Lunes 25 de Noviembre de 2024

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Un títere que llega desde lejos para honrar la memoria de la Shoá

Se llama Kasperle y data del siglo XIII. Es un juguete clásico en Alemania y el nazismo lo usó para adoctrinar a niños y jóvenes. Cada viernes una titiritera de origen judío lo transforma en una excusa para contar las memorias de su padre que llegó desde Berlín en 1938, huyendo de la persecución y el exterminio.

Como Pinocho, el Topo Gigio o nuestro Clemente, Kasperle es un muñeco famoso en Alemania y algunos países a su alrededor. Aunque hay varias versiones, Kasperle tiene pelo rojo, los ojos profundamente azules y la nariz pronunciada y aguileña.

Los niños alemanes han jugado con él desde tiempos inmemoriales y el nazismo lo usó como herramienta de adoctrinamiento. No extraña entonces que la titiritera y docente  Viviana Rogozinski, lo haya elegido para contar su historia y la de su padre, Leo, sobreviviente de la Shoá (la persecución que sufrieron los judíos en la Alemania nazi), quien llegó con su familia a nuestro en 1938 cuando tenía 13 años, huyendo de la Guerra que se cernía sobre Europa.

Para hablar de la obra en la que recupera parte de la historia de su familia y que sube a escena cada viernes en el teatro, Rogozinski se remonta a la trayectoria de su personaje protagonista: Kasperle.

“Es un títere irreverente que viene del siglo XIII y tiene varios primos en distintos lugares de Europa con las mismas características: es popular, le gusta ir a buscar la libertad y burlarse de la autoridad, dice las verdades, se enfrenta al enemigo con mucha astucia y desafía a la mismisima muerte”. Quizá por eso sobrevivió hasta hoy.
 

Kasperle un smbolo de la rebelda del que el nazismo se aprovech Foto alefotomendez

 

Kasperle, un símbolo de la rebeldía del que el nazismo se aprovechó. /Foto: @alefotomendez.


Sin embargo, según investigó la titiritera, el nazismo lo concibió como un vehículo de adoctrinamiento de niños y jóvenes: “Le transformaron la nariz que se volvió menos ganchuda y más aria, y lo convirtieron en alguien capaz de enseñar a denunciar al vecino y someterse al regimen”.

Sin embargo, para la dramaturga y actriz se convirtió en un símbolo de los recuerdos de infancia que su padre había dejado en Berlín. “Él no hablaba de su vida en Alemania. Creo que le causaba dolor. Sólo me contaba que recordaba la nieve, que en su casa quedaron los títeres, su teatrino de madera y un trineo (que le había quedado allá)”, recuerda.
 

El final de la obra con una recorrida por los objetos que Leo trajo de Berln Foto alefotomendez

 

El final de la obra, con una recorrida por los objetos que Leo trajo de Berlín. /Foto: @alefotomendez.


Tras la muerte de Leo, Viviana y su familia encontraron una valija con unas pocas cosas: un pasaporte, el boletín del colegio, otra valija para los útiles escolares y algunos juguetes. Pensaron en donarlos al Museo del Holocausto pero los conservaron. Hasta que ella empezó a estudiar “teatro de objetos”. “A mí los objetos me generan un compromiso. Y descubrí que, igual que con la maquetación, sirven para poner en escena cuestiones íntimas, para trabajar situaciones de trauma”.

Así que aquel títere de nariz ganchuda pareció el mejor modo de evocar la infancia de su padre, lo que él y su familia vivieron en Berlín. En el camino para ponerle palabras, música e imágenes a esa historia, tan suya y, a la vez, tan colectiva,  Rogozinski encontró a Claudia Quiroga, quien sabe dirigirlos a ella y a su Kasperle con mano amorosa y muy paciente, Claudia supo esperar que mis angustias sedimentaran y se volvieran poética.
 

TODAS LAS VOCES, TODAS; TODAS LAS MANOS, TODAS

Aunque sobre el escenario están solo Viviana y su títere, la obra es una suma de voluntades y un eco de muchas voces. La directora del espectáculo es Claudia Quiroga y el consultor en objetos y manipulación: Román Lamas. La música es de Ivan Méndez y quienes la ejecutan: Roni Golberg en acordeón, Rubén Ronchi en flauta traversa y Héctor Garrido en violín. La realización de títere estuvo a cargo de Alejandra Farley y Katy Raggi.

“El impulso y la inspiración definitiva fue de Lea Zajac Novera, sobreviviente de Auschwitz, ya que tomé textos que ella dice. Transformé su voz en la voz de mi títere”, cuenta la autora.

También hay textos de Tadeusz Kantor, del decir cotidiano de su papá, de la escritora alemana Josephine Siebe y de tantas voces rescatas en lecturas, películas y fuentes diversas.

En la investigación y desde Alemania, acompañó con mucha entrega la titiritera Alina Niborski, a quien Rogozinski conoció en redes buscando ayuda para este trabajo.


La obra sigue a una empleada de la oficina de correos, interpretada por la misma autora, que lleva un uniforme (gris) azul desteñido, burocrático o gris campos de exterminio. Ella se encarga de guardar y repartir las cartas y las encomiendas que no fueron entregadas. Allí surge la historia de Leo y de sus objetos, incluido aquel títere de su infancia, que llega al correo con 80 años de demora. Durante 60 minutos, el escenario se puebla de recuerdos de uno y otro lado del Atlántico. De las voces de Leo, pero también de  Lea Zajac Novera, sobreviviente de Auschwitz y pariente política de Rogozinski

“Es muy sanador contar esa historia- asegura la titiritera- Siento que estoy completando ese silencio de mi papá. Poniéndolo en palabras. Lo expreso como poesía, no como angustia. No puedo permitirme que todo ese acervo se pierda”. Luego recuerda su búsqueda durante meses de una canción que representase a la infancia de su padre hasta que Ester Swarc (líder del rescate del patrimonio cultural pos atentado de Amia), le cantó una canción de cuna sobre la nieve que le cantaba su madre cuando era niña. Inmediatamente se integró a la música que compuso y arregló Iván Méndez, hijo menor de la autora, y nieto de Leo (o Leibele, como lo llamaba la familia).
 

Foto alefotomendez

 

Foto: @alefotomendez.


Acostumbrada a trabajar para un público infantil, Rogozinski convoca a ver su obra a grandes, jovenes  y chicos a partir de 8 años. “Los títeres y los niños son hermanos de sangre- argumenta la autora -Ellos ven otra cosa, ya que es un trabajo con muchos objetos poetizados”. Por eso durante la representación se alternan los momentos de dolor  (angustia) y los de humor, en los que los más chicos se ríen a carcajadas y los adultos encuentran complicidad”. Al final, se abre un espacio de conversación donde todos pueden preguntar, averiguar y llevarse historias y preguntas para seguir pensando (trabajando en casa o en la escuela).

Para los adultos, según cuenta su creadora, la historia de Leo y Kasperle es una excusa para retomar su propia historia. “Al final de la obra se quedan para hablarme de su familia, sea o no judía. De quienes tuvieron que separarse de sus cosas y dejarlas atrás. Y de todo lo que extrañan”. De recordar y vencer al autoritarismo y al tiempo. El mayor poder que tiene el títere de pelo rojo y nariz ganchuda.
 

Foto alefotomendez

 

Foto: @alefotomendez.


 

CÚANDO Y DÓNDE VERLA

“Remitente Kasperle" se presenta todos los viernes a las 20 en el Teatro Celcit. Moreno 431. CABA

Las entradas pueden comprarse por Alternativa Teatral.

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