Entre quienes realizaban los recorridos culturales propuestos por La Noche de los Museos, los festejos adelantados de Halloween y el jaleo habitual de los teatros y pizzerías de la avenida Corrientes, el centro porteño fue un hervidero el sábado, bajo el cielo negro de la primera noche primaveral de esta primavera cero. Muchos optaron por ir hasta el Luna Park a escuchar a Soledad Pastorutti, y aunque no lograron agotar la capacidad del estadio, le dieron un marco acorde a la figura de la cantante, que está celebrando 20 años de su show consagratorio en el festival de folclore de Cosquín.

En poco más de dos horas de concierto, La Sole hizo un repaso exhaustivo y apasionado de las canciones -propias y ajenas- que la pusieron en este lugar. Luego de un meteórico debut que le valió una fuerte exposición mediática y una explosión en las listas de ventas de discos con apenas 15 años, demostró que la popularidad puede no ser nociva, si uno tiene los pies sobre la tierra. Algo de eso se revela en las letras que entona de manera arrolladora, a pura sonrisa, con un carisma que cautiva hasta a los no creyentes.

Antes de que comenzara el show, sus diez músicos (entre ellos, el director musical Bruno Orgaz en teclados; Juan José Castelli en acordeón y guitarra; Lucas Miranda en bajo; el corista Pablo Cordero; Jorge “Laucha” Calcaterra en guitarra líder; Pedro Pacheco en batería; Javier López en guitarra, charango y violín; y Silvio López en bombo y cajón peruano) la esperaban con las luces encendidas, como si también fueran parte del público, apostados en tres escaleras que derivaban en una luna llena gigante. Detrás de la misma apareció la cumpleañera, junto al ballet Chúcaro, que con sus trajes folklóricos típicos aportó más color al arranque.

Aunque el habitual “campo” del estadio fue transformado en una platea, la intensidad del público se hizo notar. Es que La Sole cuenta con un fandom muy intenso, que viaja desde distintos puntos del país y le pone mucha producción a su participación: aunque las bombas de papel y los pomos de espuma puedan resultar coloridos, llama la atención que hayan pasado los cacheos al ingresar. Cuando sonaron los hits Que nadie sepa mi sufrir, A Don Ata (el único momento de revoleo de poncho) o Todos juntos, casi nadie se quedó sentado, y la escena era más cercana a la del carnaval carioca, que a la de una celebración de la música popular local.

El repertorio de Soledad transita muchas regiones y sonidos del país, que va hilando a manera de popurrí: saludando al litoral (A mi Corrientes Porá y Trasnochados espineles), al centro (Del norte cordobés), al noroeste (Salteñita de los valles), la Patagonia (Amutuy, junto a Marité Berbel, quien pidió “por cien años de Soledad”), la Pampa (Pilchas gauchas) y el Río de la Plata (el tango Balada para un loco).

También invitó a Los Manseros Santiagueños, para cantar Añoranzasy Para los ojos más bellos; al guitarrista de Los Persas, la banda del ex piojo Andrés Ciro, y sobrino nieto del eterno Vitillo Abalos, Juan Abalos (en Vivir es hoy); e invocó a Mercedes Sosa a través de una pista para, Agua, fuego, tierra y viento. Pero la aparición más festejada fue la de su hermana, Natalia, flamante madre, que estuvo alejada de los escenarios y acompañó en Zamba de amor en vuelo.

Para el final, la cosa se puso cumbiera con una versión bailable de Que nadie sepa mi sufrir, enganchada al clásico Cómo te voy a olvidar. La cadencia se trasladó al asalto definitivo que supuso el mezcladito de Luces para mí, Tren del cielo y Mi sueño mejor, justificando el apodo de “huracán de Arequito”, de quien ya se estaba despidiendo hasta la próxima.(Fuente:Clarin)

_______________________________________________________________________________________
IMPORTANTE !!! La Folk Argentina, NO tiene responsabilidad alguna sobre comentarios de terceros, los mismos son de exclusiva responsabilidad del que los emite, La Folk Argentina se reserva el derecho de eliminar aquellos comentarios injuriantes, discriminadores o contrarios a las leyes de la República Argentina