Domingo 21 de Septiembre de 2025

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Tanto tintas como blancas: las variedades “raras” que renuevan la vitivinicultura argentina

Saliendo de los clásicos que identifican la producción nacional, como malbec, cabernet o chardonnay, aparecen algunoas uvas que se presentan como una rareza, con muy pocas hectáreas cultivadas, pero que generan vinos con mucha personalidad.

Aunque la vitivinicultura argentina está más identificada con el malbec, la bonarda, los cabernet sauvignon y franc o el pinot noir en las uvas tintas y el chardonnay, chenin, torrontés o sauvignon blanc en las blancas, no es lo único que tiene para ofrecer.

Si bien las estadísticas y los números quedan para el lado de estos “clásicos”, tan solo un par de hectáreas son suficientes para que algunas variedades “raras” se ganen su lugar en el crisol del vino nacional.

Algunas muy identificadas con otras zonas vitivinícolas del mundo y en ciertos casos con menos de 10 hectáreas extendidas en todo el país, son un puñado los productores que se han osado a tomarlas y hacerlas propias en nuestro terroir, desafiando incluso condiciones climáticas y características intrínsecas de cada variedad.

UN HOMENAJE AL LEGADO “TANO”

Nacido en el Piemonte italiano, el Nebbiolo, como tantas otras cepas, llegó al país de la mano de la inmigración en el siglo pasado.

Pese a que es una popular uva en el mundo, en el país, de acuerdo a las estadísticas del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), son solo 30,4 las hectáreas plantadas en las provincias de Mendoza, San Juan y Córdoba.

De esas 30 hectáreas, casi cuatro se concentran en un viñedo ubicado en el sur de Mendoza, en el departamento de San Rafael, de donde sale el reciente lanzamiento de Cimarrón Wine Co, La Contienda Nebbiolo (una línea que completan dos Malbecs de Valle de Uco y otro sanrafaelino y un Cabernet Franc).

“El Nebbiolo no es un varietal común, buscamos un consumidor con ganas de probar cosas nuevas. Nos gusta ser cimarrones y salir de la zona de confort, para probar nuevas formas de vincularnos con nuestros consumidores”, comentó Lucca Stradella, fundador y viticultor del proyecto, quien con este lanzamiento decidió rendirle un homenaje a su abuelo, uno de los precursores en la plantación del varietal en San Rafael.

San Rafael es un terroir que se da muy bien para la uva Nebbiolo, debido a su clima templado, árido, pero que a su vez cuenta con marcada amplitud térmica que le da al fruto características únicas.

Lucca Stradella Bodega Cimarron

Entrega vinos que se destacan por su frescura y acidez equilibrada. Al contar con tan pocas hectáreas disponibles, el resultado es un vino de mucho carácter con una partida de solo 3.799 botellas.

“La historia de la finca es muy especial para mí, se trata de un lugar que he vivido desde chico. Allí empezó mi pasión por el vino, caminando y charlando con mi abuelo. Continuar con el legado me llena de orgullo y me ayuda a honrarlo”, completó Stradella.

OTRA HERENCIA ITALIANA

En tanto, la variedad tinta apta para elaboración con quizás menos cantidad de hectáreas cultivadas en el país es la Lambrusco Grasparossa, otra uva de herencia italiana que llegó al país hace 20 años de la mano de Eduardo Aregall, propietario de Bodega Pumalek.

En el año 2005 decidió traer desde Italia algunos plantines de esta variedad, con la idea de comenzar a elaborar sus propios vinos en Mendoza, a partir de una finca en Ugarteche.

Aunque podría haber elegido algún otro más popular, la elección del varietal se dio por la historia familiar, ya que el Lambrusco era el vino que tomaba su padre, elaborado por él mismo en una partida muy reducida a partir de una pequeña viña que tenían en su casa. Así, a las hectáreas de Malbec sumó ocho de Lambrusco Grasparossa.

Al ser una variedad inédita en el país, la experiencia de los profesionales sobre su plantación y cultivo era limitada, por lo que para la elaboración primero experimentó en su propia bodega y luego Aregall contrató a un enólogo italiano que conocía la cepa.

Así nacieron Fortunato y Testarudo, dos vinos tranquilos elaborados exclusivamente con Lambrusco Grasparossa y espumosos que completan el porfolio de Pumalek.

TAMBIÉN EN BLANCAS

Asimismo, en las variedades blancas también aparecen algunas “joyas” poco exploradas. Una de ellas es el Gruner Veltliner, un varietal de origen austriáco del cual hay solo 13 hectáreas plantadas en Mendoza.

Las mismas pertenecen a una de las bodegas más antiguas de la provincia, Norton, que a lo largo de los años lo ha convertido en una de sus banderas, con etiquetas con distintos rangos de precios.

“Prácticamente fuimos de los pioneros en Sudamérica en plantar esta variedad que tal vez no era muy convencional y no muy conocida, y que hoy en día es una bandera. Si uno toma en Sudamérica un Grüner Veltliner es casi seguro que es una etiqueta de Norton”, se enorgulleció David Bonomi, el enólogo de la bodega.

Al encontrar en Mendoza un clima completamente diferente al de Austria, Eslovaquia o República Checa, donde es más popular, los desafíos para lograr obtener un vino han sido muy elevados.

“Me enseñó muchísimo esa variedad, como te pueden enseñar cualquier otra variedad que no es autóctona del lugar y que requiere un montón de situaciones muy particulares de clima y también de suelo”, explicó Bonomi.

“Tal vez en la elaboración es mucho más benévola, es mucho más tal vez adaptativa a distintas técnicas enológicas, pero lo que es en campos es extremadamente restrictiva para lograr un vino que realmente te llame la atención y que digas, ‘Esto es muy rico’”, completó el enólogo.

Por Infocampo

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