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Lázaro Caballero: la sangre del monte en la nueva raíz del folclore

El 4 de septiembre de 1992 nació en Formosa Lázaro Caballero, un joven que hoy, con apenas 33 años, se ha convertido en un verdadero estandarte del folclore tradicional. Su historia no es la de un artista que buscó sonidos de moda ni fórmulas pasajeras; es la de un cantor que lleva el monte en la sangre, y que supo desde el inicio abrazar el canto de su tierra como identidad y destino.
Quizás su consagración en el Festival de Cosquín, en 2014, fue prematura para muchos. Apenas un muchacho, ya se paraba en el escenario mayor con la solvencia de los viejos cantores. Pero esa temprana confirmación de su talento fue apenas un anticipo de lo que vendría: un artista que crece sin renunciar a la raíz, que se consolida en el respeto a la tradición y que, al mismo tiempo, abre caminos para nuevas generaciones.
Hoy Lázaro Caballero es mucho más que un solista de Formosa. Es, para muchos jóvenes artistas, el referente del monte. Y no es casualidad. Su voz, su estilo y su repertorio se nutren de esa identidad profunda que no se negocia ni se maquilla. En tiempos donde la industria suele inclinarse a lo “urbano” o lo “fusionado”, Caballero sostiene que el canto tradicional también tiene vigencia, fuerza y belleza.
El proyecto Cantores del Monte, que lo une al Indio Lucio Rojas y a Cristina Herrera, es la mejor muestra de esa excelencia folclórica. Un espacio donde la raíz se hace presente con toda su fuerza, recuperando el valor de lo auténtico y poniendo al monte en el centro del escenario.
Pero Lázaro no solo defiende el folclore con su canto: también lo respalda con la palabra. Cuando el conductor Roberto Pettinato se refirió despectivamente al género, Caballero no dudó en responderle con la contundencia que lo caracteriza:
“Pettinato, no sabés nada. El folclore argentino es el pueblo. No sabés nada. No hables.”
Esa frase resume su esencia: el folclore no se discute desde afuera, se vive desde adentro.
Lázaro Caballero representa, entonces, un presente sólido y un futuro abierto para el folclore. Su andar demuestra que no es necesario renunciar a la raíz para conquistar escenarios ni multitudes. Al contrario: en cada verso y en cada acorde, late el monte formoseño como una verdad que no necesita artificios.
Porque cuando Lázaro canta, el monte florece. Su voz es río que se abre camino, es quebracho que se planta firme, es canto que no se quiebra ante los tiempos. Y en ese eco que llega desde Formosa hacia todo el país, se entiende que el folclore no es pasado: es presente vivo y futuro posible, siempre que haya cantores como él que se animen a llevarlo en la sangre y en el alma.
Carlos Lucentti – Estación Urbana 97.5
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