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21/11/2025

Mariana Enriquez, una voz disruptiva que redefine la narrativa latinoamericana contemporánea

Fuente: telam

La escritora argentina radicada en Australia, destacada por Time en su lista de libros de 2025, ostenta una obra que se distancia de los cánones tradicionales de la literatura continental

>La irrupción de Mariana Enriquez en la escena literaria internacional ha transformado la percepción de la narrativa latinoamericana contemporánea. Su libro Alguien camina sobre tu tumba figura entre Lejos de los estereotipos que la han acompañado —como el de “princesa del terror” o “rockstar” de la literatura—, Enriquez se define por una prosa que explora lo oscuro y lo real, y que ha impactado a una generación de lectores globales. Con su formación periodística (fue redactora de y luego editora en el diario Página/12), y una profunda inmersión en la cultura rock, han forjado una obra que se distancia de los cánones del Boom latinoamericano que proyectó la literatura latinoamericana en los años 60 del siglo XX.

Enriquez reconoce que su literatura, más cercana a Nick Cave y Emily Brönte que a los paisajes tradicionales de la región, ha sido recibida con entusiasmo en un mercado editorial internacional que, según ella, busca activamente voces de minorías. “Creo que el mercado en este momento, quiero decir Estados Unidos y Europa, está buscando la minoría. Porque la industria editorial quedó bastante del lado de lo culto y lo políticamente correcto, etcétera. Entonces, claro, buscan y encuentran el latinoamericano, el asiático, la mujer, lo queer... Pero eso es un problema cultural que está fuera de mi control. Lo que tengo que hacer es aprovecharlo. Ok, se abrió esta puerta: hay que meterse ahí con toda la disrupción que se pueda”, reflexionó en Desde comienzos de este año, la autora reside en Launceston, una ciudad al norte de Tasmania, donde ha encontrado un nuevo ritmo de vida que contrasta con la intensidad de su trayectoria. La decisión de mudarse a Australia surgió junto a su pareja, motivada por el deseo de una vida más tranquila y madura. “Básicamente fue una idea que tuvimos con mi marido, desde que estuvimos juntos (porque cuando te casas con un extranjero la idea de estar en el país del otro obviamente siempre está presente). Por una cuestión de edad dijimos: ‘Bueno, este es el momento justo para tomar una decisión y hacer una mudanza de este tipo’ para lo que queríamos: una vida madura más tranquila. Entonces, aceleramos las cosas. Lógicamente aprovechando que hoy se puede estar y escribir desde cualquier lugar. A pesar de estar muy lejos”, explica la autora. Aunque valora la posibilidad de escribir desde cualquier parte del mundo, Enriquez admite que la distancia con Argentina le genera inquietud, ya que su obra mantiene un fuerte anclaje en su tierra. Por ello, tiene previsto regresar anualmente: y de hecho, así es ahora, en estas semanas, cuando desarrolla diversas actividades en nuestro país.

La vida cotidiana en Tasmania ha supuesto para Enriquez una serie de adaptaciones. La diferencia de horarios y costumbres, como la temprana finalización de las actividades y el cierre de bares a las tres de la tarde, la han llevado a modificar su rutina. “Hay algo básico que te obliga a acomodarte. Y es que ellos -todavía son ellos para mí; siempre van a serlo, creo- terminan temprano. Acá en casa todavía estamos comiendo a un horario, para las costumbres de aquí, insólito. Cenamos a las nueve, nueve y media de la noche. A esa hora ellos ya comieron hace rato, aunque no estén durmiendo. Y si vos queres un café a las cinco de la tarde, pues no hay. Los bares cierran a las tres. Eso es algo que extraño. Junto con... la gente. No es que la gente no salga, salen todo el tiempo, pero no se juntan en la calle, no sé cómo explicarte. Entonces a veces salís y te parece que no hay nadie. Es raro”, relata la autora de Nuestra parte de noche y Los peligros de fumar en la cama, dos de sus obras más elogiadas y premiadas. Esta dinámica la ha llevado a pasar más tiempo en casa y a iniciar sus jornadas más temprano, dedicando las mañanas a la escritura y las tardes a conectarse con el resto del mundo, cuando en otros países ya es de noche.

Actualmente, Enriquez trabaja en un proyecto que no abordaba desde hacía tiempo: “Una novela. Hacía bastante que no escribía una novela. Estoy bastante avanzada, pero creo la voy a terminar, espero, el año que viene. En general, a mí el verano me sirve mucho para darle la recta final, así que... Eso está bueno, estar en el mismo hemisferio. O sea, Navidad sigue siendo en verano, y enero y febrero... Me sirve, esos meses me acomodan mucho la cabeza. Espero poder terminarla en ese momento, para salir a mediados de 2026”, detalla la autora.

La única forma de mantener contacto y desarrollar actividades promocionales fue, en aquel momento tan particular, a través de la virtualidad. “Había encuentros por videollamada y cuando antes había cincuenta personas, de repente empezó a haber ciento cincuenta. En redes sociales, la gente empezó a mandarme fan art de los personajes de la novela. Alguien quiso comprar los derechos para hacer una película. Y en los primeros encuentros públicos, después de la pandemia, había un montón de gente. Y a partir de ahí para mí, no paró nunca. El cambio fue radical: de una presentación llena a tener, como pasó en la Feria del Libro de Buenos Aires, tres cuadras de cola para firmar libros. Antes de Nuestra parte de noche era todo bastante tranquilo. Quiero decir, no me conocía nadie por la calle. Ahora sí”, describe, subrayando el impacto que tuvo la obra en su visibilidad y en la relación con el público.

El vínculo de la escritora de 51 años con sus lectores se ha intensificado, y en ocasiones ha dado lugar a situaciones insólitas. “Miedo no, pero a veces pasan cosas raras, sí. Lo de las de las redes sociales no las cuento, porque hay mucha gente rara y al pedo, todo junto. Me pasa de mucho fan que escribe, por ahí no le contesto y se ofende. Eso es muy común. Pero fuera de eso, hubo un par de cosas un poco raras. Una que me acuerdo claramente fue en Chile. Todo es sobre la novela: es como que... los detona. Hay un personaje en Nuestra parte de noche que es una niña colombiana, Omaira, que murió en un alud. Pasaron su agonía por la tele, un caso de masividad morbosa clásica de la televisión latinoamericana. Bueno, hay una imagen de ella, muriéndose con los ojos todos negro: yo la uso y la cuento en el libro como algo que miran los chicos por televisión (como el recuerdo que tengo de niña). La foto está, y también el video. Entonces, muchos lo buscaron y flashearon porque era cierto. La imagen es muy fuerte, muy perturbadora >Otra historia de fanáticos y rarezas sucedió en Chile. “Un fan pintó a esa nena en un cuadro enorme. Me lo puso así, arriba de la mesa, como regalo. Y era muy perturbador. Es un óleo hiperrealista. Quiero decir, pasó mucho tiempo haciendo eso y mucho tiempo mirando la foto. Me acuerdo que me la llevé al hotel, la puse abajo de la cama y dije: ‘Bueno, la dejo acá’. Pero después se convirtió en algo supersticioso. No la puedo dejar, porque es como una pintura maldita. Y está acá en Tasmania porque no la puedo tirar... Jamás la colgaré, pero no la puedo tirar porque siento que me va a pasar algo raro”, relata la autora. Otra anécdota singular ocurrió en la Feria del Libro de Buenos Aires, cuando un joven le obsequió un frasco con una muda de piel de tarántula, acompañado de una explicación sobre el proceso de muda de estos arácnidos. “Él y yo sabíamos que era la muda de piel, pero el resto de la gente no. Estuvimos al borde del caos”, recuerda.

La adaptación de sus relatos al teatro y al cine ha sido otro capítulo relevante en su trayectoria. La obra Las cosas que perdimos en el fuego ya fue llevada a escena, y la película La virgen de la tosquera, basada en sus cuentos, se estrenará en Argentina el 15 de enero de 2026 después de un exitoso recorrido por varios festivales del mundo. Además, se encuentra en rodaje una miniserie dirigida por Pablo Larraín, sobre cuatro cuentos: “Mis muertos tristes”, “Julie” y “Un lugar soleado para gente sombría”, todos ellos parte de su libro más reciente, Un lugar soleado para gente sombría (Anagrama, 2024), y “Cuando hablábamos con los muertos”.

Aún así, prefiere mantener cierta distancia respecto a estas adaptaciones: “Yo tengo la filosofía de estar todo lo distante que pueda. Un poco en un sentido cobarde (por si sale mal), y otro poco porque es muy diferente. Un guion es totalmente diferente. La cabeza que piensa un guion no es la cabeza que piensa la narrativa. Es como un esqueleto, o sea, lo que cuenta es la imagen. Y los diálogos, yo los leo y digo: ‘¿pero esta gente cómo habla así?’ Un escritor en general está en un plano más abstracto. Esto es muy concreto >La relación laboral con el prestigioso director chileno, autor de películas premiadas en los festivales de Cannes, Berlín y Venecia, un vínculo muy productivo y porque “yo no quería perder la oportunidad de trabajar con alguien tan importante. Salí de la experiencia no teniendo ganas de hacer mis propios guiones y nada que se le parezca, pero fue un curso rápido de entender cómo funciona todo eso, cómo funciona un director de Hollywood, una megaproductora... Al mismo tiempo es mucho más tranquilo de lo que parece. La mayoría del trabajo lo hicimos en un departamento en Buenos Aires, mientras comíamos, con un pizarrón. Por los tiempos que manejan y su método de trabajo, fue super interesante. Es un flash ver trabajar a un director así”.

Fuente: telam

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