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14/10/2024

José Emilio Burucúa: “Hay que despojar el concepto ‘civilización’ de cualquier idea de superioridad”

Fuente: telam

El ensayista, investigador, historiador del arte y docente universitario habla sobre su reciente libro “Civilización. Historia de un concepto”, el origen del término y cómo “demoler el eurocentrismo”

>“Al notable arquitecto de nuestro barrio”. Eso se lee en una placa colocada, por la Junta de Estudios Históricos de Balvanera, en la fachada de un edificio con un par de leones tallados en madera sobre la calle Hipólito Yrigoyen al 2500, a cuadras de la plaza Miserere. Enfrente, se emplaza otro imponente edificio patrimonial proyectado por el mismo arquitecto: la El destinatario de la placa, y responsable de tales exquisitas construcciones, fue el arquitecto ítalo-argentino Virginio Colombo quien, junto al escultor Ercole Pasina, combinó en la fachada 39 obras de arte: 13 estatuas femeninas, 10 querubines, 12 cabezas femeninas en las ménsulas, 3 vitraux, y una escena que evoca una crucifixión. Esa privilegiada y artística panorámica es la que se observa desde el balcón del departamento del historiador y crítico de arteLa combinación entre arte e historia del proyectista de emblemáticos edificios como la Casa de los Pavos Reales (avenida Rivadavia 3216), el Edificio Grimoldi (avenida Corrientes 2584) o la Societá Unione Operai Italiani (Sarmiento 1364) se engarza con la estirpe del ensayista argentino, doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA) -también vicedecano de aquella facultad entre 1994 y 1998- y que acaba de lanzar una monumental obra de 700 páginas intitulada Civilización. Historia de un concepto, editado por Fondo de Cultura Económica (FCE), que le demandó cinco años de investigación y escritura.

¿Cómo estructurar algo tan ambicioso? “En realidad yo pensaba escribir o proponer una nueva teoría sobre el concepto de civilización, digamos, empezar por el euroatlántico, seguir por la gran civilización árabe, luego por la china y el Japón”, resume el también autor de Historia Natural y Mítica de los Elefantes (junto a Nicolás Kwiatkowski) quien en breve presentará su segundo volumen de esta minuciosa obra. Burucúa, además, está escribiendo un libro con el escritor Daniel Samoilovich (autor de La estética del error. Apuntes sobre arte y poesía) a editarse también por FCE.

Cuando empezó a trabajar en su obra, el investigador de 78 años se dio cuenta que, primero, debía poner el foco en el término de la palabra, “el concepto de civilización”. Avatares del uso, intento de definición, historiarlo, fue la empresa que se encomendaron los ingleses y franceses -durante la primera mitad del siglo XIX- y, que el ensayista argentino, luego lo hizo carne para desentrañar los orígenes de esa palabra conformada por una docena de letras. “Aparece en un texto de 1757 en francés, y de ahí se empieza a extender. Primero es adoptada por los ingleses, que ya tenían una palabra parecida que era civility, para quedar más bien confinada al campo político y jurídico, estudiada por Francis Bacon. Y en el caso de los franceses estuvo a cargo de Francois Guizot. Luego fue adoptada por otras áreas de cultura como la española, la latinoamericana y la norteamericana”, comenta.

Según Burucúa, esta palabra apareció por primera vez en el célebre I Ching. Libro de los cambios, un texto adivinatorio de los siglos IV y III a.C. “Era algo que desconocía y me sorprendió al hacer la investigación para este libro”, dice con franqueza este múltiple ganador de premios Konex de Platino (2004, 2014 y 2016) en el campo de las Humanidades quien también se alzó con un Konex de Brillante (2016), máxima distinción de estos galardones. Dichos premios posan en uno de los ambientes de su departamento, junto a una réplica en miniatura de una Venus de Milo, otro ícono artístico mundial.

— ¿Cuál sería su definición de “civilización”?

— Y también varios autores “confunden” civilización con cultura…

— Así es, los alemanes (siglo XIX-XX) prefieren la palabra “cultura” y se resistían mucho al uso de la civilización como un modo de vida, de costumbres, una producción intelectual de gran proyección en el espacio y en el tiempo. Después va a haber una alternancia ya que Karl Marx utiliza el concepto de civilización y más tarde los ingleses incorporan otra vez el término de cultura. Me causaba escozor que las naciones colonialistas del siglo XIX usaran esta palabra como una forma de legitimar el dominio que van a establecer en los países. Por eso, el propósito del libro es ver que otros pueblos, otros horizontes, han tenido un concepto anterior que lo que lo hemos obtenido nosotros y que hay que buscar alguna forma en que ese concepto se despoje de cualquier idea de superioridad.

— En su libro hace hincapié en una sentencia que cruza toda la obra: “la domesticación del guerrero”, condición sine qua non para que una civilización prospere como tal…

— ¿Qué rol ocupan, a partir de esa nueva etapa de la sociedad, los “guerreros domesticados”?

— ¿Podemos decir que estos guerreros demarcan el camino, el trazo profundo del proceso civilizatorio?

— Eso empieza con esta sujeción de ellos a un poder y una autoridad por fuera de sí mismos, ahí comienza el proceso. Se logra que no apliquen la violencia por fuera de esa función de defensa, que la sociedad no construya y no se organice sobre la base de su poder.

Como referente del estudio de las civilizaciones, Burucúa almacena varios estantes de diccionarios (rumano, alemán, italiano, vasco, francés y latín, entre otros idiomas) y puntualiza acerca de la antítesis del prototipo civilizatorio, lo cual lo lleva a entrar de lleno en el campo de la literatura y citar la obra canónica del escritor polaco Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, que tuvo su alter ego en el cine con la vertiginosa Apocalipsis Now, de Francis Ford Coppola. ¿Siente que allí se aúna ese concepto de caos? “Puede ser, esa apoteosis de la barbarie se produce bajo el estandarte y el nombre de la civilización porque las potencias colonialistas imperialistas justificaban la toma de territorios y el sojuzgamiento de esas poblaciones para el nombre de la civilización. La forma de inculcarle los bienes -a poblaciones que se suponían bárbaras o salvajes- o de llevarles los supuestos beneficios técnicos sanitarios: solo resultaron empresas de terrible servidumbre y dominación en nombre de la civilización”.

— Son todo lo contrario, son descivilizatorios, que una sociedad provoque una guerra dentro de sí misma, o hacia afuera, es un elemento fuertemente descivilizador, en el sentido de que va a debilitar la paz que hace posible el buen comercio entre los hombres y que puede llegar a grandes extremos de violencia como ocurrió durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. La capacidad de destrucción que tuvieron los ejércitos, que se enfrentaron en estos conflictos bélicos, era un hecho inédito y sin precedentes. Una persona que vio muy bien este asunto fue el expresidente Dwight Eisenhower, uno de los grandes militares del siglo XX. Sin embargo, cuando él ejerció la presidencia, durante dos períodos, se despidió del gobierno diciendo: “Yo llamo la atención a la ciudadanía norteamericana que tiene que prestar atención y disminuir el extraordinario poder que está adquiriendo el complejo militar industrial”. En plena Guerra Fría él se da cuenta del peligro que significa para la paz interior de la sociedad norteamericana. Es decir, la combinación de la convergencia, de los intereses de los guerreros con los intereses de los grandes productores de la industria.

En su libro, el ensayista no propone la teoría del “choque de civilizaciones”, por eso “abomina” el libro del profesor y politólogo estadounidense Samuel Huntington, El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. “No dudo que hubieron hechos contenciosos entre algunos países de un determinado horizonte de civilización contra otros. Pero para Huntington el choque de civilizaciones es algo inevitable. Y, si se piensa así, es directamente abrir el camino hacia un abandono de la domesticación de los guerreros y convertirlo otra vez en su sostén de un orden social. Entonces sería una contradicción, ya que las civilizaciones bien constituidas y que establecieron la paz interior es porque pudieron domesticar al guerrero y no pueden admitir un choque a menos que sea atacada”, destaca este lector de La luz de la tierra, de Daniel Wolf, coleccionista de ediciones en castellano e inglés de Las obras completas de William Shakespeare o bien el ensayo de Robert Burton, The Anatomy of Melancholy, cuya primera edición data de 1621.

Rechazo tener una civilización como modelo. Escribir este libro es insistir en que queremos que exista paz entre las naciones y comprensión entre los seres humanos, aunque tengan horizontes culturales completamente distintos. La idea es abolir las jerarquías, por eso es que no tengo un paradigma. Si uno piensa en el siglo XX, el proyecto de las Naciones Unidas, sería un gran mosaico de civilizaciones en relaciones mutuas pacíficas, si podría existir una civilización universal.

— ¿Y esto en qué derivaría?

— ¿Por ejemplo?

— Y como historiador del arte, este aspecto de la necesidad usted lo proyecta también al campo de la estética

— Hablando de verse a sí mismos, podríamos citar a Rembrandt, alguien que se autorretrató mucho a través de los años, y artista que usted admira...

En 2012, la editorial Colihue, publicó una traducción suya, hecha en colaboración con Nicolás Kwiatkowski, de los Cuadernos de arte, literatura y ciencia de Leonardo Da Vinci, acerca de los emblemáticos escritos del polímata florentino quien encierra, en la curiosidad y multiplicidad de intereses, factores que seducen al entrevistado. “La razón de mi fascinación por Leonardo Da Vinci es que él pudo llevar a cabo lo que podría ser la aspiración ideal del hombre que lee, estudia y se interesa por comprender el mundo. Me subyuga porque fue un hombre universal, por eso lo he estudiado con tanto ahínco y me he metido en su vida, en su producción, en sus formas de trabajar”.

¿Qué aplica Burucúa del método de trabajo davinciano en su producción escrita? “No desinteresarme ni dejar caer ningún tema, algo tengo que tratar de sacar de lo que se me cruza y aparece. Supongamos que si estoy estudiando un conjunto de obras de arte y ahí surgen problemas de material que se usa, con eso podríamos ir al campo de la química, interesarme también en eso, ver cómo en dicho universo los materiales incidieron en la producción estética y expresiva. La búsqueda de nuevas formas de representación”.

— ¿Cómo sería eso?

— El cuadro Paisaje de invierno del pintor ucraniano Kazimir Malevich ilustra la tapa de su último libro. ¿Por qué eligió esta pintura?

Este ex director del Instituto de Teoría e Historia de las Artes “Julio E. Payró” (UBA) tiene en la mesa de su living comedor, donde se realizó esta entrevista, un tomo de la colección Poemas esenciales, de Luis de Góngora, junto a La experiencia democrática, escrito por Natalio Botana, y El evangelio de Sara, obra de Jorge Costadoat, ecléctico pantallazo de las obras que ahora está leyendo el además investigador y profesor de la cátedra Problemas de Historia Cultural, en la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM).

En 2003, la editorial Fondo de Cultura Económica dio a conocer un libro suyo sobre historiografía cultural: Historia, arte, cultura: De Aby Warburg a Carlo Ginzburg. Y sobre el autor del ineludible libro El queso y los gusanos, no ahorra elogios. “Es un gran amigo y fue fundamental para mí formación, es el historiador vivo más importante del mundo”, afirma. Es más, en su departamento se ve un cuadro bastante peculiar: allí se lo ve a Burucúa pintado y sentado en un trono símil azteca, con varias imágenes alegóricas al arte y las civilizaciones y, en el margen inferior derecho de la pintura, una figura canosa. Sí, Carlo Ginzburg, quien junto al francés Roger Chartier, erudito historiador en el estudio del libro y la lectura, son dos de sus grandes amistades desde el otro lado del Atlántico. Y una coincidencia final: ambos historiadores protagonizaron, en 2016, las jornadas internacionales Encrucijadas del saber histórico, organizadas por la UNSAM con el objetivo de homenajear la trayectoria intelectual del amigo Burucúa.

Fuente: telam

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