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La primera bailarina ciega que brilló en el Mundial de Tango revela sus secretos antes de volver a competir
Eliana Manzo fue gimnasta hasta los 15 años y luego decidió convertirse en artista. Por una neuritis óptica, quedó totalmente ciega a los 25, pero esto nunca la detuvo para conseguir sus metas.
Se formó como gimnasta de élite hasta los 14 años, cuando decidió cambiar de rumbo y convertirse en actriz y bailarina, pero le quedó la disciplina y la resiliencia con la que luego enfrentaría una nueva etapa. “Soy una convencida en la vida de que todo sucede por algo y que todo eso me forjó para sobrellevar la pérdida de la visión”, asegura en diálogo con TN.
Una neuritis óptica fue la causa de su pérdida de la visión, que avanzó de forma gradual. La primera crisis se desencadenó cuando tenía 15 años. “Empecé a darme cuenta de que no leía las letras chiquitas, ni los letreros”, recuerda. Otros dos episodios, a los 17 y a los 18, deterioraron considerablemente su vista, aunque podía ver la luz, sabía si era de día o de noche, distinguía los flashes de las cámaras. La última crisis la vivió a los 25, cuando quedó totalmente ciega. “Cada una de esas etapas me propuso una adaptación diferente”, cuenta.
El tango, toda la vida
Eliana no se detuvo ante las circunstancias, sino que adaptó sus actividades. “Siempre manejo mi discapacidad con naturalidad”, resalta. Comenzó a hacer cursos de teatro a los 15 y luego entendió que su pasión siempre había sido la danza. “A los dos días que empecé teatro, conocí a una chica que era bailarina y dije, ‘eso es lo que a mí me gustaba de la gimnasia: el baile’”.
Desde entonces, se dedicó al baile clásico y el jazz. Se recibió de profesora de danza de jazz en el Instituto Mahra Pellegrino y continuó en paralelo las presentaciones de baile con el trabajo de actriz.
Eliana llegó a la semifinal en su primera participación en el Mundial de Tango, en 2023. (Video: Instagram @elianalucilamanzo/Fotos: Fernando Morales, vía @elianalucilamanzo)
Conforme iba perdiendo la visión, Eliana recibía la ayuda de sus compañeros. En el teatro tuvo el apoyo incondicional de Óscar Alberto “Lito” Cruz, reconocido actor y director que siempre la ayudó a ubicarse sobre las tablas, y del director Claudio Grillo, quien incluyó personajes con discapacidad en sus obras para que Eliana pudiera expresarse con más comodidad.
También se adaptó a la danza. “Yo siempre seguí bailando y me guiaban por la voz. Se generaba algo muy lindo que era la red con mis compañeras. Si yo tenía que hacer una secuencia de saltos, había una bailarina que me estaba hablando tras bambalinas y nadie se daba cuenta de que yo no veía, pero yo pensaba, ‘esto es un estrés’, porque yo estaba pensando que necesitaba que me guiaran, y dije, ‘necesito un baile de pareja, que otro vea y me guíe’”, relata.
Fue entonces cuando se decantó por el tango, un estilo que siempre consideró sensual y elegante. “Toda la vida me gustó el tango. Ya había tenido unos indicios a los 20 años. También fui a ver a María Nieves con mi abuela”. Era la opción perfecta para dedicarse a lo que más la apasiona. “Encontré el placer, esa libertad, en el tango. Yo solo me preocupo por bailar”, señala.
Luego de tomar la decisión, el próximo paso era encontrar un profesor, así que le pidió a un bailarín de la obra Un tango anarquista que le recomendara uno. Gracias a él conoció a su maestro, Claudio González, a quien Eliana considera su “padrino del tango”.
El Mundial de Tango
Al ser nueva en este estilo de danza, Eliana no imaginó que González era un bailarín de reconocimiento internacional y un maestro consagrado. “Después me enteré de que es jurado de los mundiales, maestro de maestros, es un groso del tango”, remarca.
En 2020, antes de la pandemia, lo contactó y le pidió ser su alumna. Él aceptó darle clases y, cuando se conocieron en persona, se enteró de que Eliana es ciega. “Fue un desafío, pero le dije, ‘vení igual y vemos cómo evolucionás’. Para mí, fue un cambio pasar por una enseñanza distinta a la que estoy acostumbrado con mis otros alumnos. No es fácil, y todavía seguimos investigando. Lo más difícil es que Eli crece muy rápido en su desarrollo como bailarina profesional y necesita seguir creciendo, pero hacemos todo lo que podemos”, dice González, y asegura que es la tenacidad de su alumna lo que lo inspira.
Las clases comenzaron a finales de 2021. Mediante el tacto, González logró mostrarle cómo hacer cada movimiento y postura, mientras ella recrea los pasos en su mente. “Todo pasa un poco por la imaginación y la comunicación del maestro y del alumno, que el maestro genere esa simbiosis motorizada por la empatía. Una vez que lo veo en mi cabeza, lo puedo reproducir”, explica la artista.
Eliana aprendió en tiempo récord y, una vez más, manejó todo con la disciplina de una deportista olímpica. En poco más de un año de clases, se presentó en milongas con su maestro como compañero, se sumó al elenco de la obra Lección de Anatomía y tuvo a su bebé Amadeo.
Al mismo tiempo, se preparaba para el Mundial de Tango, y reconoce que el apoyo de su profesor fue clave. “Él me conseguía los vestidos, quien me maquille. En mi cumpleaños, me regaló un anillo y un par de aros de su mamá, que bailaba tango. Fue tan simbólico. Para mí, fue como que él me regale el tango. Claudio es mi genio de la lámpara”, asevera.
Solo tres meses antes del Mundial de 2023, González encontró a su primera pareja de baile, Eduardo Román, y terminaron de preparar la rutina en ese corto período. La pieza con la que compitieron fue “Patético”, versión de Pugliese, con una breve introducción escrita y narrada por Eliana, con la intención de darle a conocer al público su condición:
La fragilidad del ser ante la banalidad del ver. Esa es la cuestión, experimentar la carencia para impulsarme así, como trampolín, hacia la verdad de un encuentro, ese encuentro con un otro, donde de repente se funden nuestros cuerpos en un solo abrazo y somos uno, como un pincel en el espacio, dándole color a esta obra viva. El nacimiento, así, de la poesía del movimiento, de la libertad, del placer de la entrega, donde absolutamente todo es posible por ese otro que es él, que soy yo, que somos los dos, la esencia de nuestras almas. No ver para sentirnos.
“Fue hermoso, muy emocionante para todos. Había gente que no sabía si Eliana veía o no. Yo necesitaba mostrarle a la gente, desde el comienzo del tema, que Eli no veía y que era, para mí y para ella, un doble esfuerzo”, cuenta el maestro.
Una vez más, Eliana superó todos los límites y expectativas. “Logramos llegar a una semifinal, que es muy importante para una primera vez. Hay gente que está cinco o seis años o más, y ni siquiera llega a una semifinal. A veces, la fuerza y las ganas derriban los muros que parecen imposibles. Creo que es una enseñanza para todos”, agregó González.
Quedar entre las primeras 28 parejas de las 190 participantes no era la ambición de Eliana. Ella solo quería bailar. “Yo me presenté al Mundial no porque quería ganar ni pasar a la semifinal, sino porque quería que me vean, que se puede bailar sin ver. Es justamente desmitificar el prejuicio de, ‘ay, pero no ve, ¿cómo va a hacer? ¿Y el escenario, los tacos?’. Entonces, acá estoy, en el escenario, bailando un tema como Patético, y eso fue. Llegar a la semifinal no fue más que demostrar, pero yo solo me dejé llevar por el deseo, el motor del deseo. Después, todo va sucediendo. Yo siempre digo, cuando deseas algo, vas encontrando por dónde. Vas deseando y la gente se suma a tu deseo”.
Ese sigue siendo su impulso para este año, y para eso ensaya entre dos y tres veces por semana con su actual partenaire, Emiliano Vega. “Para este segundo Mundial, me siento muy ilusionada, pero no con el hecho de pasar de etapa, sino muy motivada con la performance. Quiero que salga lindo y hacerlo, no para ganar, sino para que se vea una obra de arte y conmover al espectador”, afirma.
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