Lunes 25 de Noviembre de 2024

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ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Jorge Cafrune: Una voz popular que cada día se escucha mejor

Jorge Cafrune una de las voces más emblemáticas de la historia del folclore nacional. Murió hace 40 años cuando una camioneta lo atropelló mientras cabalgaba junto a la ruta 27. Nunca se determinó si se trató de un accidente o de un atentado.

Una hora antes de la medianoche del 31 de enero de 1978, una pickup sin luces arrasa los caballos de Jorge Cafrune y Fermín Gutiérrez, en la ruta 27, entre Benavídez y Pacheco. El hecho no solo acaba con la vida física del cantante, de apenas 40 años. Da pie a que se asocien otras circunstancias ocurridas en los meses previos y que hasta la fecha no haya podido establecerse si se trató de un accidente o si una mano negra lo mandó a matar.

Días antes, en el Festival de Cosquín, los soldados que custodian la mesa de sonidos miran para otro lado cuando Cafrune arranca con El orejano, tema ausente entre los autorizados. “Yo sé que en el pago me tienen idea / Porque a los que mandan no les cabresteo”, valsea él, bajito pero con toda su voz, y la Plaza Próspero Molina explota.

Lista en una mano y fusil en la otra, ninguno de los dos soldados ordena al operador cortar el sonido. En la parte de “Soy chúcaro y libre”, el revoleo de pañuelos blancos cubre la audiencia y los gritos desesperan por Zamba de mi esperanza.

Su canción-emblema tampoco figura entre las permitidas. Cafrune la hace con la ternura de siempre, dosificando el fervor que produce cada línea. La plaza lo escucha en estado de reverencia. Desde “dejá que quiera como yo sé”, el vitoreo tapa la última estrofa y se estira varios minutos, imposible cortarlo. Uno de los organizadores lo llama al costado del escenario. "Desobedeciste, Turco, nos pusiste en riesgo a todos." "El pueblo me la pidió", responde él.

Jorge Cafrune: Una voz popular que cada día se escucha mejor

Inseparables. Cafrune y su caballo. La muerte lo sorprendió cabalgando junto a la ruta 27, camino a Yapeyú.

Años más tarde, en el juicio a las Juntas, Mónica Leula y Teresa Mesquiatti, dos ex detenidas en el campo clandestino de torturas La Perla, declaran que el Teniente Io Villanueva, las amenazaba diciéndoles: "Les va a pasar lo mismo que a Cafrune, que le tiramos la pickup encima". Y: "Cafrune es más peligroso con sus palabras y sus canciones que un ejército con sus armas. Hay que darle un escarmiento. A este tipo hay que matarlo".

Que la pickup se hubiera usado años antes para fletes en el Ministerio de Bienestar Social y que el padre del conductor trabajara para López Rega -que también lo tenía entre ojos desde que Cafrune visitara al General Perón en Puerta de Hierro- abona la teoría del complot. El hijo del ex colaborador, Héctor Emilio Díaz, de 20 años, a la mañana siguiente, se presenta espontáneamente a la comisaría. "Estaba borracho -se justifica-. Iba a lo de mi novia." Pese a que el expediente se caratula homicidio culposo, el muchacho sale en libertad el mismo día.

Como los caballos iban a la par por la ruta, y no en fila como establece la reglamentación, y sin otra luz que un farolito de querosene, la contravención tiene más peso legal que cualquier sospecha.

Asesinato por encargo o hecho fortuito; ambas hipótesis encajan a la medida en el mito del artista rebelde que muere joven, en el apogeo de su carrera y con las botas puestas. Ese destino trágico da otra resonancia a su canto y potencia su estirpe de “gaucho cantor”. Basta recordar su imagen, escuchar su voz en cualquier grabación, o simplemente nombrar a Cafrune, para que aparezca ese espíritu.

No canta cada vez mejor: se lo “escucha” mejor. Primero, por su voz. Varonil, recia y a la vez emotiva, anticipa una revalorización de la sensibilidad masculina. Grave, elegantemente serena, con un timbre particular y una fuerza en sí misma que no necesita del alarido ni de la exageración crea una emocionalidad propia para cada tema. Hable, recite o cante, su voz transmite esa la tonada cálida y particular que conservan los norteños de origen siriolibanés.

La amorosidad con que se refiere a la mujer (en La cautiva oCuando llegue el alba, por citar sólo dos interpretaciones) erizan la piel sin distinción de género. Los comentarios con que rodea a cada canción son escuetos, sin intenciones demagógicas. Si tiene recitado lo hace sin histrionismo.

Su voz es tan inconfundible como los acordes que preceden a su canto. Cuerdas estiradas al máximo y “dedos como palas”, así los llamaba su amigo Facundo Cabral; sólo se acompaña con su guitarra.

Cantar inconfundible por lo preciso, parece que recitara, pero no: va entonando la melodía y pronuncia cada palabra como si la exprimiera para ofrecer su mejor sonoridad. Las grabaciones deMi luna cautivaZamba para decir adiós o La finadita son ejemplos siempre a mano de su refinamiento.

"El Papi no era un cantor profesional", cuenta Yamila, su hija mayor. "Era orejero, de ensayar mucho, tuviera o no función, justamente porque conocía sus limitaciones en relación con los monstruos de la guitarra. Todas las mañanas, en casa y en las giras, se sentaba a ensayar o sacar temas nuevos. Se enamoraba de una pieza y podía estar horas y días repitiéndola".

De joven, alguien le sugiere cantar más pausado, él toma el consejo a su modo: pronuncia todas las letras, a cada sílaba le da su tiempo. Cuando el clima creado lo permite extrae de cada vocal otras vocales sin alterar la métrica. Cuando dice “meta chicote a su pardal”, en Zambita pa don Rosendo, “a ti te canto”en Zamba de mi esperanza, y en muchos otros temas, hasta a las consonantes hace vibrar.

Con la misma sobriedad, pasa del arrullo a la denuncia, de la plegaria a la declaración de principios. La convicción que imprime en cada frase despierta el mismo sentimiento. Algunos autores e intérpretes, lo recelan porque Cafrune parece “adueñarse” de las canciones; su versión las canoniza.

Aunque describa humillaciones o injusticias, como las innumerables que padece el peón rural, no le pone tono de queja, protesta ni lamento. Recorre los versos con delicadeza extrema. Incluso en la manera de sobrellevar el dolor, el hambre, o el aislamiento, expresa la dignidad arquetípica del hombre de campo.

Su compromiso con el canto no es una relación idílica. Lo siente como una misión. Nada quiebra su fe. Ni sus valores. Coherente como todo su repertorio, su decisión de cabalgar desde la Catedral Metropolitana hasta Yapeyú llevando unos cascotes de tierra traídos de Boulogne Sur Mer responde a ese impulso: despertar conciencia de patria, suelo, tierra, raíces, pueblo.

Allí lo espera una legión de jinetes llegados de todo el país. Ese 28 de febrero se cumplen 200 años del nacimiento de General San Martín y su espíritu, sostiene él, está siendo pisoteado por la dictadura militar.

No lo hace por oportunismo. No le importa triunfar ni que lo prohíban. Tampoco el miedo ni el peligro. Es cien por ciento consciente del poderío simbólico de sus actos.

Pocos días antes le confiesa al periodista Héctor Ramos: "Sé que estoy amenazado y que si hago ese viaje moriré. Pero lo tengo que hacer. Dicen que soy zurdo y que un zurdo no puede mancillar la tierra de San Martín".

Solo alcanza a hacer los primeros 30 kilómetros de los que calculó para cada jornada. Cuando la pickup los embiste, Gutiérrez vuela por el aire y su caballo voltea al de Cafrune. Al pararse, el tordillo apoya los vasos en sus costillas. El dolor apenas le deja decir unas palabras. Los traumatismos superan los recursos del Hospital Municipal de Tigre. Muere en el inicio del 1° de febrero en la ambulancia que lo traslada a Instituto del Tórax de Vicente López.

 

Yamila Cafrune

“Yo sostengo que fue sólo un accidente de tránsito”

Jorge Cafrune: Una voz popular que cada día se escucha mejor

Vuelta de hoja. Yamila Cafrune elige no alimentar la conjetura del atentado.

La hipótesis del atentado siempre sobrevoló la muerte de Cafrune, y la causa judicial nunca llegó a una resolución. Sin embargo, su hija Yamila, durante una entrevista ofrecida a Clarín en enero de 2016 lo desestimó. “Como estaba prohibido, se dijo que fue un atentado. Yo sostengo que fue sólo un accidente de tránsito, pero los militares lo usaron para vanagloriarse de su poder”, dijo.

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