Miércoles 1 de Mayo de 2024

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INFORMACION GENERAL

“Los verdaderos artistas marcan caminos”

La actriz y el director presentan Descansar en paz, película basada en la novela de Martín Baintrub, ambientada en los años del Atentado a la AMIA. Director y actriz hablan sobre el relato y suceso mundial, además de la situación del cine argentino.

Joaquín Furriel, Griselda Siciliani, Gabriel Goity y Lali González protagonizan Descansar en paz, drama que Sebastián Borensztein dirige a partir de la novela homónima de Martín Baintrub. Los cuatro intérpretes configuran parejas atravesadas por el dolor, la pérdida, y algo de secretos, mentira y traición, en el marco de los efectos negativos sobre las Pymes, en los '90 de la Argentina. Asimismo, se introducen escenas que reconstruyen el atentado a la AMIA en 1994. El matrimonio inicial que configuran Sergio y Estela (Furriel y Siciliani) se destroza mucho más por factores externos que por una crisis de pareja. La historia plantea lo determinante de la economía en la vida de las personas.

—Griselda, tu personaje, Estela, es muy sufrido. ¿Cómo construiste ese tránsito por tanto dolor?

—Griselda Siciliani: La primera vez que leí el guión, me detuve en una frase que dice el personaje: “no sé qué les voy a decir mañana a los chicos [los hijos de la pareja]” y me saltaron las lágrimas. Entendí lo que le pasaba a esa mujer: esa sensación de incertidumbre, maternidad, responsabilidad, tragedia. El dolor es algo que sentís, pero después tenés que atravesarlo y hacer cada paso de la vida con eso.

—En tu repertorio de personajes, no es tan frecuente uno como éste. ¿Cómo te sentiste, en tanto la comedia es uno de tus fuertes?

—S.: Ahora acabo de terminar de filmar una comedia y dije: “¡Ah!, cierto, la comedia, extrañaba esto”. Es algo que hago con mucha más facilidad, como pez en el agua. Pero también fui descubriendo que me siento bastante como pez en el agua en lo dramático. De este proyecto, me atrajo mucho trabajar con Sebastián, y el sufrimiento, la tragedia: la tragedia nacional, mundial.

'Descansar en paz' cuenta con las actuaciones de Joaquín Furriel, Lali González y Luciano Borges.
'Descansar en paz' también cuenta con las actuaciones de Joaquín Furriel, Lali González y Luciano Borges.
—¿Cómo se cruza en la película el atentado a la AMIA?

—Sebastián Borensztein: El tema del atentado es un punto de giro en la historia, pero esta no es una película sobre el atentado, sino que este propone una alternativa en la vida de Sergio Dayán. De todas maneras, la recreación de los tres minutos posteriores a la explosión, que es donde entra la cámara, fue un trabajo muy minucioso, respetuoso, documentado. Cuando llegué a la calle donde íbamos a filmar, calle que se cortó durante 48 horas para poder prepararla y destruirla, cuando caminé entre esos escombros, sentí un golpe muy fuerte. Sabía que tenía que ser muy responsable, muy cuidadoso, lo menos escatológico posible y, a la vez, lo más crudo posible. Para retratar una imagen de algo semejante, hay que hacerlo con compromiso, con honestidad.

—¿Y cómo quedan asociadas la situación económica nacional y la historia de Sergio? Dicho más generalmente, ¿cuánto depende la vida de una persona respecto de su situación económica?

—B.: La película se sitúa en los 90. El personaje tiene una pyme. De un día para el otro, se abren todas las importaciones: se le hace imposible competir. Debe haber habido millones de Sergios, que, como él, no claudican inmediatamente. Él la pelea, maniobra, se endeuda, se hipoteca, hasta que el agua le tapa la nariz. Es una historia que dialoga con muchos momentos de la historia argentina, con este presente sin duda, con el Rodrigazo del 70, con la crisis del 2001 y con todas las crisis que dejaron tanta gente patas para arriba.

—¿Qué diferentes maneras de involucrarse en la economía familiar quedan establecidas entre Sergio y Estela? ¿Qué problemáticas de género se sugieren?

—S.: En toda la primera parte de la película, Sergio se encarga de las cuestiones de su empresa. Ella, que es dentista, tiene su economía propia. Este hombre, con la responsabilidad de llevar la economía de su familia adelante, no cuenta mucho de lo que va pasando, hasta que ella le pregunta: “Pero, ¿cuánto debemos, Sergio?”. El tipo está en soledad, desbarrancándose. Su familia tiene un modo de vivir; están agarrados a eso.

—B.: Todos nos resistimos a que nuestro estándar de vida se degrade. Uno hará todo lo posible por sostenerse, tomará alguna deuda. La realidad se impone como un tsunami y llega un momento donde ya no hay nada más que hacer. El tipo tiene la autoestima tan baja, que llega a considerar que, sin él, todo el mundo va a estar mejor. Se propone un sacrificio enorme, en función de sostener el bienestar de su familia.

S.: Sergio no piensa en ningún momento en compartir lo que le pasa, con su mujer. Siente que es una responsabilidad solo de él. Aunque no es la línea principal de la película, se ve el rol de varón y la presión sobre los varones, de tener que sostener. Está probada la cantidad de suicidios de hombres que no pueden sostener: es un peso muy duro, muy injusto en un punto.

—Están estrenando una película, en el contexto de reducciones drásticas en el Incaa y sugerencias de privatización del Cine Gaumont. ¿Qué opiniones les genera este marco?

—B.: Tantos años de desinformación y de desvíos han generado bronca. A mucha gente la han convencido de que el cine se hace con la plata que falta en otros ámbitos: jubilados o escuelas. Eso no es real. El cine se autosostiene. El Incaa es un ente público, no estatal y autárquico. Se sostiene con nuestra ley de cine. Es un círculo virtuoso que, durante los años del populismo kirchnerista, se encargaron de convertirlo en una suerte de agencia de colocaciones, de caja política, de inyectarle dinero que sí probablemente venía del tesoro nacional. No debería haber sido así. Se generó mucha bronca en el público. También, por millonarias partidas de dinero que venían del Ministerio de Obras Públicas, del ministro De Vido, que se usaron para crear productoras con personas sin ninguna experiencia. Cuando producís millones de películas, pero no tenés dinero para, por ejemplo, distribución, llegás a tener montones de películas que nadie llega a ver. No hay cabida para 200 óperas primas por año. Para mí, hay que sanear los circuitos y volver a hacerlos virtuosos. Y no, matar el cine. En todos los países del planeta, existen becas, concursos, subsidios. Las películas dicen “con el aporte de, con la ayuda de”. Hay que jugar con la verdad y no demonizar al mundo de la cultura.

S.: Yo quiero sumar que ayudar a ciertas películas, en el caso del cine (lo mismo en el caso del teatro), fomenta la experimentación, los inicios, la multiplicidad de voces. Si solo se sostiene un mismo tipo de películas, no hay un espacio de prueba, de experimentación, de las pequeñas voces. Eso también genera identidad. Si no, todo es repetición de lo mismo.

—Cada uno de ustedes viene de una estirpe artística familiar y/o de amistades vinculadas al arte. ¿Cómo se sienten dentro de ese mundo?

—B: Era absolutamente imposible que un tipo como yo se convirtiera en neurocirujano: por quién fue mi papá, por quién fue mi mamá, por la gente que visitaba nuestro comedor. Mis amigos iban a fiestitas; en cambio, yo iba al teatro con mi papá llevándole la valija. Me enamoré de todo eso. No soy un artista, soy simplemente un artesano que maneja muy bien su oficio. Los verdaderos artistas son tipos innovadores, audaces y jugados, que marcan caminos que después todos tratamos de continuar.

—S.: Sobre Tato y todo eso que a Sebastián le parece tan normal, yo pienso en los premios que tengo ahí en mi repisa: uno es el premio Tato, que tiene los anteojitos. Yo en particular soy muy de los trabajos en equipo. Me acompañan en el camino de este oficio colegas, grupos de pares, que son como una tribu. Vengo del mundo de la danza, y con mis pares, mis amigos, siempre estoy. Siento a esa tribu como una compañía con la que avanzamos juntos siempre.

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