Jueves 25 de Abril de 2024

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Miradas opuestas de “El amor en mi vida”, nuevo disco de Abel Pintos

El cantautor bahiense se despacha con un disco muy personal que se presenta como celebración colectiva. Aquí, posturas enfrentadas sobre él.

A FAVOR: EL AMOR VENCE

Germán Arrascaeta

En la presentación promocional de El amor en mi vida, su último disco de estudio, Abel Pintos avisa que es algo “muy compartido” y al mismo tiempo, lo más personal que ha escrito desde que se convirtió en uno de los más prolíficos y exitosos cantautores de nuestra música popular.

Lo primero, claro, se explica al relevar una lista de invitados que va de los mejicanos Camila al puertorriqueño Visitante, previo paso por la compatriota Lali.

 

Y lo segundo, no sólo con la escucha sino también por el modo en que el mismo Abel se está cargando la defensa conceptual del disco desde sus perfiles de redes.

La cosa es así: aun cuando su impacto en el entretenimiento nacional podría llevarlo a desentenderse de una obra recientemente estrenada, el bahiense elige desmenuzarla en tuits sucesivos, en los que explica intenciones y revela enfoques, detalles de producción...

Claramente, El amor en mi vida no es un eslabón más en su cadena discográfica.

Ahora bien, que su creador le ponga cuerpo y alma no inhibe al producto de un relevamiento crítico, ni le imprime alta calidad porque sí.

 

Pero sucede que Pintos acierta con esta oferta, por cuanto el carácter colectivo inherente a su realización no la convierte en un compendio de estilos tendiente a congraciarse con una vibración de época.

Hay destellos celebratorios a lo Coldplay, mínimos coqueteos de dance europeo y algunas estrofas en modo “talking”; de todos modos, siempre se impone una idea de producción homogénea de pop de alta fidelidad.

Y en las letras, las revelaciones en torno a un presente feliz, abonado a su turno por blanqueo de noviazgo, paternidad y propuesta de casamiento, están amalgamadas con otras escenas de la vida amorosa y hasta pueden resultar polivalentes.

 

Por caso, Quiero cantar acerca una estrofa que expresa “Un río que no sangre ni el veneno/ Un amor sin prisioneros ni etiquetas/ Solo amor sin condición”, aplicable tanto a una relación cis hétero como a la musicalización de una celebración por el Mes del Orgullo.

Otro gran legado que deja lo nuevo de Abel es el estribillo de Disparos, junto a Lali. Hay que oírlos a ambos en ese centelleo de esperanza que expresa “Deja toda la ansiedad/ abracémonos/ quiero darte paz”.

Llega en tiempos de incertidumbre. Puede ayudar.

 

EN CONTRA: MÁS FÓRMULA QUE CORAZÓN

DiegoTabachnik

Abel Pintos se ganó en base a su más que respetable trayectoria todas las prerrogativas posibles que puede darle la industria discográfica a un artista. Esto significa contar con una producción notable, invitados de primera línea como para seguir posicionándose en los mercados y el público objetivo que más le interese, y por supuesto, una difusión cuidada.

Sin embargo, El amor en mi vida, más allá de las apariencias, falla en detalles y, visto en perspectiva, se ubica por debajo del resto de su discografía.

La canción Piedra Libre, por ejemplo, como prácticamente todo el disco, tiene una tónica a lo Disney, cuasi infantil, que asusta. Si hiciéramos la prueba de poner de fondo la película Frozen, por ejemplo, encajaría perfectamente, sin necesidad de correr ni una coma.

En ese mismo tema se nota cierta inquietud y precocidad por “atrapar” rápidamente al oyente: a tan solo 27 segundos de empezado el disco, estalla un estribillo con toda la pompa. El tema no se va construyendo, sino más bien se “arrebata”. ¿Demasiado pensado para las radios y redes?

La canción El amor en mi vida corre exactamente la misma suerte que la anterior (no así en Nosotros, por ejemplo, cuyo estribillo decanta y brota recién al 1.10′ del track).

Abel también corre de atrás en estilos ya probados por otros. En Espejo coquetea con ese tic de estribillos con toques de EDM, esa electrónica bailable de digestión rápida, como una cruza entre el hit Sofía de Álvaro Soler pasado por las bandejas de Martin Garrix.

Algo parecido ocurre con El hechizo, en donde queda desnuda la intención de sonar “urbano”, fresco y actual. El resultado no está mal, pero parece más una búsqueda por no quedarse afuera de una movida más que por convicción estética.

Lo mismo pasa con Vivir sin ti, una canción que tiene el ADN más genuino de Pintos, pero revestida por arreglos percusivos y sonoros desde la producción que le quitan naturalidad.

Claro que el disco tiene buenos momentos, como Quiero cantar (aún cuando suena como una declamación algo naif) o No pares (por lejos, lo mejor del trabajo). Pero el balance general deja sabor a mucho trabajo de marketing y búsqueda del hit apelando a la fórmula más que a la fibra y a la emoción que siempre lo caracterizó.

Fuente: LA VOZPuede ser una imagen de texto que dice "Germán Arrascaeta, Diego Tabachnik"

 

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