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14/12/2025

Jorge Vasconcelos, de Ieral: “La industria manufacturera necesita ganar en competitividad”

Fuente: telam

En diálogo con Infobae el economista analiza los desafíos que observa para la segunda mitad de gestión de Javier Milei, las tensiones entre estabilidad y crecimiento, impacto de las reformas y el contexto internacional

>El Gobierno completó la primera mitad de gestión con la decisión de volver al mercado internacional de deuda bajo legislación nacional, lo que limitó la presencia de inversores institucionales del resto del mundo, así como la decisión de nueva rebaja de retenciones al campo y la presentación al Congreso de la primera etapa de reformas estructurales para su tratamiento en sesiones extraordinarias en lo que resta de diciembre.

— ¿Cuál es su balance sobre los primeros dos años de gestión económica del gobierno de Javier Milei?

El oficialismo logró buenos resultados en las legislativas de octubre sin haber apelado a alguna de las variantes de “plan platita”, por lo que la segunda parte del mandato se está iniciando sin algunos de los apremios que tenían Alberto Fernández a fin de 2021 y Mauricio Macri a fin de 2017. Aun con esas ventajas, la aspiración de lograr crecimiento sostenido por varios años conlleva una enorme responsabilidad.

Si uno trata de imaginar el ambiente preelectoral de mediados de 2027, enseguida aparecen dos cuestiones críticas: al Gobierno no le conviene llegar a ese momento con reservas netas negativas, por lo que tiene que remontar un rojo del orden de los USD 15.000 millones; siendo que el otro punto es el del empleo privado formal, que ha caído 2,8% en los últimos dos años, ya que los sectores más dinámicos no han logrado compensar la débil performance de industria, construcción y comercio.

Para pasar a terreno positivo en la dinámica del empleo, en un escenario en el que también deberían acumularse reservas a buen ritmo, no alcanza con la reforma laboral y la tributaria. Por eso es que seguimos considerando el actual esquema monetario-cambiario como de transición.

— ¿Cuáles serían los aspectos más complejos de esa transición hacia el crecimiento sostenido?

En términos económicos, Para “enterrar capital” en Argentina en volúmenes que muevan el amperímetro de la inversión, seguramente quienes evalúan esos proyectos se preguntan por un “trade off” que no está claro cómo se resuelve: ¿Qué pasa si el Gobierno mantiene el “ancla cambiaria” por demasiado tiempo, tratando de lograr la convergencia de la inflación local a la internacional?

En principio, ese escenario no sería compatible con el levantamiento del cepo a personas jurídicas, una medida que sería más consistente en un contexto de tipo de cambio flotante.

Obviamente, el subyacente a esta “pulseada de ideas” es el ritmo, más lento o más rápido, al que puedan acumularse reservas internacionales. Es legítimo que el Gobierno aspire a liderar el ranking, entre los planes de estabilización exitosos, de menor cantidad de años en los que se llegó a inflación de un dígito. Perú e Israel son una referencia, países en los que se demoró entre 7 y 8 años en alcanzar ese objetivo, pero cumpliendo también el requisito de privilegiar el “equilibrio general” a medida que afloraban las dificultades.

Este tipo de interrogantes puede “poner en espera” proyectos asociados a exportaciones, por incertidumbre acerca de la evolución del tipo de cambio real. Al mismo tiempo complica la evaluación de proyectos vinculados al mercado interno, porque con tipo de cambio “cuasi-fijo”, los eventuales choques externos ven amplificado su impacto en el ciclo económico local.

Pero no se trata solo de las variables tipo de cambio y tasa de interés. En el empalme de la estabilidad al crecimiento juegan también un rol clave el ritmo y las condiciones de una mayor inserción externa del país.

Empezamos a salir del estigma de una economía cerrada, con la oportunidad (y desafío, al mismo tiempo) que brindan posibles acuerdos comerciales con los Estados Unidos y la Unión Europea (en este último caso, a través del Mercosur), pero esto obliga a acelerar los tiempos de reconversión de las empresas, para hacer frente a un escenario más competitivo.

Reformas importantes pasan a ser también urgentes, caso de la Brasil, con una macro que sufre las consecuencias del ascenso sostenido del gasto y la deuda pública, de todos modos ya hizo la reforma laboral ocho años atrás, y está comenzando a implementar un “super IVA”, subsumiendo los impuestos más distorsivos. En la tarea de empalmar estabilidad con crecimiento, Argentina necesita desesperadamente recuperar terreno perdido en esta dimensión.

— Recuerdo que, a principios de marzo de 2024, con poco más de dos meses de gestión del nuevo gobierno, publiqué un artículo en el sitio web de Ieral titulado “El poder disciplinador de la caja”, en el que subrayaba el impacto que estaba teniendo el ajuste fiscal sobre las expectativas, un aspecto clave para explicar por qué la recesión quedara encapsulada en el primer semestre. En el segundo semestre comenzó a recuperarse el crédito y las exportaciones traccionaban (el clima ayudó con la cosecha).

Sabíamos que por el nivel inicial de la inflación no hacían falta “desagios” como el del Plan Austral, pero la convergencia entre salarios e inflación había que comprobarla en los hechos. Contrariando la tradición argentina del “poder sindical”, el recuerdo de las pulseadas entre Alfonsín y Ubaldini, esa columna del programa fue también sólida, una sorpresa si se quiere. Evidentemente, la Argentina del presente es muy distinta a la del pasado.

Existen dos interpretaciones posibles para el timing de la política económica:

    Si se tratara de una transición acotada, podría justificarse en el hecho que, en el “mientras tanto” se habrá de avanzar en despejar vencimientos de deuda externa y también estirar los de deuda doméstica, que son significativos.

    De igual modo, en relación a la deuda externa, junto con el reciente lanzamiento del En cualquier escenario, parece conveniente acelerar los pasos en la definición del perfil que habrá de tener el régimen monetario-cambiario permanente, luego de este período de transición.

    Es clave si se aspira a garantizar recuperación de reservas manteniendo un “buen equilibrio” entre el tipo de cambio y las tasas de interés.

    La industria manufacturera necesita ganar en competitividad en cualquier escenario. Las exportaciones de MOI han caído a un andarivel del orden del 0,16% de las exportaciones mundiales, viniendo de un guarismo del 0,25%, antes y después de la crisis de la convertibilidad. Pero esa reconversión requiere condiciones adecuadas.

    Estudios sectoriales muestran que la carga impositiva (por fuera del IVA) en cadenas de valor comparables duplica en la Argentina los guarismos de Brasil y México (30% vs 15%, aproximadamente). Este verdadero lastre para la competitividad no solo dificulta las exportaciones, sino que pone en desventaja a muchos productos locales para pujar de igual a igual con los importados.

    Incluso antes de la guerra comercial, la irrupción de China, que captura un tercio de las exportaciones industriales del planeta, ya había puesto en guardia a los industriales locales.

    Los nuevos proyectos, que existen, tienden a apoyarse en ventajas competitivas que se consideran sustentables y son una mezcla de industria y servicios, aguas arriba y aguas debajo de núcleos productivos como el agro, los hidrocarburos y la minería.

    La expansión de la oferta de gas de la mano de Vaca Muerta es un verdadero imán para los sectores detallados, pero las políticas macro y “micro” tienen que ser más consistentes para facilitar las decisiones de inversión.

    — La discusión acerca de si la acumulación de reservas netas, partiendo de un rojo a fin de noviembre de 2025 de USD 15.000 millones (metodología FMI) se realizará por vía de superávit de cuenta corriente (lo que demandaría un tipo de cambio mucho más elevado que el actual) o si ocurrirá por entrada de capitales no parece demasiado conducente, dada la estrecha interrelación entre la cuenta capital y la cuenta corriente del balance de pagos y de los dos precios relativos clave para esa dinámica, como son el tipo de cambio y la tasa real de interés.

    El tema es si, bajo las actuales condiciones, y aun teniendo en cuenta la fuerte mejora de expectativas tras las legislativas, la entrada de capitales en 2026 tendrá suficiente magnitud para financiar el déficit de cuenta corriente y, al mismo tiempo, favorecer una recuperación sostenida de las reservas del BCRA.

    Obvio que la velocidad a la que la La apuesta de “acumular reservas con entrada de capitales” necesita contemplar que no siempre se consiguen todos los objetivos a la vez. Si, por alguna razón, ese flujo es insuficiente para que la economía crezca a un ritmo de, digamos, 3,5% anual (lo que implica importaciones expandiéndose a un 10%) en tándem con la recuperación de las reservas netas, entonces reaparecerá el típico “trade off” del ciclo económico.

    — El Gobierno ha gestionado sin un Presupuesto aprobado por el Congreso, aunque mantuvo una disciplina fiscal que no mostraron gobiernos anteriores en igual situación. ¿Por qué considera relevante contar con la denominada “ley de leyes”?

    Deberían incluirse mecanismos de “premios y castigos” para la relación Nación-Provincias, de modo que la política fiscal de las jurisdicciones subnacionales termine siendo consistente con las reformas imprescindibles que tiene que hacer la Argentina para salir del estancamiento.

    — Las reformas estructurales (laboral, impositiva) aunque sean las más apropiadas, inevitablemente tendrán efectos positivos con rezago (sobre todo en un país sin coordinación entre poderes -ejecutivo y judicial- ni jurisdicciones –Nación, Provincias, Municipios-). Por ende, no son sustitutos de un régimen cambiario-monetario permanente, en el que se hayan eliminado los cepos a personas jurídicas y en el que, eventuales choques externos impacten sobre el tipo de cambio y no sobre las tasas de interés y el nivel de actividad.

    — Aunque la propuesta de los Estados Unidos no encuadra exactamente en lo que se denomina un acuerdo de libre comercio, para la Argentina significa una ruptura con su trayectoria de economía relativamente cerrada, dada la magnitud de los sectores para los que se propone remover trabas, bajar impuestos sobre el comercio exterior y/o ampliar cupos a favor de un incremento del intercambio.

    Vale recordar que la corriente de exportaciones e importaciones de Argentina captura apenas el 25% del PBI y que, focalizando en ventas al exterior, éstas equivalen al 13% del PBI, cuando en Brasil ese guarismo es del 16% y en México del 33 por ciento.

    A la inversa esto también debería ocurrir, ya que las exportaciones que actualmente se canalizan desde la Argentina hacia los Estados Unidos tienen que ver con sectores/actividades en las que nuestro país es relativamente competitivo, caso de las carnes (195 millones/año) y también de los combustibles (2.000 millones de dólares/año), metales preciosos (USD 800 millones), aluminio (USD 530 millones), vinos (USD 190 millones) y miel (USD 125 millones), entre otros. Si los cupos se amplían y/o las barreras arancelarias y paraarancelarias se abaten, la reacción positiva de las exportaciones argentinas debería ser inmediata.

    La mayor predisposición de la Unión Europea para avanzar en esta propuesta tiene que ver, en parte, con las conclusiones del “Informe Draghi”, que subraya el anquilosamiento y las dificultades para avanzar en términos de productividad de la región. Y también, por supuesto, con la guerra de Ucrania, que puso en evidencia la inconveniencia de Europa de depender de las fuentes energéticas de Rusia y, más recientemente, para no perder la iniciativa frente a la mayor agresividad comercial de China en terceros mercados y los “tratados bilaterales” que empuja Trump.

    Hay que subrayar que el Mercosur es una “Unión Aduanera imperfecta” que nos ha llevado al peor de los mundos en términos de intercambios comerciales: los gobiernos de los países socios no tienen libertad para negociar individualmente acuerdos con otros países/regiones, y las empresas, personas y mercancías tampoco tienen libertad para circular sin pasar por aduanas al interior del “mercado común”.

    Y las provincias deberían sumarse a esa movida, dada la persistencia de las “aduanas interiores”, que encarecen y traban el funcionamiento de las cadenas de valor dentro del país, incluidos los regímenes que establecen cupos para trabajadores de otras provincias. La eliminación de las aduanas interiores debería estar jerarquizado como objetivo en la agenda del “Pacto de Mayo”.

    — ¿Cuáles son sus expectativas para los próximos dos años? ¿El modelo actual muestra signos de agotamiento o prevé cambios relevantes?

    La industria, el comercio y la construcción están todavía entre 5% y 12% por debajo del nivel de actividad de tres años atrás. Es difícil estimar cuánto de esa merma se explica por cambios estructurales de la economía y cuánto por la dinámica de la macro, la persistencia del ancla cambiaria y la volatilidad de las tasas de interés. A medida que incursionemos en el 2026 seremos capaces de precisar el diagnóstico.

    La influencia del sector energético en las cuentas externas es significativa, pero todavía no de la magnitud que se muestra en presentaciones oficiales. Entre octubre de 2024 e igual mes de 2025, el saldo del acumulado de doce meses entre exportaciones e importaciones energéticas se incrementó en USD 2.300 millones, llegando a USD 7.300 millones.

    En lo que hace a la agroindustria, las exportaciones de 2026 podrían aumentar 1.200 millones de dólares, sumando granos, derivados, lácteos y carnes. En el caso de granos y derivados, las exportaciones llegarían a 36.000 millones, cifra que además tendrá mayor impacto sobre los proveedores de bienes y servicios del sector por la tendencia decreciente de las retenciones.

    De igual modo, aunque más controvertido, es el “efecto derrame” que estaría buscando el Gobierno al abaratar, por distintos mecanismos, el precio de productos importados, caso de indumentaria, electrónica, línea blanca y demás. En el gasto promedio de las familias, hay entre 10 y 15 puntos de la canasta capturados por equipamiento y mantenimiento del hogar, indumentaria y calzados y equipos del rubro comunicaciones.

    Puede interpretarse que el Gobierno busca que las familias gasten menos en esos ítems (asumiendo el efecto colateral de más importados y menos productos locales) para volcar esos ingresos a bienes y servicios asociados a alimentación y bebidas, entretenimiento, comidas fuera del hogar y otros servicios, que en principio son más empleo intensivos.

    Recientemente, las autoridades del Banco Central han subrayado que “el objetivo final es la flotación cambiaria y la competencia de monedas”, aunque el timing estaría dominado por el gradualismo, ya que explícitamente se plantea “no forzar” el proceso de acumulación de reservas.

    Por eso nuestra insistencia en avanzar hacia un régimen bimonetario como el de Perú, donde hay “flotación administrada” del tipo de cambio.

    Como mostró Julio Velarde, presidente del Banco Central de Perú, en un evento de la Fundación Mediterránea-Ieral, en los últimos 30 años el crédito en moneda local (el sol) pasó del equivalente a 5,9% del PBI en 1996 a 28,5% del PBI en el presente, siendo que los préstamos en moneda extranjera hicieron el recorrido inverso, del 16,8% al 8,9% del PBI. Es decir, el bimonetarismo no necesariamente desemboca en dolarización. En Perú fue sinónimo de monetización en moneda local, algo que perfectamente podría lograrse en la Argentina.

    Según datos recientes, un préstamo hipotecario se obtiene a una tasa de interés del orden del 8% anual en soles, y del 7% en dólares. Lo acotado de la diferencia explica la preferencia de las familias peruanas por endeudarse en la moneda local.

    El régimen de “flotación sucia” del bimonetarismo peruano no tiene por objetivo cambiar la trayectoria del tipo de cambio real, sino simplemente morigerar sus oscilaciones. Con ese mecanismo y políticas anticíclicas se ha logrado neutralizar el impacto de choques externos y/o internos (de origen político) sobre el sector real. De ese modo, la tasa de interés sube o baja por factores predominantemente internos, dependiendo del momento del ciclo económico.

    Fuente: telam

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