CAMPO-
La historia de Aníbal, un investigador argentino que se mudó a Minnesota para estudiar la soja
Es un referente en ecofisiología de maíz del INTA Balcarce que salió a buscar un nuevo desafío: “No vine escapandome, sino a tratar de llevar información pertinente a Argentina, porque no tenemos del todo claro qué estamos produciendo”, afirma.
“La investigación en producción de cultivos en Argentina es muy fuerte, pero si hay algo en lo que aún no hemos logrado balancearnos es en soja: somos el tercer país más importante a nivel de producción, y aunque tenemos algunos excelentes referentes, creo que hay margen para avanzar y complementar en investigación sobre el manejo de este cultivo”, dice Aníbal Cerrudo desde el living de uno de los edificios de la Universidad Estatal de Minnesota, en Estados Unidos.
Es un ingeniero agrónomo referente en ecofisiología, investigador del INTA Balcarce y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata que, como parte de un proyecto personal y familiar, buscaba nuevos rumbos en otra parte del mundo.
“Queríamos salir por un tiempo a abrir la cabeza y pensamos en varios países, analizamos la posibilidad de ir a España, a Australia, pero finalmente vinimos a Estados Unidos”, cuenta Cerrudo, que conversó con Infocampo en el marco de la gira de SpeedAgro por Norteamérica.
LA SOJA Y LA INVESTIGACIÓN
Antes de decidirlo, tenía claro que el objetivo no era escapar ni mucho menos: “La idea desde lo profesional sigue siendo venir, estudiar, aprender y llevar a la Argentina información y vínculos pertinentes”.
Y aunque hasta entonces no sabía bien sobre qué sería su trabajo específicamente, recordó que en la última campaña había recibido varias consultas de productores que estaban sembrando soja en el sur de Buenos Aires y trabajaban con exportadores que mostraban interés en la composición de la soja -sobretodo acerca de la fracción proteica- y en la posibilidad de modificar eso con manejo o genotipo.
Esto, en función de que estaban logrando contratos diferenciales en caso de poder asegurar un piso de proteína, ante una realidad de alcance global: aunque los rindes aumentan, disminuye la proteína en grano.
“De hecho hay sistemas productivos dispuestos a pagar un plus por harina de soja que tenga un porcentaje más alto en determinados aminoácidos, dependiendo de si se trata de producción avícola, porcina o lechera ya que el costo de los aminoácidos sintéticos para balancear las dietas es altísimo”, relata Cerrudo.
PROTEÍNAS
“Mientras veía que hay relativamente poca información sobre el tema en Argentina en general (y en el sur de Buenos Aires en particular), me enteraba de que en INTA y varias otras instituciones estaban comenzando a trabajar en esta temática y tratando de conseguir fondos para hacer análisis de muestras de granos, por lo que entendí que podía ser una arista interesante”, recuerda.
En ese interín habló con Lucas Borrás y conoció a este grupo de la Universidad de Minnesota liderado por Seth Naeve, que tiene mucha experiencia en el análisis de calidad de soja y, sobre todo, cuenta con el equipamiento para analizar cualquier compuesto, algo que no tenía disponible en Argentina. Un llamado por teléfono, una charla en la que Aníbal le cuenta sobre sus ganas de ir y la decisión familiar de hacerlo, lo tienen trabajando en esa universidad desde hace seis meses.
Su cargo es “profesor visitante” en la universidad de Minnesota, en el norte del cinturón maicero americano pero, a pesar de lo que el título deja entrever, Aníbal no da clases, básicamente es un investigador.
Para definir su día a día en la Universidad, Aníbal separa su trabajo en tres tercios: el primero tiene que ver con el procesamiento de los datos sobre composición de soja que el grupo americano ya había generado.
Ahí, a su llegada, se encontró con que existían datos de composición de soja de Argentina. “Se estaban generando acá esos datos con los que allá no contábamos. Había información sobre tres campañas, habían enviado kits de muestreos de granos y tercerizado el muestreo de lotes de todas las regiones productivas del continente, y había datos sobre Uruguay, Argentina, Paraguay y Brasil, por lo que parte de la información que puede ser muy útil para Sudamérica, estaba lista para analizarse acá”, comenta.
Y añade: “No teníamos idea de que existían estos datos, pero ahora podemos responder preguntas específicas sobre la fracción proteica y sobre cada aminoácido de soja en distintas regiones de Argentina y de América, que en conjunto produce el 85% de la soja a nivel global (por ejemplo, saber cuántas toneladas de proteína o incluso de lisina o treonina puede producir Argentina, Brasil o América). El objetivo último es tratar de generar publicaciones pertinentes y que ayuden a la toma de decisión en sistemas productivos y mercados”.
DATA SCIENCE
En cuanto al segundo tercio de su trabajo, el referente del INTA cuenta que en el grupo el objetivo madre es que toda la información que generen esté basada en ciencia sólida pero que sirva al productor y sea relevante para sistemas productivos reales.
En ese sentido, se acopló a varias líneas de investigación que lleva adelante el grupo americano. “Acá no hay espacios como CREA o Aapresid, que nuclean a productores con problemáticas en común, pero ese rol lo cumplen realmente bien las universidades y sus equipos de extensión, por lo que los productores forman parte de juntas o mesas a nivel estatal, que reciben recursos que a la vez distribuyen para investigación”, describe.
Y explica también su experiencia: “Me presenté ante esas juntas y propusimos algo que es muy común para nosotros en Argentina, pero no es del todo habitual en esta parte de USA, sobre todo por la velocidad que implica producir en temporadas muy acotadas por las características del clima: hacer ensayos en los campos de productores, pensando sobre todo en los ambientes más restrictivos y prácticas que permitan estabilizar rendimientos”.
Así, estos variados ensayos además le permiten recorrer ambientes contrastantes: desde los de alta productividad en el sur del Estado (pleno cinturón maicero) hasta ambientes muy restrictivos en el noreste donde linda con North Dakota. “Es muy heterogéneo y divertido”, afirma.
“Hay mucho por hacer y acá se dispone de recursos para hacerlo, esa es la diferencia más grande con Argentina. Estar afuera a veces te permite o te ayuda a valorar lo que tenes adentro. Valoro muchísimo los recursos humanos que se forman en Argentina, por ahí no creo que estemos en desventaja”, destaca.
ECOFISIOLOGÍA
El tercio restante tiene que ver con preguntas específicas sobre ecofisiología en soja que Aníbal se hacía, por lo que propuso un proyecto al grupo y consiguió los recursos para ponerlo en marcha. Según relata, la idea es ampliar los conocimientos acerca del efecto del estrés sobre los componentes del rendimiento y la composición del grano de soja: “Entender el efecto del ambiente para luego adecuar el ambiente del cultivo, esa es la base de la ecofisiología de cultivos” .
Ya hace seis meses de su llegada y la idea es estar por dos años ahí: “Es un tiempo que creo está más que bien, mi plan es regresar con ideas que puedan ser relevantes o puedan generar impacto en nuestros sistemas de producción.
“Creo que en estos dos años voy a poder llevar eso y además ampliar vínculos, porque desde Argentina tenemos relación con universidades como las de Nebraska, Kansas, Purdue, Iowa, pero con Minnesota no teníamos ningún canal, por lo que sería muy bueno dejar otra puerta abierta en ambos sentidos”, añade.
EL COSTADO FAMILIAR
Pero, como proyecto familiar, la vida de a cinco en Estados Unidos tuvo sus dificultades al inicio. Primero, Aníbal pasó dos meses solo hasta que, hace cuatro meses, llegó su esposa con sus tres hijos de 4, 9 y 11 años.
“Para la familia es una experiencia enriquecedora, los chicos están abriendo la cabeza a otras culturas de una manera sorprendente. Vivimos a 10 cuadras de la Universidad, en un barrio muy lindo con dos escuelas (por las que no se paga) y que nos recibieron muy cálidamente. Somos los únicos latinos del barrio, se extraña un poco, pero nos obliga vivir 100% inmersos en la cultura local, no podemos escapar”, relata entre risas.
Y si bien al principio fue duro y estresante para los chicos, Aníbal admite que, con mucho apoyo después de hora y una buena cuota de “garra” por parte de ellos y su esposa, lograron que en cuatro meses ya estén a la par de sus compañeros. Ahora, terminaron las clases con excelentes notas y están de vacaciones, disfrutando del verano de Minnesota y sus 10.000 lagos. (Infocampo)
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