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Céline Cousteau, explorar el mundo como su abuelo
Para Céline Cousteau, la exploración está en su sangre. Nieta del célebre documentalista y explorador Jacques Cousteau e hija de Jean-Michel Cousteau, siguió el mismo camino, aunque se dio de forma natural en su vida.
Henri Melchior fue hijo de un almirante francés. Enviado a Japón en la década de 1920 tras los pasos de su padre, llevó con él a su familia, entre ellos a su hija Simone, que había nacido el 19 de enero de 1919 en Tolón. Luego siguieron viajando por el mundo, siempre ligados al océano. En una velada organizada por su padre, la vida de la joven, por entonces de 17 años y cursando la escuela secundaria, cambiaría para siempre. El galán que la sedujo se llamaba Jacques-Yves Cousteau y se convertiría en la figura célebre que recorrería el mundo en el Calypso. Sin embargo, detrás de los méritos públicos, por 50 años “el mejor hombre de la familia”, según gustan decir los herederos, fue Simone, quien luego de tener a sus hijos Philippe y Jean-Michel, dedicó su vida a recuperar –gracias al aporte de la familia Guinness– un viejo dragaminas abandonado en Malta que se convertiría en la nave de Cousteau.
Jacques no se bajó del Calypso en 50 años, hasta su muerte. Marcó a fuego a las mujeres de la casa. Una herencia que tuvo que atravesar zozobras inesperadas: el deceso de Simone puso sobre el tapete la doble vida de Cousteau con Francine Triplet, con quien ya tenía dos hijos y a quien desposó un año después de la muerte de su primera mujer. Más tarde, además, sería esta segunda familia la que heredaría toda la fortuna y derechos del comandante.
Pero los genes de Simone llegarían a través de su hijo Jean-Michel a su nieta Céline Cousteau (51). Psicóloga y graduada en Relaciones Interculturales, luego de andar diferentes caminos, volvió al naturalismo y se dejó tentar por el agua. “Mi mensaje vital –cuenta por teléfono a LA NACIÓN– es dar cuenta de la inevitable interconectividad entre los humanos y el mundo natural”.
Como parte de esa actividad, ha fundado CauseCentric Productions, donde desarrolla documentales, como el largometraje disponible en Prime Video Tribes on the Edge, realizado a petición de los pueblos indígenas del Vale do Javari en la amazonía brasileña. También ha recorrido la Patagonia en una serie de doce documentales que realizó para la televisión chilena. Habla con fluidez español, inglés y francés y alterna su vida entre los Estados Unidos y Tolón, la ciudad natal de su abuela paterna. Es oradora habitual en las Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial, y está preproduciendo su podcast Interconnected, que intentará reunir las voces de los líderes actuales en campos que van desde la neurociencia, la climatología y los negocios hasta la música, el entretenimiento y el bienestar, intentando encontrar respuestas a nuestro vínculo con la naturaleza.
Este año enfrentará un desafío sin precedentes: un nuevo documental, un recorrido por Amazonas que promete cambiar la historia.
Todo comenzó con un primer libro: Le monde après mon grand-père (El mundo después de mi abuelo). Allí revela algo de lo que fueron sus primeros recuerdos. “Mi infancia –continúa en charla con LA NACIÓN–, tal vez hay que dividirla en dos partes. Una es quizás el lado más normal, en un hogar simple con una familia que vivía como todas. Hasta que tuve nueve años, mi madre no viajó en expediciones. Cuando empezó a hacerlo, las cosas cambiaron un poco porque una vez al año partía durante dos o tres meses. Así que en ese momento me convertía en parte de la preparación para la partida de la gran expedición y luego siempre había alguien de la familia o alguien de confianza que se quedaba viviendo conmigo durante ese tiempo. Pero hasta entonces mis días eran como los de cualquier otra niña y mucho de eso era jugar y comer. Levantarse y desayunar antes de ir a la escuela y reunirnos a la hora de cenar y conversar durante la comida. Esos son algunos de los recuerdos que tengo de mi infancia”.
Para su adolescencia el grupo familiar se trasladó a Nueva York. “La casa en la que vivíamos estaba arriba de las oficinas –sigue–. Recuerdo llegar a casa todos los días del colegio y caminar entre los escritorios, donde se estaban rodando películas, y a mi madre inclinada sobre su mesa mirando fotografías de las expediciones. Pero eso no dominó mi vida, fue una extensión de ella”. Los veranos los pasaba en Francia con su familia materna, donde se recuerda jugando al aire libre, disfrutando de la mesa larga que incluía a la familia extendida y montando a caballo. “Esos recuerdos de mi infancia no se publican en los periódicos porque pueden parecer comunes, pero para mí realmente sellaron mi sensación de normalidad –sostiene–. Y son igual de importantes, si no más. Realmente animaría a la gente a valorar y celebrar aquellas cosas que podrían considerar mundanas, porque hay alegría en todo eso. Y eso es algo que tengo en mi corazón en términos de mi infancia, son los momentos a veces aparentemente mundanos de comer con la familia o salir al aire libre o jugar los que más arraigados están en mi memoria”.
La lente llama
En 2005 a su padre le encargaron una serie de documentales para PBS, la red de televisión pública de los Estados Unidos, y ella ofreció su colaboración. No era extraño, porque toda su familia de una u otra manera había trabajado en ello. Desde entonces no paró. Madagascar, Costa Rica, Isla de Pascua, la Patagonia, la Antártida, el Amazonas… “La naturaleza es inherente a mi ADN –explica Céline–. No siempre creo que tengamos que explicarlo todo. Creo que a veces tenemos que sentirlo y con esa idea hago los documentales: para acercar esa sensación. En nuestras sociedades modernas, nos hemos alejado bastante de escuchar nuestro instinto, de prestar atención a nuestro cuerpo”.
A esta ausencia de silencio que nos conecta con lo que somos atribuye la productora el aumento del estrés y la ansiedad. También a que pasamos cada vez menos tiempo en la naturaleza como especie, “pero sabemos que ella cura –advierte–. Sabemos que cuando estamos en la naturaleza, incluso con solo mirarla en una fotografía, equilibramos nuestro sistema nervioso. Neurológicamente, los niños y adultos que tienen acceso a la naturaleza de cualquier forma tienen un funcionamiento ejecutivo superior, es decir, pueden regular sus emociones y comprender sus reacciones. Somos más efectivos, estamos más concentrados, hay menos hiperactividad”.
Para Céline es simple este proceso, porque considera que es un saber atávico. “Es algo que siempre hemos sabido, estamos completamente interconectados con nuestro mundo natural. Ahora nos encontramos explicando esa interconexión y volviendo a ella. Y creo que la ciencia tiene su lugar ahí para que podamos entenderlo, porque hoy la gente necesita explicaciones. Les gustan los datos, la investigación, la prueba, cuando a veces todo lo que necesitamos hacer es salir a la naturaleza y detenernos por un momento y simplemente sentir y percibir cómo somos cuando realmente volvemos a estar en equilibrio con nuestro mundo natural”.
En 2008, Céline produjo su primera película para lo que se convertiría en CauseCentric Productions (CCP), fundada en 2012. Ha concentrado su trabajo en exponer ecosistemas, especies y gente a los que, según cuenta, “quería darles un megáfono”.
Tribes on The Edge es lo que ella considera hasta hoy su gran obra. En este documental sobre las tribus del Amazonas brasileño trabajó durante casi una década. Llegó a la región por primera vez a los 9 años con su abuelo. Eligió volver 25 años después para contar la historia de esas tribus. En el tráiler da cuenta de ambos viajes, mostrando una foto de sí misma de pequeña. Permaneció tres años en la zona grabando a seis tribus distintas, lo que le demandó mucho tiempo y energía, porque implicó adentrarse en la selva y ganar la confianza de los locales. Finalizado ese tiempo, trabajó otros cuatro años en el montaje que hizo ella misma. “Es un documental independiente, los indígenas confían en mí y no aceptaban que otra persona lo editara”, afirma.
En ese tiempo aprendió a usar el reloj natural, adaptándose al ritmo de la naturaleza. “Los macacos o los monos aulladores dan la alarma del amanecer”, explica. En la naturaleza Céline le teme a pocas cosas, pero una de ellas son las arañas “y hay tarántulas peludas y serpientes venenosas por todos lados, por eso soy la mejor amiga de las botas de goma hasta la rodilla”. Aunque su peor recuerdo se lo destina a unos pequeños insectos que te muerden por todas partes y “pican tanto que te quieres arrancar la piel”.
Una internet natural
Aunque no reniega de su pasado y sus raíces, gran parte de su vida se ha dedicado a encontrar su propio camino. Ha puesto el foco en mostrar el modo en que todo está entrelazado. “La comida, por ejemplo, es algo obvio para todos, pero si miramos lo que hay en nuestro plato para la cena y lo rastreamos hasta su origen, se nos abre un mundo diferente. Cada uno de los ingredientes vino de alguna parte. Estás apegado a cada persona que cosechó, transportó y entregó esos alimentos. Con solo comer algo, te apegas a las culturas, las personas y las formas de todo lo que está conectado a tu sistema alimentario. Cualquier cosa que crece recibe algún tipo de alimento y agua. Al comprender cómo funciona el sistema hídrico global, podemos conectarlo a nuestros alimentos. Tomemos, por ejemplo, en Brasil, lo que se llama los Ríos Voadores, ríos voladores, que trazan los patrones de evaporación del agua cuando viene del Océano Atlántico sobre el Amazonas, chocando contra los Andes, en Sudamérica, la lluvia cae sobre los cultivos que luego serán empaquetados y exportados. Estás conectado con los patrones climáticos sobre el Amazonas si comes cualquier cosa que provenga de la región. Estás vinculado con todo el ecosistema. Aunque me gusta usar ese ejemplo, podés usar cualquier otra cosa: desde tu taza de café hasta tu teléfono celular”.
Un lado particular del desarrollo de la dinastía permanece en parte adormecido detrás de la figura del célebre Jacques. Las mujeres fueron protagonistas ineludibles de los sucesos, aun desde el comienzo. “Si tuviera que trazar una línea que nos atraviesa, sin dudas indicaría que a las mujeres de la familia nos encanta mirar los desafíos bien de frente –relata–. Me gustaría resaltar la hermosa fuerza de ser una mujer exploradora en el campo, y una tercera generación en esta familia. Mi abuela, Simone Melchior-Custo, tomó una decisión muy clara al elegir estar en las expediciones. Pero no quería que su historia fuera contada, no quería estar frente a la cámara. Deseaba viajar por amor a la navegación, al barco y a explorar. Fue increíblemente fuerte. Su elección de estar en esa posición también permitió a todos los que estaban en la expedición recibir su cuidado, porque se transformó en su enfermera, su peluquera, su terapeuta. Los cuidó como si fuera su madre”.
Pero Simone no fue la única. La madre de Céline, Anne Marie, “una pequeña mujer francesa” como le gusta definirla a su hija, fue fotógrafa en las expediciones. Cargaba con el peso y la responsabilidad de los equipos. “Tenía un papel en un mundo dominado por los hombres” y es quien aún administra la biblioteca de fotografías de las expediciones a las que concurrió. “Fue capaz de influir en cómo vimos esos viajes”, sostiene Céline.
Esta generación es bastante diferente. “He conocido a muchas mujeres en el campo que están haciendo un trabajo extraordinario, ya sea en la ciencia, la exploración o la filmación. Han tenido que ganarse su lugar en esas posiciones –indica Céline–. Me han inspirado. He estado en expediciones durante quince años y he tenido oportunidades tremendas para experimentar lugares lejanos, nuevas culturas, aprender nuevas cosas, desafiarme y empujar mis límites, mis habilidades físicas, desde la pesca en la Antártica, a subir un árbol de baobab en Madagascar”.
El desafío de este año puede cambiar los libros de geografía. “Siempre se ha enseñado que el río Nilo tiene la mayor extensión y el río Amazonas tiene el mayor volumen de agua. Sin embargo, es posible que esto ya no sea correcto –advierte–. Para corroborar esta nueva hipótesis me embarcaré en un barco híbrido empezando por un nuevo manantial descubierto recientemente en Perú, en abril próximo y por seis meses, llegando hasta el Océano Atlántico. El proyecto Río Amazonas: del hielo al mar dará como resultado series web, documentales, una película educativa IMAX para museos en 40 países y todos podrán participar en esta aventura”. Otra vez, una Cousteau descubriendo el mundo.
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