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El Chaqueño Palavecino se confiesa: verdades, rituales y una historia de amor que sostiene su vida desde hace 37 años
El máximo embajador del folklore argentino abrió su intimidad con una sinceridad que pocas veces muestra. Habló de su matrimonio de casi cuatro décadas, de los rituales que lo mantienen de pie, del peso simbólico de la pilcha criolla y de cómo la madurez lo llevó a valorar el hogar tanto como el escenario.
Redacción, La Folk Argentina
El Chaqueño Palavecino volvió a conmover, pero esta vez lejos del escenario. El histórico referente del folklore argentino decidió hablar desde un lugar distinto: el de hombre, compañero y esposo. Con un tono sincero, reveló aspectos profundos de su vida de pareja, una relación que lleva más de 37 años y que se convirtió en una columna vertebral en su historia personal y artística.
Lejos de la imagen solemne del cantor popular, El Chaqueño describió su vida cotidiana con una honestidad desarmante.
“En mi casa hacemos todo entre los dos. Yo me lavo mi ropa y hasta plancho la pilcha cuando hace falta. Atender a un gaucho no es fácil, pero cuando hay cariño se hace con gusto”, aseguró con humor, dejando al descubierto un costado doméstico que muy pocos conocían.
La mención a su vestimenta criolla —la infaltable “pilcha de gaucho”— no fue un simple detalle. Para Palavecino, ese atuendo es un lenguaje propio, un sello que lo acompaña desde siempre.
“La pilcha no es solo ropa; es identidad, es respeto por quienes vinieron antes”, expresó, dejando en claro que esa tradición la vive tanto arriba como abajo del escenario.
En su reflexión, también dejó al descubierto lo que significa sostener un vínculo durante tantos años. Habló del amor sin exagerar, desde un lugar realista y maduro:
“Los años te enseñan a poner los pies en la tierra. El hogar te acomoda, te ordena. En la pareja no hay secretos: hay trabajo, hay paciencia y hay compañerismo. Eso nos mantiene fuertes”, afirmó.
Esa estabilidad emocional —según destacó— es una de las claves que le permitió mantenerse vigente durante décadas, cuidando su voz, resistiendo giras interminables y siguiendo fiel a un público que lo acompaña desde los comienzos.
La compañía de su esposa se transformó en un sostén silencioso, pero fundamental, en la vida de un artista que carga con el peso de la tradición y la responsabilidad de representar al folklore argentino en cada rincón del país.
El Chaqueño también habló del paso del tiempo. Lo hizo con serenidad, sin dramatismos, entendiendo que la madurez, aunque exige más cuidado y disciplina, también trae claridad.
“La juventud te da ímpetu, pero la experiencia te da visión. Hoy disfruto distinto. Disfruto más”, admitió.
Sus palabras resonaron entre fanáticos y colegas, porque no solo revelan la intimidad de un artista, sino también la filosofía de vida de un hombre que eligió el camino de la autenticidad.
Sin artificios, sin buscar impacto, Palavecino mostró que su fortaleza no está solo en su voz potente ni en los escenarios colmados:
su verdadera fuerza está en su hogar, en su pareja, en sus raíces y en la lealtad a la vida que eligió.
Con esta confesión, El Chaqueño confirma que sigue siendo mucho más que un ícono del folklore. Es un hombre que honra sus tradiciones y que entiende que el amor, cuando se construye con respeto y trabajo, también es cultura popular.
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