NOTICIAS DE TANGO
Brenda nació con una malformación, baila tango en silla de ruedas y un domingo en una milonga encontró el amor

Brenda y Horacio andaban por rumbos distintos hasta que un día la pasión los encontró. Desde entonces su vida está enfocada en el arte: de milongas al mundial, de la calle a dar clases, todo gira en torno al ritmo del 2x4.
Una tarde de domingo, lejos de la melancolía y el sinsabor del cierre del fin de semana, Plaza Dorrego se convirtió en el epicentro del amor. Brenda y Horacio habían llegado hasta allí para disfrutar de una pasión que, sin saberlo, los unía. Ese día ella lo vio bailar y no lo dudó: lo invitó a la pista y algo surgió.
https://www.instagram.com/reel/DIqyCUzB7LQ/
El tango los había llevado hasta ahí y el amor los hizo transitar mucho más. Al ritmo del 2x4, la relación fue creciendo y casi como en una película de Hollywood, la pareja protagonista de la historia tuvo su final feliz... aunque final es una manera de decir, porque el cuento de ellos acababa de comenzar.
Siempre en movimiento
Brenda nació con espina bífida, aunque asegura que jamás le impidió hacer nada de lo que quiso. Aunque no tiene sensibilidad en la parte baja, esto nunca la dificultó a la hora de hacer su vida. “Estoy en silla de ruedas desde los cinco años, vivo sola desde los 22 y hace cinco con Horacio. Igualmente, siempre me manejé sola yendo a todos lados, la silla nunca fue un impedimento”, resaltó.
Durante años se dedicó al atletismo y la natación, donde obtuvo cinco medallas de oro. También hizo básquet, vóley y defensa personal.

Siempre se mantuvo en movimiento y sabía que lo que más la apasionaba era eso, no parar. Con el tiempo surgió otro amor que nunca más soltó. Fue una propuesta repentina, una visita y el enamoramiento a primera vista.
El tango, una pasión
Ocho años atrás, Brenda se enteró de que en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) había un muchacho que bailaba tango en silla de ruedas. Ella, incrédula, fue hasta allí y su sorpresa fue enorme: “Me enamoré de lo que vi”, aseguró la bailarina en diálogo con TN.
“Enseguida quise empezar a hacer danza con él, pero arranqué con la madre. Fueron nueve años de práctica, pero en ningún momento hice tango, sino expresión corporal. Esa no fue una muy buena experiencia, pero lo que sí bueno es que en ese taller encontré a una chica que hacía tango y me invitó a bailar con ella”, precisó.

A partir de ese momento no paró. Fue a distintos eventos, milongas, hasta que un día llegó a Plaza Dorrego. Bailó con su amiga, con otra chica más y con un muchacho, y a lo lejos vislumbró a un hombre alto y bien trajeado que le llamó la atención. “Lo vi bailar a Horacio y me fascinó, sabía que tenía que bailar con él”, recordó. “Él nunca se animó a sacarme, lo saqué yo. A partir de ahí empezó todo. Bailamos un año seguido y no sabíamos ni nuestros nombres”, contó entre risas.
Así pasaron los meses y un día, por un imprevisto, surgió el amor. Horacio tenía que encontrarse con una amiga que le había ofrecido un trabajo. Esa persona no apareció, pero quien sí apareció fue Brenda. Aquel día, entre mates y tangos, comenzó todo. “Desde entonces somos bailarines de tango, pareja y transitamos la vida con el tango y el arte”, sumó.
El primer amor
A diferencia de Brenda, a Horacio el interés por el tango le surgió desde muy chico. “A los siete años lo vi bailar a mis viejos en Viedma, donde nací, y me encantó. Pasaron los años, de un momento a otro mi mamá partió y nos quedamos solos con mi papá”, recordó.

“Un día, mucho tiempo después, él dijo que quería ir a una milonga y yo le respondí que quería ir con él y aprender. Ese fue mi inicio. Al principio era muy duro, pero con el tiempo avancé mucho, me hice primer bailarín y empecé a ganar plata. Después me dediqué profesionalmente, aunque no en todos lados lo toman como una profesión ni tienen en cuenta todo le esfuerzo que hay detrás”, señaló.
Con los años, Horacio viajó a Buenos Aires y se dedicó a la venta ambulante, buscando seguir su sueño. Sin embargo, nunca dejó de lado el tango y siguió frecuentando lugares donde se desarrollaba. Así, llegó a la plaza del amor. Él, al igual que su hoy esposa, tampoco olvida de aquel día en que se conocieron. “Fue raro por el hecho de que ella se me puso en frente y me invitó a bailar. Yo nunca había bailado con alguien en silla de ruedas y no tenía idea de cómo hacerlo, pero empezamos y así estuvimos un año donde casi todos los domingos nos encontrábamos en la plaza y bailábamos una tanda por lo menos, sin siquiera saber nuestros nombres”, precisó entre risas.

Además de ser pareja en la vida, se dedicaron a trabajar juntos y hacer de su pasión también su sustento de vida. Un día ambos tomaron la decisión de trabajar en la calle. Empezaron en la vía pública, cerca de su casa, después sumaron milongas y eventos privados. Hoy, bailan todas las tardes en Plaza de Mayo y brindan clases en El bar de Borges, el mítico bar donde el gran escritor argentino solía ir a tomar café en San Telmo.
Con el tiempo, además, aparecieron propuestas impensadas. Un día llegó el ofrecimiento de ir al mundial de tango y no lo dudaron. “Me enamoré de eso porque me encanta el escenario. Fuimos cuatro veces, yo pensé que por mi condición iba a ser más hostil por una cuestión de diferencia, pero fui una más del grupo. Fueron cuatro experiencias preciosas”, rememoró Brenda.

Un amor que va más allá
El tango está lleno de letras de amores y desamores, de pasiones y sueños. El baile tiene ese no sé qué que a esta pareja la hace vibrar y emocionar.
“He llegado a estar tres o cuatro días sin bailar y me empieza a doler todo como si hubiera bailado una semana seguida, no puedo, me enfermo, si no bailo tango me duele”, dijo con lágrimas de felicidad Brenda.

Y aunque sabe que quizás en algún momento el cuerpo le pase factura y deje de bailar, asegura que del tango no se va. “Es amor real, pasión y más con la persona que lo estoy haciendo”, se sinceró entre lágrimas y agregó: “Soy artista, si no me emociono no sirve. Bailar con él es un amor profundo por todos lados, es contención, energía, amor, mucha confianza”.
“Empezó siendo algo especial porque se animó sin miedo desde un principio, o por lo menos si tuvo miedo nunca me di cuenta, siempre fue todo muy genuino, después fue creciendo y hoy es amor puro lo que siento cuando bailo con él”, completó mientras se limpiaba las lágrimas que corrían por sus mejillas.
Casi como en espejo, Horacio también solo tuvo palabras de amor hacia su esposa. “Ella me enseñó que nada tiene límites, porque yo no sabía que alguien en silla de ruedas podía bailar y aprendí que toda persona que tenga una discapacidad motriz no está limitada a bailar. El tango está abierto a todos”, aseguró.

Sobre el baile, además, insistió: “El tango es mi todo. Me dio la profesión, la mujer que amo y me sigue dando todo lo que puedo tener. Se siente una gran satisfacción y un gran compromiso bailar con Brenda porque es muy importante difundir esto desde la danza, desde el respeto por el prójimo y desde saber que todos podemos bailar”.
“Bailar con ella es lo mejor que me podía pasar. Tengo todo: el tango, mi trabajo, mi compañera, y toda la gente que nos ayuda a que sigamos con esto adelante”, concluyó.
Hoy, la pareja no solo brinda un show único en Plaza de Mayo todas las tardes, sino que también da clases de tango los martes en El bar de Borges, ubicado en San Telmo. Todo su arte se puede ver en Instagram, en @hrctony o @brendaholtz77. Además, realizan presentaciones en fiestas y reuniones sociales.
Por Belen Ballejos
COMPARTIR:
Comentarios
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!