

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