Sábado 13 de Septiembre de 2025

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FOLKLORE

Día del Bailarín Folclórico: la huella eterna del Chúcaro

Cada 13 de septiembre celebramos en la Argentina el Día del Bailarín Folclórico, en memoria de Santiago Ayala, “El Chúcaro”, quien falleció en 1994. Su figura trasciende la danza: fue un creador, un soñador y un verdadero embajador de nuestra cultura popular.

El Chúcaro, junto a Norma Viola, llevó el folclore a escenarios nacionales e internacionales con la dignidad de un arte mayor. No solo mostraba pasos, coreografías o figuras: mostraba la identidad de un pueblo. Bailaba la tierra, la memoria y las raíces.

El bailarín como guardián de la cultura

El bailarín folclórico no es solo un intérprete. Es también un mensajero del tiempo, un puente entre generaciones. Cada zapateo y cada giro son parte de un relato colectivo que nos recuerda de dónde venimos. En sus cuerpos vive la historia, la resistencia y la esperanza.

Pero hay una verdad incómoda: muy pocos pueden vivir de este arte. Quizás un 1 o 2% de los bailarines logran sostenerse económicamente a partir de la danza. Para la gran mayoría, el folclore es pasión, es vocación, es entrega; pero no es sustento. Son trabajadores, estudiantes, madres, padres que dedican sus noches y fines de semana a ensayar, a enseñar o a subir a un escenario.

Una deuda con la danza

La injusticia se nota también en los escenarios: meses de ensayo, de sacrificio, de coordinación, de detalles cuidados para lograr un cuadro que, con suerte, se presenta en 8 o 10 minutos de show. Y muchas veces ese mismo cuadro no puede repetirse más de tres o cuatro veces, porque el público lo juzga como “ya visto” o “no novedoso”.

Mientras tanto, un intérprete de folclore puede cantar durante años la misma canción sin que nadie lo cuestione. ¿No es acaso una desigualdad llamativa?

Además, en muchos festivales, los bailarines todavía aparecen como relleno: entre cables, en medio de cambios de instrumentos, fuera del escenario o incluso sobre la tierra de un campo de doma. Como si la danza no mereciera un espacio propio y digno.

Hoy, al hablar del Día del Bailarín Folclórico, no solo debemos recordar al Chúcaro como ícono, sino también reconocer la deuda pendiente que tenemos como país y como sociedad con la danza.

Es tiempo de darles a los bailarines el lugar que merecen: en los escenarios, en los festivales, en las políticas culturales. Porque el folclore no está solo en las canciones: está en los cuerpos que lo bailan, en la pasión que se multiplica generación tras generación.

Mientras esa deuda no se salde, cada 13 de septiembre no será solo un homenaje: será también un llamado de atención.

Carlos Lucentti - Estación Urbana 97.5

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