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20/12/2024

Firmenich: los inicios de Montoneros, la violencia, la conflictiva relación con Perón y una autocrítica que deja un sabor a nada

Fuente: telam

El sangriento atentado al comedor de la Policía Federal, que motivó el pedido de indagatoria al jefe montonero, sirve para refrescar la memoria sobre uno de los responsables de la violencia que se desató durante la década del setenta y que abrió la puerta a una inédita represión en la historia argentina, que dejó miles de muertos y desaparecidos

>A Mario Eduardo Firmenich, 22 años, lo mandaron afuera de la casa para que golpease una morsa con una llave inglesa. El ruido era para disimular los disparos de pistola con los que asesinaron al general Pedro Eugenio Aramburu, con sus manos atadas a su espalda, en el sótano de una estancia en Timote, en Carlos Tejedor, en el oeste bonaerense.

Este jefe montonero, que asegura que nunca lo mataron porque sus compañeros pusieron énfasis en protegerlo, es hijo de un ingeniero y de una maestra y nació en el barrio de Floresta el 24 de enero de 1948. Hizo la primaria en Ramos Mejía y la secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires, del que egresó en 1966 y se anotó en la Facultad de Agronomía de la UBA.

Integró el grupo fundador de la organización terrorista Montoneros, junto a Fernando Abal Medina, Carlos Ramus, Emilio Maza, Carlos Capuano Martínez y Norma Arrostito, entre otros.

Para ellos, el peronismo era el camino hacia la revolución y en su ideario convivían ideas del catolicismo progresista con socialistas de izquierda. Firmenich encontró ideas en la trayectoria política de John William Cooke y en el profesor y teórico marxista Régis Debray.

La organización se dio a conocer cuando el 29 de mayo de 1970 secuestró y asesinó al general Pedro Eugenio Aramburu, luego de someterlo a un “juicio popular” en los sótanos de una estancia del oeste bonaerense.

Para ellos, el asesinato de Aramburu no solo fue porque había sido uno de los responsables de la caída del gobierno de Perón o del ocultamiento del cadáver de Evita, sino que fue una respuesta a la impunidad de la oligarquía y al bando liberal, ya que al hecho pretendieron darle una trascendencia histórica relacionada a una defensa del revisionismo.

En sus inicios Montoneros estaba integrado por un puñado de hombres y tres años después llegaría al centenar, gracias a que adhirieron otras organizaciones armadas menores. Luego alcanzarían, según los historiadores, a tres mil miembros.

Declarados peronistas, los guerrilleros entonces contaron con el tácito beneplácito de Perón, exiliado en España. Sin embargo, cuando regresó al país luego de 17 años y luego con Héctor Cámpora en el gobierno, intentó sin suerte desactivar a las organizaciones armadas. Pero el país estaba sumido en un espiral imparable de violencia y de muerte.

El ex presidente no podía creer lo que sucedió entonces en Ezeiza en su regreso definitivo, cuando la derecha liderada por José López Rega y el coronel Jorge Osinde, a cargo de la custodia del multitudinario acto, se tirotearon con la Juventud Peronista y los Montoneros, ya que ambas facciones pugnaban por ocupar el primer lugar frente al palco. Por lo menos 13 muertos y un centenar de heridos fue el saldo de esa lamentable jornada.

Los montoneros veían con buenos ojos una fórmula compartida Perón-Balbín, como se trabajó en silencio en ciertos sectores que calculaban que el general viviría poco y que necesitarían a un político de experiencia para hacerse cargo del gobierno.

Perón -que no mucho tiempo atrás había hablado de “la juventud maravillosa”- no quería saber nada con las organizaciones terroristas, pero no sabía cómo pararlas. La organización Montoneros, para mandarle un mensaje, asesinó dos días después de las elecciones, el 25 de septiembre de 1973 a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, cumpliendo la promesa de lo que cantaban en los actos de “Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”. Perón, en el velatorio, dijo que le habían matado a un hijo, que esas balas habían sido para él, y que le “habían cortado las patas”. Firmenich, tiempo después admitiría que había sido un error político.

Perón había cortado el diálogo con ellos, y entonces los montoneros acudieron al líder radical Ricardo Balbín, de trato permanente con el anciano presidente, para que intercediese, gestión que no rindió ningún fruto.

El quiebre final con la organización fue durante el acto del Día del Trabajador en Plaza de Mayo. Ese 1 de mayo de 1974, detrás de un vidrio blindado -un escenario impensado en la liturgia peronista en el balcón de la Rosada- Perón se refirió a los montoneros como “estúpidos” e “imberbes”, y mitad de la plaza quedó vacía cuando éstos se retiraron.

Ya con Isabel Perón en el gobierno, dos semanas después de la muerte de Perón, un comando montonero asesinó al radical Arturo Mor Roig, mientras almorzaba en San Justo. Mor Roig había sido ministro del Interior en la presidencia de Alejandro Agustín Lanusse y durante su gestión había tenido lugar la evasión y muerte de guerrilleros en Trelew. Firmenich aseguraría que había sido una idea de un grupo aislado y no una decisión orgánica. Sin embargo, reivindicó el asesinato del jefe de la Policía Federal comisario Alberto Villar y su esposa, cuando colocaron una bomba en el yate en el que paseaban por el Tigre.

Haría falta otra nota para enumerar en detalle otros hechos, como los asesinatos del empresario Francisco Soldati y de Miguel Padilla, subsecretario de Planeamiento, el robo de armas de cuarteles policiales y de comisarías, el rescate de los presos del Buen Pastor o la voladura del Golf Club de Tucumán. Montoneros decidió el 6 de septiembre de ese año pasar a la clandestinidad y la organización volvería a tener notoriedad días después cuando secuestró a los hermanos Juan y Jorge Born, operativo del que participó Rodolfo Galimberti, jefe de la Columna Norte. La organización cobró un millonario rescate, que aún hoy es tema de debate ya que no se sabe con certeza cuál fue su destino y en qué fue empleado.

Firmenich admitiría que ellos sabían que se venía un golpe militar y que tendrían muchos militantes muertos. Caída Isabel, cuando en un operativo estuvo por ser capturado, decidió escapar del país para salvar su vida. Vivió en Italia, México y Cuba.

Montoneros intentó una reorganización y aprovecharon el mundial de fútbol de 1978, que se jugaba en Argentina, para desarrollar una campaña de propaganda en Europa. También el jefe montonero evaluó una operación que hiciera caer al gobierno de Videla y que fuera reemplazado por uno de la organización.

Al año siguiente, planearon la llamada “Contraofensiva”, ya que Firmenich era de la disparatada idea de que un puñado de militantes insurrectos bastarían para que las masas se encolumnasen detrás de ellos para terminar con la dictadura militar.

Pero no previeron que la organización estaba infiltrada por la inteligencia y los 1600 militantes que enviaron a esta trágica operación, terminaron muertos y desaparecidos. Martin Andersen, corresponsal de The Washington Post en nuestro país durante la dictadura, aseguró en un libro que Firmenich en realidad era informante de los militares y él habría estado relacionado con la caída de de los militantes.

El 13 de febrero de 1984 Firmenich fue detenido en Brasil por la solicitud de extradición que formuló el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín. Fue extraditado y condenado a 30 años de prisión por homicidio y secuestro, junto con Fernando Vaca Narvaja y Roberto Perdía.

Estaba casado con María Elpidia Martínez Agüero, quien estuvo presa varios años durante la dictadura. De una familia tradicional de Córdoba, estaba emparentada con el ex vicepresidente del Alfonsín, el radical Víctor Martínez. Tienen cinco hijos.

Al año siguiente presentó en La Matanza su propuesta política, a la que definió como “una corriente de opinión”, en el que cuestionaba al modelo menemista -votó al presidente en 1995- aunque defendía las privatizaciones y la convertibilidad.

Fuente: telam

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