“Para mí y en mi familia, los caballos criollos son un legado, una herencia que elegimos todos los días, un fanatismo que le pasó mi bisabuelo a mi abuelo, él a su padre y mi padre a mí”, relata Manuela Solanet, la protagonista de una nueva entrega de la serie de podcast ELLAS.

Su historia es otra muy interesante para conocer: actualmente es una joven estudiante de producción agropecuaria, pero antes había optado por la medicina y la terapia ocupacional. En la pandemia, volvió al campo, y se dio cuenta que quería estar ahí, no en un consultorio o una oficina. 

Nacida y criada en una localidad que lleva su apellido, en el partido de Ayacucho, es la cuarta generación de una familia dedicada enteramente al rubro agropecuario.

Su padre trabajó toda la vida en el campo y su mamá fue maestra rural. Pero antes, su árbol genealógico tiene las raíces ligadas a los caballos, general; y criollos, en particular; porque fue su abuelo, Emilio Solanet, uno de los recuperadores de la raza, cuando la trajo a la provincia de Buenos Aires.

Incluso, cuentan los relatos de época que en el haras de su propiedad nacieron “Gato” y “Mancha”, dos caballos que en 1925 hicieron la proeza de recorrer 21.500 kilómetros desde Buenos Aires hasta Nueva York. Fueron tres años y medio y sirvieron para demostrar la fortaleza de la raza. 

Haciendo honor a aquello, hoy Manuela es presidenta de la Comisión Joven de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos Argentina. 

-Lo primero que quiero preguntarte es qué sabés y te contaron de tu bisabuelo: veterinario, docente, productor, diputado Nacional, intendente de Ayacucho y recuperador de la raza de caballos criollos… Un montón de cosas en una misma persona y una sola vida…
-Si, si, muchas cosas en una misma persona. Yo no lo conocí. Se murió cuando papá era chico. Para mí fue una figura lejana, pero muy respetada en mi familia. Y como me crié con la raza criolla y él fue siempre muy mencionado, para mí siempre fue un ejemplo. Heredamos esa pasión por los caballos y el campo de él. De a poco voy descubriendo más información de él, que me va contando mi abuelo, mi papá. Y lo admiro en muchos aspectos. 

-Contame de tu infancia. ¿Dónde, con quienes, haciendo qué?
-Me crié en Ayacucho, en el campo. Nací en Buenos Aires. Mis padres al tiempo que se casaron se fueron para Solanet, que es a 40 kilómetros de Ayacucho. Viví hasta los 8 años en El Cardal, en el campo donde viven mis abuelos. Fui a la escuela en Solanet, jardín y primaria. Después nos mudamos a La Lomita, una quinta que compraron mis padres en Solanet. Soy la más grande de cuatro hermanos. Mi mamá fue maestra rural mucho tiempo. Trabajaba en una escuela de la zona. Papá siempre administró campos. Yo disfruté muchísimo mi infancia. Lo valoré más de grande. Me parece que lo empecé a extrañar de grande. Yo iba al colegio a la mañana y a la tarde estaba toda la tarde en el campo, acompañando a mi tío Juanma que siempre le dio una mano a mi abuelo en el campo. Salíamos a recorrer con él. Si había que juntar hacienda o hacer trabajos de manga era un programón. Estábamos todo el verano andando a caballo, en la pileta, jugando. Para mí siempre fue el mejor programa el campo. 

-Y con todo este legado rural y campero, llegó el momento de elegir qué estudiar y vos optaste por medicina. ¿Por qué? ¿Qué querías ser y hacer?
-Siempre me interesaron muchas cosas. En el cole me iba bien. me gustaba aprender. Soy exigente. Y al momento de elegir una carrera pensé que por ahí la cuota del campo la tengo saldada por haber vivido tanto en el campo, y medicina me parecía un monstruo pero era un gran desafío. No sabía bien qué quería hacer pero sí me parecía una carrera amplia, vinculada con el servicio. Pensé que mi rol era el servicio también. 

–Después llegó la pandemia, estuviste varios meses en el campo y sentiste que lo tuyo era por ahí. ¿Qué pasó en esos meses?
-Yo hice el CBC. Después me cambié a Terapia Ocupacional. Me di cuenta que me gustaba más el servicio. Mi hermana más chica tuvo leucemia, tuvimos una etapa de mucho hospital, médicos, mucho de todo eso cuando estaba haciendo el CBC… y sentí que era un montón. No me la bancaba. Y ahí surgió TO que va más por el servicio, y que tiene distintas orientaciones. Hice dos años y pico. Hasta que me agarró pandemia. Volví a vivir al campo un año y medio. Y fue un privilegio. Fue de las mejores cosas que me pasaron los últimos años. Fue volver a vivir a mi casa, con mi familia, con mis abuelos cerca, levantarme y salir al campo. Estar con los caballos. Recuperé todo eso y me encantó. 

-Es contra fáctico, pero probablemente si no tenías esa vuelta pandémica de año y medio en el campo no dabas ese golpe de timón…
-De hecho pasó que cuando empecé a volver a Buenos Aires pensaba que tenía que terminar terapia ocupacional que no es nada fácil. La estudio, pero después me dedico a equinoterapia para mezclar campo con salud. Sentía que tenía que recibirme de algo y ya estaba a medio camino de una carrera. Pero no me iba a dedicar a eso. no me veía trabajando en un consultorio. Me tiraba para abajo. Además, hay que tener mucha vocación y mucha fuerza para enfrentarse a historias difíciles, duras, vidas sufridas. Hice terapia asique estoy muy coacheada, fui muy indecisa. Yo sentía que dedicarme al campo era algo más egoista, no servicial. Me costó, pero me anoté en producción agraria y hoy estoy feliz. Me encanta aprender. Me di cuenta que sabía un cuarto de lo que yo pensaba que sabía del campo. Cuando volví a Buenos Aires me di cuenta que me gustaba mucho estar en el campo, y uno siendo feliz rinde mucho más. Hoy estoy feliz. 

–¿Qué son los caballos para vos? ¿Cómo describirías ese vínculo?
-Para mí los caballos es un legado, una herencia familiar que elegimos todos los días. Los criollos nos van marcando el calendario. El año arranca en febrero con la Exposición Rural de Ayacucho. Los caballos son gran parte de nuestra vida. Es un fanatismo que a papá se lo contagió su abuelo y él a nosotros. Lo disfrutamos mucho en familia, es importante en el día a día. Es importante darnos el tiempo para disfrutar los criollos. 

-Sos presidenta de la Comisión de jóvenes de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos. ¿Qué rol creés que tienen los jóvenes en la ruralidad que se viene?
-Para mí la comisión de jóvenes dentro de la Asociación es un eslabón importante. La raza criolla es bastante familiar. Arrancó entre amigos y hoy desde el más chiquito hasta el más grande de la familia participa de las actividades. Es una asociación que tiene muchas cosas para hacer, con mucha gente que se esfuerza y la formación del sector joven es fundamental para ir absorbiendo todo y mantener el sello de la raza. 

FUERA DEL SURCO

-Tenés algún hobbie que te resetee, que te calme cuando venís medio agitada…
-Me encantaría decirte que puedo irme cuando quiero a andar a caballo, ese sería mi reseteo. Pero no puedo porque estoy a 350 kilómetros. Además, son parte de mi vida porque son parte de mi familia de punta a punta. Hoy mi hobbie está con mis amigas, las busco cuando necesito resetearme, descansar. Mi grupo de amigas es muy bueno. 

-¿Música? ¿Por dónde vas?
-Si fui indecisa para elegir carrera imagínate con la música. Escucho de todo. Pero lo tengo a mi tío Pedro que canta muy bien. Soy fanática de él. Que cante “Pachuco” me traslada al campo y lo escucho bastante. 

-¿Nombre preferido de algún caballo?
-No podría elegir porque son todos. Pero te digo. Mi primera yegua se llamó “Callejera”. Era una petisa, no era criolla. Era cruza de petiso con criollo. Ahora tengo una que se llama “Salamandra” que me acompañó en una cabalgata hace poco, corrí varias pruebas. Es una importante. Tengo a “Gallareta”, que está preñada, a punto de parir y estoy ansiosa para ver qué sale. No puedo esperar. 

-¿Y ya tenés el nombre pensado? ¿O el nombre se pone cuando la ves?
-Tengo una lista. Cada vez que escucho algo que me gusta, una palabra, me lo anoto. Tengo de machos y de hembras. Cuando nazca, depende el pelo, la cara, agarro la lista y elijo. 

-¿Series, películas por dónde vas?
-No miro tanto. Pero elijo bastante series o películas argentinas. Y en género, comedia. Para descansar. 

-¿Algún lugar en el mundo que te gustaría conocer?
-Hoy tengo muchas ganas de conocer Europa. Quiero ir a Portugal y España. Son dos destinos pendientes. Proyecto a corto plazo, recibirme y viajar. 

-¿Tenés alguna frase o algo que tengas a mano, un leitmotiv?
-Frase no tengo ninguna. Pero sí, soy creyente y cuando me agarra ansiedad con algo me repito que hay que confiar en los tiempos de Dios. Eso me da bastante paz. 

MUJERES EN CAMPAÑA

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

Por Infocampo