Jueves 25 de Abril de 2024

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NOTICIAS DE TANGO

Roberto Firpo y Giuseppe Verdi, los autores ignorados de La Cumparsita

En estas dos orillas del Río de la Plata, La Cumparsita es, como las personas, mucho más que su currículo. Además de entrelazase con las historias de quienes la crearon, Giuseppe Verdi incluido, es el símbolo de dos pueblos (dos ciudades, si hilamos fino) que expresan con esa música sus sentimientos más íntimos.

Todo empezó en el carnaval de 1916, en Montevideo. Gerardo Matos Rodríguez, que todavía no sabía música, escribió una marchita para La comparsa, la peña estudiantil de la que formaba parte. El título se lo puso un mozo italiano que se burlaba de la importancia de La comparsa y no podía pronunciar “comparsita”. Y quedó Cumparsita, a secas, como primer nombre. El “la” se lo agregaron, como a las grandes divas, los que hablaban de ella.

En el otoño de ese año, Roberto Firpo actuaba en La Giralda, de Montevideo, y el 19 de abril, un grupo de estudiantes, en representación de Matos Rodríguez, le pidió que arreglara la música de la marchita porque creían que podía salir un tango.

Firpo miró los rudimentarios compases y vio que no alcanzaban para un tango. Tomó partes de dos suyos, La gaucha Manuela y Curda Completa, se las insertó a la marchita, y le añadió algo del Miserere de la opera Il Trovatore, de Verdi. Así fue como La cumparsita pasó a tener tres compositores: Matos Rodríguez, Firpo y Verdi.

Firpo, dejando de lado a Verdi, le dijo a Matos Rodríguez que sería justo que firmaran los dos como autores, pero como Matos Rodríguez se negó, no insistió. Y se arrepintió toda su vida.

La estrenó esa misma noche y la grabó en septiembre.

Francisco Canaro, que nació en Uruguay, la incorporó a su repertorio con mucho éxito, pero a los pocos años estaba totalmente muerta y olvidada: había llegado la época del tango canción, y no se podía cantar.

Pascual Contursi y la resurrección

Mateando: una conocida imagen de Pascual Contursi. Comenzó a escribir letras de tangos propios y ajenos hacia 1914, como una famosa versión de “La cumparsita”.

Mateando: una conocida imagen de Pascual Contursi. Comenzó a escribir letras de tangos propios y ajenos hacia 1914, como una famosa versión de “La cumparsita”.

Pascual Contursi le puso letra, en 1924, y la rescató del olvido. Y era justo que fuera él, que ya no era el cantor aficionado que diez años antes pasaba el sombrero por las mesas en cabarets de Montevideo para poder comer. Se había convertido, como lo definió Discépolo, en el poeta que llevó “el tango de los pies a la boca”, en el inventor del tango canción, el que, como dijo Plácido Domingo, puede contar en tres minutos lo que a una ópera le lleva tres horas.

El milagro del cambio en su vida se había producido por Lita, que no es una mujer, sino un tango instrumental de Samuel Castriota, al que Contursi le puso letra en 1915, lo rebautizó Mi noche triste y lo estrenó en el Moulin Rouge. En el de Montevideo, claro.

El éxito fue enorme. En 1918, lo incluyeron en el sainete Los dientes del perro, y el público se agolpaba en la puerta del teatro Buenos Aires para comprar la letra de Contursi, que se vendía a diez centavos.

La producción teatral le generó a Contursi un muy buen pasar económico. Y el 6 de junio de 1924, estrenó el sainete Un programa de cabaret, en el que se cantó La cumparsita con su letra. La obra fracasó, pero el tango se hizo inmortal. Gardel lo grabó ese año con el subtítulo Si supieras, y así encontró su extraordinario destino, a pesar de que no pudo evitar que lo cante Julio Iglesias.

Matos Rodríguez, furioso en París

Matos Rodríguez, el creador de La Cumparsita.

Matos Rodríguez, el creador de La Cumparsita.

Por su profesión de periodista, Matos Rodríguez vivió muchos años en Europa, donde se enteró de lo que estaba pasando en Buenos Aires con su marchita.

De apuro, compuso una letra y prohibió que se cantara con otra que no fuera la suya.

En 1932, después de la muerte Contursi, su viuda, Hilda Briano, y Enrique P. Maroni le iniciaron un juicio por daños y perjuicios a Matos Rodríguez, que se resolvió por un laudo arbitral en 1948. El ochenta por ciento de los beneficios por derechos de autor quedaba para los herederos de Matos Rodríguez y el veinte, para los de Contursi y Maroni.

Matos Rodríguez había muerto cinco meses antes. Dejó una herencia de más de setenta tangos, muchos de primera línea, y en 1931 colaboró con la musicalización de Las Luces de Buenos Aires, la primera película sonora de Gardel, con quien, después de los conflictos por la grabación con la letra de Contursi, había mantenido una gran amistad.

En su momento de mayor popularidad, Contursi se fue a Europa, y en París, en 1928, escribió su última letra para un tango que solo tenía música, quizás el más conmovedor, en el que el tema del abandono toma dimensión de metáfora: Bandoneón arrabalero.

Astor Piazzolla, con su diplomacia habitual, dijo en Montevideo que La Cumparsita es el peor tango que se ha escrito. Pero lo grabó tres veces, en 1951, 1957 y en 1967.

Entre las versiones orquestales destacables, además de la original de Roberto Firpo, están desde las sinfónicas de Mariano Mores, hasta las rítmicas de Juan D’Arienzo, que la grabó siete veces y fueron las más exitosas; las elegantes de Carlos Di Sarli y Osvaldo Fresedo, la original de Osvaldo Pugliese, con un breve final en el que Abel Córdoba y Adrián Guida cantan una estrofa de cada letra. Y muchísimas curiosas, como la de la violinista japonesa Naoko Terai y su cuarteto, la ecuatoriana Marta Psyko y su Electroclásica, y una religiosa, que tiene como letra los versículos 10/31 del Capítulo 31 de El libro de los Proverbios, sobre la mujer virtuosa.

Entre las más de 400 películas en las que La cumparsita tiene un lugar destacado, en Una Eva y dos Adanes, la baila Jack Lemmon vestido de mujer. En Leven anclas, Gene Kelly la baila para seducir a Kathryn Grayson. Y la baila también Rock Hudson con Nancy Walker en la serie McMillan & Wife, y Gloria Swanson con William Holden en Sunset Boulevard. Woody Allen no la bailó, pero la sacó a relucir en Alice desde el tráiler.

Y antes de que el cine tuviera sonido, en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Rodolfo Valentino baila un tango vestido de gaucho y en los cines, un pianista le ponía la música de La cumparsita.

En este recorrido de La cumparsita, como diría Discépolo, de los pies a los labios, por sus letras, y de los labios a los oídos, por el regreso a las versiones orquestales, la gran víctima del olvido es Roberto Firpo. En plena fama, con un poco de ayuda de Verdi, le convirtió a un joven desconocido una rudimentaria marchita de carnaval en el tango más famoso.

 

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