Lunes 25 de Noviembre de 2024

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Mariano Rodríguez: el músico que cambió el conurbano bonaerense por Bariloche y encontró su trampolín al mundo

Creció en el indie y el under y dice que es un hombre suburbano, pero en la Patagonia encontró el sonido que lo proyectó.

Se denominaba American Primitive Guitar a un género musical instrumental que se ejecuta con una guitarra acústica tocada con dedos, sin púa, que fue desarrollado por el fallecido violero estadounidense John Fahey (de quien se pudo ver el documental In Search of Blind Joe Death en la edición 2013 del BAFICI) a fines de la década de 1950.

Con el correr de los años este estilo comenzó a transmitirse a lo largo de todo el planeta, gracias a los oficios del sello Tompkin Square Label y sus compilados, por lo que el gentilicio que suele (mal) utilizarse para clasificar a los nativos en los Estados Unidos se dejó de lado para hablar de Primitive Guitar.

Y fue gracias a esta expansión, a la curiosidad y a cierto espíritu de "hacelo vos mismo" heredado del punk rock y el hardcore que, dentro de estas antologías que reúnen a los mejores cultores de la Primitive Guitar, Mariano Rodríguez, desde Bariloche, logró hacerse de un nombre y tener su bien merecido lugar.

Mariano Rodríguez. De la escena del under porteño y suburbano a Bariloche, como una puerta a un mundo más allá de las fronteras del país. Foto Gentileza Mariano Rodríguez

Mariano Rodríguez. De la escena del under porteño y suburbano a Bariloche, como una puerta a un mundo más allá de las fronteras del país. Foto Gentileza Mariano Rodríguez

Nacido en el indie y el under

La historia de Mariano está ligada al underground y al indie porteño de los años '90, también desde el Sur; pero no patagónico, sino del conurbano bonaerense. Sin embargo, aunque parezca mentira tras escuchar sus plegarias bluseras y folclóricas que ejecuta hoy desde las seis cuerdas, sus inicios no estuvieron relacionados con la guitarra.

“En la primaria tocaba el clarinete en la banda del Colegio Pallotti de Turdera. Después, cuando estaba en primer año de la secundaria, empecé a tocar el bajo. Me gustaban el jazz y el jazz rock", cuenta Mariano.

Y sigue: "Un día fui a un recital a la Parroquia San Gabriel de Adrogué. Ahí tocaba una banda que se llamaba The Outlaws, que hacía covers de los Ramones y los Sex Pistols. Y dije: ‘¡Guau, qué loco esto!’ No hacía falta estudiar tanto para tocar, y yo era malísimo como estudiante (risas)."

“Para la generación de los 90 el blues era medio mala palabra. En los '90, para mí fue revelador que Nirvana hiciera en su Unplugged una canción de Leadbelly. Después Beck, que en One Foot On The Grave (para mí su mejor disco), hiciera un tema de Skip James.”

Garagero de la vieja escuela

El paso siguiente fue casi providencial. "Justo en ese momento se armó una banda en el colegio, el Industrial de Longchamps. Les hacía falta un guitarrista y me conseguí una eléctrica. Así, por esa casualidad, dejé el bajo y me pasé a la guitarra”, recuerda Rodríguez, por teléfono, desde Bariloche.

El derrotero del músico incluyó primero un paso por Chiquero y luego por El Lado Salvaje, con quienes grabó La misma tierra, CD compartido con Copiloto Pilato, grupo liderado por Adrián Paoletti. “Toqué dos años en Chiquero, y paralelamente empecé a tocar en El Lado Salvaje, cuando se rearman después de la desaparición de Mónica Vidal", destaca.

Rodríguez cuenta entonces que le gustaba mucho la escena garagera de principios de los '90, los grupos de la escuela Velvet Underground / Stooges / MC5, y La misma tierra se grabó en los estudios Sonovisión de Álvaro y Gonzalo Villagra, "unos estudios setentosos, divinos".

Desde allí, solían compartir el regreso en colectivo con Paoletti, y compartían fecha. "Teníamos de una sala de ensayo de Lomas de Zamora que se llamaba El Rancho Espinoza, que quedaba en la calle Laprida; la peatonal. Yo me mudé a Monte Grande, y al único que conocía era a él”, dice.

Próxima parada, San Carlos de Bariloche

Poco después, cuando se lanzó como solista, Paoletti incluyó a Mariano en su banda, como guitarrista. Rodríguez participó en En la ruta del árbol en búsqueda de la canción perfecta (1998) y Soy yo por ahora (2000), segundo y tercer disco, respectivamente, de Paoletti. Pero un año después el cantautor paró de tocar.

“Adrián se casó y se metió a estudiar derecho. Estaba como desencantado con el rock, y con que sus discos no se vendían. Y había pensado algo que sólo él podía pensar, onda: ‘Quiero ser compositor, hacer canciones pero no quiero tocar más’."

En ese panorama, casi en simultáneo, Mariano se recibió de diseñador gráfico y se mudó junto a su mujer a Barloche. "Yo siempre digo que Adrián, más allá de sus reconocidas dotes como compositor y cantante, es uno de los mejores guitarristas del rock argentino, porque tiene métricas loquísimas para tocar”, afirma.

“En este país no está la cultura de comprar discos afuera ni usar el correo. El disco lo vendo yo, me hacen un depósito en mi cuenta, y todos los viernes voy al correo a despachar CDs. Y afuera lo vendo vía Bandcamp.”

La mejor manera de tocar solo

Puede parecer un lugar común, pero el cambio de vida implicó un cambio a la hora de tocar. “El tema fue que en Bariloche no tenía banda para tocar y tocar la guitarra eléctrica solo es un embole, salvo que seas Bill Frisell (risas). Y era tanto el silencio que había en la cabaña en la que estaba apenas llegamos, que también me daba mucha fiaca conectar, enchufar, poner los pedales…", rememora.

"La guitarra eléctrica -explica- tiene algo que se llama ruido de reposo, o ruido de línea, y ya eso me rompía las pelotas. El silencio fue una de las cosas que me llevó a tocar acústico. El entorno me hizo bajar cinco cambios”, admite. Y así fue como profundizó su amor por el blues y el folk.

“Para la generación de los 90 el blues era medio mala palabra. En los '90, para mí fue revelador que Nirvana hiciera en su Unplugged una canción de Leadbelly. Después Beck, que en One Foot On The Grave (para mí su mejor disco), hiciera un tema de Skip James. Y por último Jon Spencer, con su sonido crudo del Delta, y el sello Fat Possum", enumera Mariano con carácter casi didáctico.

Y concluye: "Todo eso fue lo que me llevó a agarrar la guitarra acústica, a afinarla con una afinación abierta, a comprarme un slide y a conseguir los discos de Fat Possum, que los cambiaba en el supermercado por Ticket Canasta (risas)”.

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El algoritmo como aliado

Así, con Mariano ya instalado en Bariloche, entra en escena My Space (la casi desaparecida red social musical) y Jonah Schwartz, miembro estable de Los Álamos y Springlizard.

My Space tenía una función para taggear a quien te parecías, o quienes eran tus influencias, y en función a eso su algoritmo te conectaba con gente. Y así me conecté de manera virtual con Jonah. Justo estaba viajando a Buenos Aires, y le escribí para conocerlo y comprarle su disco. Y Jonah me armó cinco fechas, lo cual era un delirio, porque yo iba por ocho días", resume. 

Por entonces, el guitarrista tenía cinco temas, y cuenta que pensó que por lo menos tenía que tener ocho temas y dos bises (risas). "Me puse a componer, y arranqué a tocar en Buenos Aires con Springlizard, en una movida acústica que hubo post Cromañón, que tuvo como costado negativo una invasión de ukeleles (risas)", agrega.

El resultado de esa movida fue una especie de mini comunidad. "Todavía vivía Jack Rose (N. de R: desaparecido guitarrista de esta movida), y chateaba con él", dice Mariano.

“Me puse a componer, y arranqué a tocar en Buenos Aires con Springlizard, en una movida acústica que hubo post Cromañón, que tuvo como costado negativo una invasión de ukeleles.”

Más allá de la frontera

Y completa: "Un inglés que tiene un sello que se llama Reverb Worship, que edita CDRs y vinilos, me dijo que quería editarme en Inglaterra con una tirada mínima. Entonces me compré una buena placa, un buen micrófono, ya tenía el dobro. Grabé Cypress Shadows, que salió en 2010, y lo empecé a mandar a sellos”.

Ese trabajo de hormiga realizado a la vieja usanza tuvo sus frutos, gracias a Tompkin Square Label, un sello de San Francisco que comenzó a publicar compilados de esta escena de guitarras instrumentales, y recogió el guante del trabajo de Rodríguez.

“El primero de estos compilados tenía a Robbie Basho, John Fahey, todos los padres fundadores de esa movida. El segundo, las raíces de esos padres fundadores: Bukka White, Skip James, Mississippi John Hurt. El tercero, la nueva escuela: Glenn Jones, Jack Rose. El cuarto, la nueva ola americana. El séptimo compilado fue abierto a artistas de todas partes del mundo, y ahí grabé”, cuenta Mariano.

“Aparte aparecí en un homenaje a Jack Rose, con toda la primera plana del género. Rose se murió en 2009 y fue un cimbronazo, ya que era el tipo que estaba renovando toda esta escena. Y se murió en lo mejor de su carrera", agrega el músico, que valora especialmente haber sido elegido para ser parte de ese trabajo.

Mariano Rodríguez. De la escena del under porteño y suburbano a Bariloche, como una puerta a un mundo más allá de las fronteras del país. Foto Gentileza Mariano Rodríguez

Mariano Rodríguez. De la escena del under porteño y suburbano a Bariloche, como una puerta a un mundo más allá de las fronteras del país. Foto Gentileza Mariano Rodríguez

"Tiene mucha carga emotiva que me hayan llamado para tocar ahí, porque es como decir: ‘No está tan mal lo que estoy haciendo’. Y también toco en un homenaje a Robbie Basho, donde abrí el juego, ya que canta Karina Vismara y toca Jonah, que fue un poco el que me metió en todo esto”, completa el artista, que arma el mapa de un mundo musical tan interesante como poco frecuentado por las mayorías.

El hombre suburbano

El año que se va en apenas unos días, encuentra a Mariano con la salida de La ciudad que descansa sobre las espaldas de un monstruo dormido, su excelente nuevo disco. Una suerte de tributo a su Bariloche adoptiva, que aparte de composiciones propias incluye versiones libres de Fallas, de Todos Tus Muertos, y Arriba quemando el sol, de Violeta Parra.

El álbum, que contiene notas internas escritas por Sebastián De Caro, funciona, en paralelo, como fin de una etapa. “No hice nada con instrumentos eléctricos, no usé teclados, no usé samplers, todo está grabado en una sola toma. El disco es un homenaje a Bariloche, por eso quería que fuera fácil de conseguir tanto en Bariloche como en el resto de la Argentina."

De inmediato, Rodríguez acompaña su declaración de localía preferencial con una reflexión acerca del funcionamiento de la indusria: "En este país no está la cultura de comprar discos afuera ni usar el correo. El disco lo vendo yo, me hacen un depósito en mi cuenta, y todos los viernes voy al correo a despachar CDs. Y afuera lo vendo vía Bandcamp”.

A diferencia de La ciudad que descansa sobre las espaldas de un monstruo dormido, lo que se viene, por el contrario, incluye sintes, samplers, y un tufillo ambient.

“Me rompió un poco que me digan country. Porque hay una paleta tímbrica que tiene que ver con el blues, pero también hay influencias de un montón de otras cosas como el minimalismo y las vanguardias de principios del Siglo XX. No es sólo bluegrass", se queja. 

"Hay una cita buenísima de John Fahey, que dice: ‘Soy un hombre de los suburbios. No toco folk’. Y yo también crecí en el suburbio. Esa data que tengo de Velvet Underground y el krautrock aparece. Por más que ya hace casi veinte años que vivo en Bariloche, soy un bicho del conurbano", agrega.

Y, finalmente redondea. "Yo soy más oscuro, y el disco es oscuro, por más que las guitarras sean súper cristalinas. Porque, dígámoslo: Bariloche es una ciudad re oscura”, dice Mariano en tono de despedida, y al escucharlo y escuchar su música no se puede más que creerle.

E.S.

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